sábado, 1 de junio de 2024

Promesa y frustración de la democracia

 Los líderes autoritarios de América Latina de nuestros días son producto de la frustración creciente de la gente, y conforme siga dándose ese naufragio, seguirán apareciendo en todas las esquinas del continente.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

Al término del largo ciclo de las dictaduras militares latinoamericanas, después de años en los que las condiciones de vida de la población iban de mal en peor, la promesa de la democracia abrió esperanzas.
 
Aunque siempre ha existido una minoría esclarecida que, por razones ideológicas y políticas, entendía a la democracia como un espacio para poder ejercer libremente su acción política, la mayoría lo que esperaba eran cosas más puntuales, tal vez valdría decir que más elementales: trabajo, salud, seguridad. 
 
En última instancia, eso es lo que añoran los grandes contingentes de población, una vida digna y estable, seguridad para la descendencia en el futuro; si se quiere, la monotonía del bienestar, escapar de las angustias cotidianas por conseguir lo elemental para la supervivencia.
 
Esas pequeñas ambiciones son la base de cualquier otra reivindicación que puede vestirse, o teñirse, con el manto de la utopía, o de un horizonte difuso enmarcado con consignas y banderas, pero que, a la postre, es solo el mascarón de proa del barco que acarrea el pan y la leche.
 
Si la democracia sirve para eso, bienvenida, pero si no cumple con esas expectativas, su futuro es incierto. La gente no quiere a un sistema político porque encarne ambiciones abstractas, sino porque en su marco se solucionan sus pequeños y grandes problemas. Si a la gente se le prometió un mejor futuro con la democracia, ese futuro mejor se lo imaginó estable, justo, equitativo. 
 
En América Latina, las dictaduras militares se fueron desmontando en la década de los ochenta del siglo pasado, y se iniciaron largos procesos de afianzamiento de gobiernos democráticos que fueron abriendo espacios principalmente a algunos grupos que, originalmente, no se encontraban en el libreto de las reivindicaciones populares: los jóvenes, las mujeres, los ambientalistas, el movimiento LGTIBQ. 
 
No es de extrañar que hubiera grandes grupos sociales que se sintieran desplazados de los intereses centrales de los gobiernos democráticos. Esta frustración no afloró clara ni inmediatamente, pero fue cristalizando con el tiempo como un enojo cada vez más grande y agresivo, que se fue manifestando de distintas formas.
 
Una de esas formas fue contra la democracia, que empezó a ser vista como un estorbo para alcanzar las reivindicaciones de base que siempre se añoraron. La democracia y su respaldo -el estado de derecho- se movían como un enorme, viejo e inoperante elefante, a veces miope, a veces corrupto, que respaldaba un sistema en el que, en vez de servir para alcanzar el anhelado bienestar, era indiferente ante una sociedad cada vez más desigual, más insegura y más violenta.
 
Nada extrañe, entonces, que se haya vuelto paulatinamente la vista hacía otro lado, buscando en alguna parte las soluciones. En esa niebla de saber qué es lo que falta, lo que molesta, pero de no saber cómo solucionarlo, aparecen los personajes mesiánicos, los líderes salvadores que tienen el temple y las respuestas. En ellos encarnan las ansias de mejora siempre postergadas, siempre manipuladas.
 
¿De qué orden ideológico son esos hombres fuertes que surgen entre la niebla? A le gente no le importa, lo que le importa es que sean la rama del árbol que los salva de morir ahogados en la correntada que los arrastra.
 
En la carroza del desfile se montan muchos, la mayoría irreflexivamente, pero les es suficiente con sentirse parte del carnaval que avanza y tener, aunque sea en el fondo de la conciencia, una lucecita de esperanza prendida. Sus reivindicaciones son cada vez menos, más elementales, porque con los años han venido perdiendo todo, y se sienten satisfechos con recuperar la paz de las calles o la estabilidad en el bolsillo, aunque lo que tengan en él sea magro. 
 
Los líderes autoritarios de América Latina de nuestros días son producto de la frustración creciente de la gente, y conforme siga dándose ese naufragio, seguirán apareciendo en todas las esquinas del continente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Oi meu amado Este texto foi muito para mim pois sempre acreditei que o sistema democrático me daria a essencia de minha vida.AMAR E SER AMADA. Doce engano pois estes elementos se constiuem numa busca constante e um processo de relacao a dois e isto so acontece na busca do respeito e admiracao do outro pois somos seres de Relacao