sábado, 8 de junio de 2024

México lo hace posible: tiene su magia

En realidad, son muchas las razones por las que no debe sorprenderme que la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo haya sido electa presidenta. Ella sigue la línea notable de las mujeres de aquella gran nación. De sor Juana Inés de la Cruz, Josefa Ortiz de Domínguez, la corregidora, Remedios Varo, Rosario Castellanos, Frida Kahlo, Leonora Carrington, Elena Poniatowska.

Jaime Delgado Rojas / AUNA-Costa Rica

No debe sorprendernos que lo haya logrado, esa excepcional mujer, en un ambiente patriarcal; ni por su origen judío lituano, en una nación que hace gala de su identidad milenaria o que le haya ganado a la flor (Xóchilt) de la derecha que unificaba en un mismo espacio electoral los partidos que gobernaron por décadas: el PRI, el PAN y el PRD. La historia de México es el resultado de sincretismos, luchas e insurgencias con el acompañamiento de poblaciones de inmigrantes europeos, latinoamericanos, asiáticos y africanos, aunque los estereotipos nos la cuenten a medias.
 
Un día de setiembre de 1982 puse pies en el Aeropuerto Benito Juárez y de ahí a un hospedaje en Colonia Nápoles, cerca del Hotel México y el Polyforum Cultural Siqueiros, sobre la Avenida de los Insurgentes Sur. Caminé por los alrededores, para ver calles y avenidas, comercios y edificios: aquella fue mi primera experiencia en el D.F. Una forma de percibir “en directo” sus señales identitarias en los nombres de las calles y colonias: Nezahualcóyotl, Cuajimalpa, Corregidora, Morelos, Hidalgo, Madero, como si fueran fragmentos de la historia milenaria de una nación multicultural.
 
Tenía de México información muy dispersa y estereotipada. Sabía de la conquista inmisericorde de Hernán Cortés; también de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz con el alma de la mezcla inicial de españoles e indígenas en los primeros años del Virreinato de Nueva España; una administración colonial que empezaba en la mitad sur y oeste de lo que hoy es Estados Unidos y colindaba con la otra, Nueva Granada, que empezaba donde hoy es Panamá. Por tanto, sabía que Costa Rica había sido parte de ese gran imperio no obstante que la guerra de Ochomogo, en 1823 dirimió entre realistas y republicanos la pertenencia al México de Iturbide, cuando ya el emperador había sido depuesto junto a su fugaz imperio. No podía ignorar la importancia de la Revolución Mexicana y su impacto en nuestras luchas sociales nacionales en la primera mitad del siglo XX y en la cultura artística que nos llegaba, sobre todo en la producción musical que cundía nuestro espacio radiofónico y en sus películas. 
 
Cuando joven fui testigo entusiasta del papel de México, de su política exterior hacia América Latina: su respaldo a la revolución cubana desde su inicio y su rechazo al bloqueo instigado por los Estados Unidos. Su liderazgo en la creación de la Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL) mediante el Tratado de Tlatelolco, suscrito en 1967. Un tratado que establecía una Zona Libre de Armas Nucleares (ZLAN) a saber, “un espacio geográfico delimitado donde se prohíben jurídicamente estas armas de destrucción masiva” y que abarca toda Nuestra América. México practicaba una solidaridad militante con los pueblos del sur del continente y en su acogida al exilio intelectual de los países gobernados por dictaduras militares represivas. Respaldó la revolución sandinista durante la insurrección y luego en acciones diplomáticas para la resolución pacífica de los conflictos en Centroamérica. Para el gobierno de Rodrigo Carazo en Costa Rica fue su aliado y soporte en el respaldo diverso dado a los insurgentes antisomocistas.
 
A partir de aquel setiembre de 1982 mi aprendizaje sobre México, viviendo en esa ciudad, me hizo ver lo poco que sabía de esa gran nación, la que se fue convirtiendo en parte de mi vida diaria y en nostalgias. Como estudiante de la FLACSO fui testigo de la calidad de acogida que daba a los exiliados de las dictaduras del Cono Sur y Centroamérica. Gracias a esa hospitalidad tuve profesores chilenos, argentinos, bolivianos, brasileños y uruguayos. Fui alumno de maestros de la talla de Zavaleta y Portantiero y entusiasta estudiante de Najenson, de Ipola, Bruna, Landinelli, Cortés y Oliveira. A veces iba a estudiar en las salas de la biblioteca del Colegio de México institución que heredó la Casa de España creada para darle acogida de los intelectuales españoles republicanos que huyeron de la dictadura de Franco. Comprendí, entonces, que los nacionales de México, biológica y culturalmente, son una mezcla rica en tradiciones y procedencias, que disfrutan la fiesta de los muertos y rinden culto al sol azteca “con penacho y sarape veteado, que en las noches se viste de charro y se pone a cantarle al amor”. 
 
Sus doscientos años de construcción de “lo propio y lo universal” de su cultura y su impacto en Nuestra América fueron tema de una investigación realizada en un equipo liderado por la Dra. Mercedes de Vega Armijo desde la Cancillería, en Tlatelolco, para la celebración bicentenaria del año 2010. El resultado de la pesquisa fue publicado en seis tomos con un aporte personal a ese debate, en el primer tomo, en el que estuve acompañado por el Dr. Daniel Camacho. También, previo al 2017 la doctora de Vega Armijo propuso mi nombre a otra notable intelectual mexicana, Catherine Andrews para que me integrara en otro grupo de investigadores sobre los 100 años de constitucionalismo en Nuestra América. En ambos casos, me sentí honrado de ser parte de equipos de investigación liderados por destacadas mujeres mexicanas. 
 
En realidad, son muchas las razones por las que no debe sorprenderme que la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo haya sido electa presidenta. Ella sigue la línea notable de las mujeres de aquella gran nación. De sor Juana Inés de la Cruz, Josefa Ortiz de Domínguez, la corregidora, Remedios Varo, Rosario Castellanos, Frida Kahlo, Leonora Carrington, Elena Poniatowska. Física e Ingeniera de profesión y Política por dedicación, ha sido parte de las luchas más reciente de su país: sus padres fueron partícipes directos en los acontecimientos de Tlatelolco de 1968, cuando ella contaba con escasos 6 años. La militancia de sus padres y abuelos, la vida agitada de la ciudad de México la ubicó, desde entonces en esa corriente múltiple y variada que es la izquierda mexicana.  Ahí ha dejado su huella hasta el presente; ahora que, con la más significativa participación electoral ciudadana en la historia de México, ha sido apoyada por un 60% de los votos para llegar a ser su primera presidenta. 
 
Son muchos los retos por delante: como todo estado, México es Jano, en la cara hacia adentro la doctora Claudia debe continuar lo notable y enmendar lo notorio, del sexenio de López Obrador y profundizar la gran transformación prometida. En la otra cara, hacia afuera, esperamos que siga en la ruta de construcción de nuestra Patria Grande, consolidando la CELAC que vive los flujos y reflujos del progresismo latinoamericano porque en Nuestra América las derechas neo-fundamentalistas no les interesa la integración, ni la cooperación, ni los encuentros de estos pueblos hermanos. Tampoco al vecino del norte, los Estados Unidos, que en toda su historia ha dado alientos a toda señal de la derecha y a la balcanización de su “patio trasero”: ya fuera con el sueño colonial de la Doctrina Monroe del siglo XIX, o con la autoridad global que le daba el haberse constituido en imperio en el siglo XX; menos ahora en su momento crepuscular cuando solo sueñan “make America great again”.  En fin, la revolución mexicana que iniciara en setiembre de 1910 pueda que aún no haya terminado. A la doctora Sheinbaum le toca continuarla.

1 comentario:

Alvaro Vega Sánchez dijo...

Muy buen artículo. Se abre un horizonte promisorio para México y ojalá para toda América Latina, con una inteligente y valiente mujer que, como bien destaca el articulista, recoge y proyecta una rica tradición de mujeres en la vida politica y cultutal de Mexico. Qué bueno sería que se estrechen los lazos entre Mexico y Brasil, con una ingeniera y un trabajador de la metalurgia a la cabeza de estos paises, ambos con probada vocacion política, para intensificar los esfuerzos por construir la Patria Grande.