"Este andar por la América del Sur del que ahora vengo, significa para cualquiera de nosotros una inolvidable peripecia, una jugosa experiencia que nos enseña cómo son de semejantes y hasta de iguales los grandes problemas en cuya solución estamos empeñados. Nuestra caña se llama petróleo en Venezuela, café en el Brasil, carne en la Argentina, plátanos en Colombia, salitre en Chile y engendran el mismo dolor de pueblo, la misma angustia, idéntica miseria. Por fortuna, suscitan también parejas rebeldías": Nicolás Guillen.
La síntesis de la obra guilleniana, su poesía, su prosa (crónicas, artículos, ensayos), su epistolario y su propia vida, se interrelacionan armónicamente como las partes de un todo, de su vocación cubana, antillana y universal, de donde sobresale su esencia latinoamericana como resumen y expresión acabada de una trayectoria vital, ideológica y literaria. No en balde la gran mayoría de los estudiosos, aun aquellos que han tenido visiones más polémicas o parcialmente desacertadas de su obra, coinciden en que El son entero, publicado en Buenos Aires, en 1947, es el libro “que mejor redondea a Guillén”.[2] Indiscutiblemente, en este, el poeta avanza desde el territorio del idioma, el mestizaje y la confrontación ideológica, hasta la plenitud de la expresión latinoamericana.
Mariano Picón Salas, quien fuera un conocedor de nuestra literatura primigenia, consideraba como un desafío de las generaciones por venir, la profundización de los estudios latinoamericanos: “Ya las gentes del siglo XXI pondrán todo su énfasis en asuntos que a nosotros se nos escapan”[3]. Y uno de los aspectos a desarrollar de los orígenes comunes, son los vasos comunicantes que hacen que: “A pesar de las diferencias y de los contrastes telúricos, desde los días de la colonia la reacción del hispanoamericano ante el mundo tiene una identidad y un parentesco mucho mayor del que se supone”.[4]
De estos presupuestos iniciales de nuestra cultura Guillén escribiría: “Pensamos en el descubrimiento de América... ¿Fue obra de una sola cultura, de una sola ‘raza’? ¿Fue obra exclusiva de España? Indudablemente no. Los conocimientos matemáticos indispensables para la navegación —de origen asiático— fueron introducidos en la península ibérica por los árabes muchísimo antes de que Colón naciera”. [5]
Sobre esta mixtura de civilizaciones, que sirve de antecedente a la literatura que hoy nos es familiar, se van gestando antecedentes de la relación de lo cubano y lo americano. José Antonio Portuondo en su ensayo “Proyección americana de las letras cubanas”, se refiere a la Historia de la música colonial en México de Miguel Saldívar, el cual estudia “que en 1776 comenzaron a circular en México unas coplas escandalosas que habían penetrado por el puerto de La Habana, traídas por las flotas: Qué te puede dar un fraile / por mucho amor que te tenga / un polvito de tabaco / y un responso cuando mueras”. Portuondo al referirse a alguno de estos ejemplos de la cultura popular tradicional, señala: “Aquí está ya, en germen, nuestra poesía mulata, la gran poesía de Nicolás Guillén: su alegre desenfado, la intención satírica, la musicalidad, la presencia de la muerte”. [6]
Los textos académicos a veces tienden a ver parcelas de la poesía negra, o caribeña, o social, y olvidan que todo esto se fragua en una suma poética e ideológica que es su condición latinoamericana. Aquí el idioma es un vector que el poeta domina, otro español, “la lengua perdida”, como bien la nombrara Ezequiel Martínez Estrada. En su polémico y apasionado ensayo: “La poesía afrocubana de Nicolás Guillén” (definición con la que el mismo Nicolás estaría en desacuerdo), Martínez Estrada señala que uno de los aportes más importantes del poeta a la lírica del continente es la singularidad en el uso del idioma. “Guillén trae la cultura arcaica de los pueblos ágrafos y las modulaciones de sentimientos que no necesitan obligatoriamente de la palabra [...] el polen de las culturas ágrafas africanas, que por corrientes subterráneas pueden remontar al lecho del Ganges o del Anáhuac y el Tauantinsuyu de las civilizaciones americanas”. [7]
Don Ezequiel lo resumiría así: “La presencia de Guillén en las letras castellanas es la de un americano insurrecto”. [8] El poeta se nutre de esas raíces que se cruzan entre España y África, pero a su vez se independiza tomando de cada cual lo que le es imprescindible: “no es dialectal, pero tampoco se entrega, en lo más noble y grande de su mensaje, al avasallamiento de la lengua de los vencedores. Pertenece al pueblo vencido”. [9]
Juan Marinello al hablar del poder de la lengua gustaba recordar lo que Unamuno ya había precisado perspicazmente al decir “que la lengua española había dicho en América cosas que nunca dijo en España”. [10] Al abordar el uso del idioma en el autor de Sóngoro cosongo, Marinello lo define con esta bella y sugerente imagen: “precisaba alumbrar el oro novísimo por galerías perfectas, había que expresar lo negro antillano en un lenguaje asequible a negros y a blancos en el que no se escape por las duras mallas del castellano el acento de África en su variante americana. Nicolás Guillén dio con la difícil expresión”. [11]
La presencia africana y la insularidad, teniendo en la lengua y la cultura española sus códigos de comunicación, hacen de la poesía guilleniana, la síntesis caribeña que como una gran corriente submarina nos integra al continente, haciendo el viaje inverso de las primeras piraguas arahuacas. La cultura, y en particular el baile, la música, la pintura y la poesía, han logrado atravesar las fronteras que aún lo político, económico o ideológico no han podido cruzar. El idioma es el cuerpo vivo y múltiple donde se funde el mestizaje y establece sus nuevas formas, desde una historia de origen diverso. Es esa lengua de todos, una patria común con sus singularidades en Brasil o en las Antillas menores.
El brasileño Adelto Gonzalves coloca la obra del poeta camagüeyano en el contexto continental, y en la interrelación sociológica y cultural que legitima el mejor reconocimiento de su importancia. Es interesante cómo el elemento africano o indio se refleja en la literatura continental como fenómeno de simbiosis:
"Guillén es, con certeza en la poesía, lo que el escritor peruano José María Arguedas en la novela, el caso más significativo de simbiosis cultural en América Latina. Su obra fue una contribución decisiva para que el sociólogo y antropólogo también cubano Fernando Ortiz crease en 1940 el neologismo transculturación, hoy indispensable para comprender la historia de Cuba, y, por razones análogas, la de toda la América en general". [12]
El mestizaje es la piedra angular de esa transculturación que se ha dado también en llamar, en lectura más política, integración latinoamericana, pero que en la historia subterránea de los pueblos tiene fuerza como el sincretismo religioso, que viene desde la magia tribal, pasando por la santería del barracón y el cimarronaje, hasta el cristianismo oficial de las clases dominantes, y que Nicolás retrata en la “Canción del bongó”: “En esta tierra, mulata / de africano y de español / (Santa Bárbara de un lado, del otro lado Changó)”. [13]
Las naciones emergentes del siglo XIX, las que oportunamente Darcy Ribeiro definió como “pueblos jóvenes”, y significativamente las que forman el Caribe, fueron las últimas en concluir el proceso descolonizador, y recipiente de las principales corrientes migratorias del continente, ya sean europeas, asiáticas, y/o africanas, son portadoras en su cultura del eclecticismo propio de su formación mestiza.
Un mínimo acercamiento, una simple asociación de amistades, países, cartas, crónicas y versos en el contexto de un largo viaje y un libro, resumen muy sucintamente lo que pudiera ser el capítulo fundamental, que desde lo cubano y antillano proclamaría la expresión latinoamericana. Pero nadie mejor que él para dar fe de ese cúmulo de experiencias. A un año de la publicación de El son entero, en un almuerzo que se le ofreció en el Pen Club de La Habana, en marzo de 1948, a su regreso del recorrido por Nuestra América declara su pertenencia:
"Lo nuestro está más cerca del espíritu latino que nos llegó mediante España, Francia y Portugal, eso sí me es querido de cerca, de apretarlo contra el corazón. Y este andar por la América del Sur del que ahora vengo, significa para cualquiera de nosotros una inolvidable peripecia, una jugosa experiencia que nos enseña cómo son de semejantes y hasta de iguales los grandes problemas en cuya solución estamos empeñados. Nuestra caña se llama petróleo en Venezuela, café en el Brasil, carne en la Argentina, plátanos en Colombia, salitre en Chile y engendran el mismo dolor de pueblo, la misma angustia, idéntica miseria. Por fortuna, suscitan también parejas rebeldías". [14]
Palabras leídas durante el homenaje que la Fundación Bernardo Feitosa, la Universidad del Estado de Ceará, su Secretaria de Cultura y la Fundación José de Alencar ofrecen a la Casa de las Américas por sus cincuenta años de vida.
NOTAS
[1] Conferencia impartida en: Nicolás Guillén. Congreso Internacional Hispanidad, Vanguardia y Compromiso Social. Universidad de Castilla la Mancha, Ciudad Real, 15 al 18 de octubre de 2001. Congreso Internacional en Homenaje a Nicolás Guillén. Universidad Veracruzana, Jalapa, 14 al 17 de mayo de 2002. Festival Mundial de Poesía. Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallego”, Caracas, 25 de marzo de 2004. Publicada en Archipiélago, no. 40, año 9, México, abril- junio, 2003, pp. 28-32.
[2] Enrique Anderson Imbert: Historia de la Literatura Hispanoamericana, Ed. Revolucionaria, La Habana, 1966, p.173.
[3] Óscar Rivera-Rodas escribió “(…) Picón Salas buscó el desarrollo de las ideas de la descolonización y una ética antiimperialista, con una convicción afirmativa orientada al futuro”. Revista Casa, La Habana, número 250, 2008. p. 31.
[4] Mariano Picón-Salas: De la conquista a la Independencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1975, p.17.
[5] Nicolás Guillén: Prosa de prisa, ed. cit., t. III, p.147.
[6] José A. Portuondo: Crítica de la época y otros ensayos, Universidad Central de Las Villas, 1965, pp.168-169.
[7] Nancy Morejón: Recopilación de textos sobre Nicolás Guillén, serie Valoración Múltiple, Casa de las Américas, La Habana, 1974, pp. 74-78.
[8] Ídem.
[9] Ídem.
[10] Juan Marinello: ob. cit., p. 403.
[11] Ibídem, p. 78.
[12] Adelto Gonzalves: “Nicolás Guillén o itinerario de un poeta”, en Revista Iberoamericana, no.152-153, 1990, p. 1171.
[13] Nicolás Guillén: Obra poética, 2 t., Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1995, t. I, p. 98.
[14] Nicolás Guillén: Prosa de prisa, t. III. p. 367.
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