sábado, 8 de junio de 2024

El amanecer de los tiempos

 Si deseamos un ambiente distinto tendremos que construir sociedades que sean diferentes en la medida en que sean un mismo tiempo prósperas, equitativas, democráticas y capaces de crear las condiciones necesarias para hacer sustentable el desarrollo humano. 

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


“Fue de aquellos a quienes es dada la ciencia suma, la calma suma, el goce sumo.  Toda la naturaleza palpitaba ante él, como una desposada.  Vivió feliz porque puso sus amores fuera de la tierra.  Fue su vida entera el amanecer de una noche de bodas.”

José Martí, 1882[1]


El 5 de junio, la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente permitió comprender que, si bien el cambio climático constituye el aspecto principal de la crisis socio-ambiental que encaramos, ella tiene raíces que se remontan a las formas en que los humanos han venido organizando sus relaciones con la naturaleza al calor del desarrollo del mercado mundial, en particular del siglo XVIII a nuestros días.[2] El objetivo mayor de esa organización ha sido, en efecto, la extracción masiva de recursos de los sistemas naturales, con destino a mercados distantes. Esto, a su vez, se ha combinado con la transferencia -también masiva- de los desechos resultantes del procesamiento y consumo de esos recursos al entorno natural, erosionando a un mismo tiempo la capacidad regenerativa de los ecosistemas así expoliados, y la de los ecosistemas que reciben los desechos para degradarlos y restituir sus componentes a la biosfera de la que hacemos parte.
 

La gravedad de las consecuencias de esta creciente desarmonía en nuestras relaciones con la naturaleza llevó al Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, a plantear en el Día de la Tierra que “Al igual que el meteorito que acabó con los dinosaurios, nuestro impacto es enorme. En el caso del clima, no somos los dinosaurios. Somos el meteorito”.[3] Un reciente informe sobre el estado del clima, dijo, indica que nos acercamos al límite de la cantidad de carbono que cabe agregar a la atmósfera para limitar el calentamiento a largo plazo a 1,5 grados. Esa cantidad es estimada en unos 200.000 millones de toneladas, pero están siendo emitidas unos 40.000 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, mientras las emisiones mundiales, que deberían disminuir un 9% cada año hasta 2030, aumentaron un 1% en 2023. 

 

Esto, agregó Guterres, nos advierte que “la batalla para limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados se ganará o se perderá en la década de 2020, bajo la vigilancia de los líderes de hoy”. La importancia de ese liderazgo incluye el hecho de que esta batalla se libra en una circunstancia de extrema inequidad, pues el 1% más rico del planeta “emite tanto como dos tercios de la humanidad”. Con ello, el mayor impacto de la crisis recae sobre “los menos responsables […]: los más pobres, los países más vulnerables, los pueblos indígenas las mujeres y las niñas”, lo cual constituye “una parodia de justicia climática”.

 

El caos climático, añadió, “está golpeando a la gente donde más le duele: Desde la ruptura de las cadenas de suministro hasta el aumento de los precios, pasando por la creciente inseguridad alimentaria y la imposibilidad de asegurar los hogares y empresas. Y la factura seguirá creciendo, pues aun si las emisiones llegaran a cero mañana, “la crisis climática costará al menos 38 billones de dólares al año en 2050.” Y entranto, agregó, “los padrinos del caos climático, la industria de los combustibles fósiles, obtienen beneficios récord y se dan un festín de billones de dólares en subvenciones financiadas por los contribuyentes”.

 

Esa alusión a la justicia climática facilita comprender la enorme complejidad de la crisis socio-ambiental que encaramos. El cambio climático, en efecto, hace parte de un conjunto mayor de graves problemas, que van desde el colapso de ecosistemas a la degradación de los suelos; la contaminación de los cursos y masas de agua en todo el planeta, el incremento de los eventos climáticos extremos y la expansión de creciente de conflictos socioambientales que contribuyen por ejemplo al incremento de la inestabilidad política y las crecientes migraciones irregulares.

 

Ante esta situación, que para algunos constituye un verdadero fin de los tiempos, el teólogo brasileño Leonardo Boff contribuye a la conmemoración del Día de la Tierra con un artículo titulado “¿Tiempos apocalípticos, los nuestros?”. Allí nos recuerda que

 

Los cristianos son optimistas: creen en este mensaje del Apocalipsis: “Vi un cielo nuevo, un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el infierno ya no existía.” […] Escuché una voz fuerte que decía: “Esta es la tienda de Dios entre los hombres. Él habitará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo con ellos será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos, y no habrá más muerte, ni habrá llanto, ni habrá lamento, ni cansancio, porque todo esto ha pasado”. (21:1-4). [4]

 

Para Boff, debemos ser como Abraham, quien “contra toda esperanza tuvo fe en la esperanza (San Pablo a los Romanos, 4:18), porque ‘la esperanza no nos defrauda’ (Romanos, 5:4).” Eso, dice, “es lo que nos queda: esperanza esperanzada y, positivamente, esperanza.”

 

Esa conclusión está sustentada en la experiencia acumulada por la especie humana en el ir y venir su desarrollo, con momentos que han ido desde la creación de civilizaciones refinadas hasta la superación de las más feroces formas de barbarie. Hoy estamos en capacidad de comprender ese desarrollo en sus contradicciones, y ese es el punto de partida más útil para incidir en nuestro futuro. Ya sabemos, por ejemplo, que si deseamos un ambiente distinto tendremos que construir sociedades que sean diferentes en la medida en que sean un mismo tiempo prósperas, equitativas, democráticas y capaces de crear las condiciones necesarias para hacer sustentable el desarrollo humano. 

Desde esa certidumbre, podemos comprender mejor la que animara a José Martí cuando, tras encontrarse con la obra del filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson, nos dijera que 

 

La hora del conocimiento de la verdad es embriagadora y augusta. No se siente que sube, sino que reposa. Se siente ternura filial y confusión en el padre. Pone el gozo en los ojos brillo extremo; en el alma, calma; en la mente, alas blandas que acarician. ¡Es como sentirse el cráneo poblado de estrellas: bóveda interior, silenciosa y vasta, que ilumina en noche solemne la mente tranquila! Magnífico mundo. […] Y se siente el hombre un tanto creador de la naturaleza.[5]

 

Caminamos con Martí desde nuestra América. Caminamos bien, contra toda desesperanza.

 

 

Alto Boquete, Panamá, 7 de junio de 2024

 


[1] “Emerson”. La Opinión Nacional, Caracas, 19 de mayo de 1882. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. 1975, XIII, 18.

[2] Al respecto, por ejemplo: Wallerstein, Immanuel (2016): El moderno sistema mundial I. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Siglo XXI editores, México, y

Fressoz, Jean Baptiste (2014) “Perdiendo la Tierra a sabiendas. Seis gramáticas ambientales cerca del 1800”

https://www.academia.edu/19596740/_Loosing_the_earth_knowingly_Six_environmental_grammars_around_1800_in_Hamilton_Gemenne_and_Bonneuil_The_Anthropocene_and_the_global_environmental_crisis_Routledge_2014

[3] “Cambio climático: no somos los dinosaurios, somos el meteorito, advierte Guterres” 

https://news.un.org/es/story/2024/06/1530321

[4] “¿Tiempos apocalípticos, los nuestros?” Blog del autor 04/06/2024

[5] “Emerson”. La Opinión Nacional, Caracas, 19 de mayo de 1882. Ibid., XIII, 21.

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