Para nuestra América el 2010 será, como dijo Martí, “la hora del recuento, y de la marcha unida”, en la que “hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
El año 2009 nuestroamericano, con sus triunfos y derrotas, culmina con la invitación a reflexionar sobre el destino de los procesos de cambio en América Latina y nos impone la necesidad de pensar el 2010, con su evocación de los bicentenarios independentistas, como el momento oportuno para profundizar y radicalizar -social y democráticamente- la revolución latinoamericana.
No son pocas las amenazas que se tienden sobre nuestros países: desde las más concretas, visibles en la nueva estrategia de reposicionamiento militar y geopolítico de los Estados Unidos, hasta aquellas más veladas, pero que asoman a través de las construcciones mediáticas que intentan crear un "clima de opinión" propicio para emprender diversas maniobras desestabilizadoras e intervencionistas. En ese sentido, es ilustradora una reciente publicación de la revista Newsweek, que predice –por enésima vez- la muerte de Fidel Castro y el derrocamiento militar de Hugo Chávez para el próximo año. Sin duda, así lo desea Washington, y hará todo lo que esté a su alcance para cumplir la profecía.
Pero si resulta imprescindible prepararse para nuevas arremetidas de los imperialistas y anexionistas de aquí y de allá, aún más lo es el celoso cuidado del rumbo que, desde adentro, seguirán las principales tendencias de cambio en nuestra América, que se enuncian o definen a sí mismas como herederas del pensamiento y los proyectos indigenistas, bolivarianos, martianos, sandinistas, antiimperialistas y antioligárquicos emprendidos desde hace más de dos siglos. En este sentido, el texto del embajador venezolano Roy Chaderton ("¿Y si perdiéramos las elecciones?"), que publicamos en esta edición de CON NUESTRA AMÉRICA, contituye un llamado de atención sobre la actual situación de la Revolución Bolivariana, con lecciones para todo el continente.
De Centroamérica al Cono Sur, el buen gobierno y el mandar obedeciendo, lúcidos conceptos que nos enseña el movimiento zapatista, deben ser pilares de la gestión de los gobiernos, partidos y funcionarios progresistas y nacional-populares, tanto en cuestiones de política interna, como en el fortalecimiento de la nueva arquitectura de la integración regional; y particularmente, en el impulso efectivo, real, de las alternativas posneoliberales y del “buen vivir” en la relación naturaleza-sociedad.
De no ser así, las transformaciones iniciadas desde finales de la década de 1990, verían seriamente comprometidas sus posibilidades de avanzar en la construcción de sociedades otras, es decir, aquellas empeñadas en subvertir las lógicas de la exclusión social y la economía de rapiña impuestas por el neoliberalismo en la región, y que se constituyeron en el sistema y modelo de desarrollo –todavía- dominante en buena parte de nuestros países.
En definitiva, para nuestra América el 2010 será, como dijo Martí, “la hora del recuento, y de la marcha unida”, en la que “hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.
Los líderes políticos, los movimientos sociales –cuya resistencia y movilización hicieron posible el ascenso de las nuevas fuerzas políticas latinoamericanas- y los pueblos todos, deben estar a la altura de las exigencias de este momento histórico.
Si renunciamos a esa necesaria unidad, renunciaremos también a la posibilidad de avanzar por nuestros propios caminos.
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