Los estados se han desnacionalizado en el ámbito cultural porque sus referentes no están en lo interno, ya sea la cultura indígena o campesina, sino que aún toman como eje Europa, los Estados Unidos y hasta México. Es necesario dinamizar y valorar lo nuestro que, sin lugar a dudas tiene mucho que ofrecernos.
La importancia de las ciencias sociales en Centroamérica es precisamente generar conocimiento desde dentro, de la ya larga y abundante experiencia existente en nuestras sociedades. Edelberto Torres Rivas, en un interesante artículo titulado “El pesimismo de las ciencias sociales”, aboga por sacarnos del conocimiento foráneo europeo y tratar de adaptar esas teorías en nuestro propio contexto, el contexto latinoamericano. La cuestión es que necesitamos comprendernos con propuestas científicas endógenas, esa es la clave.
No es que se quiera negar que los científicos de fuera de Centroamérica no hayan hecho aportes importantes en la comprensión del fenómeno en nuestra región; pero la cuestión es que tenemos que ser nosotros mismos, y desde dentro, los que analicemos y demos respuesta a situaciones concretas.
Y es que hay temas de suma importancia que ameritan, para el buen funcionamiento de nuestras sociedades, ser estudiados, y de esos mismos estudios presentar propuestas, como sobre la delincuencia, la gobernabilidad, las poblaciones indígenas, la cultura y el medio ambiente, las relaciones de genero y las relaciones económicas, solo para mencionar algunos.
En los últimos años, los diferentes estados en América Latina se han interesado, salvo en algunas excepciones, en la búsqueda de un conocimiento sobre lo social que le permita emprender un proyecto de integración económica nacional y regional exitoso. El problema es que, en la segunda mitad del siglo XX, se han hecho propuestas desarrollistas para salir de la dependencia que ha existido en el continente sobre la base de la exportación de uno o pocos productos principalmente agrícolas.
La propuesta en lo interno radicaba en dos puntos, y se tomaba como partida el interesante artículo publicado en el CEPA por el economista argentino Prebisch, que perseguía lograr la capacidad económica del consumidor nacional y que promoviera la industria nacional; es decir, promover la diversidad de las actividades económicas. La filosofía se centraba en que la industria tiene que ser complemento de la agricultura.
Lo otro era lograr establecer una integración regional de los diferentes mercados existentes. Lo que los gobiernos hicieron fue no seguir al pie las recomendaciones de la CEPAL, y únicamente promovieron el segundo aspecto. Lo interesante es ver esa elevación del nivel de la capacidad de consumo del habitante latinoamericano, que no radicaba solo en aspecto económico sino también en lo cultural.
Todo esto nos lleva a formular que los términos cultura y desarrollo no están, y muchas veces son obviados o simplemente no los toman en cuenta por, a lo mejor, desconocimiento de sus potenciales. No hay que ver la cultura como elemento desvinculado del factor social y económico.
El historiador Víctor Hugo Acuña es de la opinión que los estados latinoamericanos ha desarrollado sus políticas con base en una diferenciación económica y cultural de los habitantes de sus respectivos países.
En el ámbito urbano es que han radicado las mejoras sanitarias, educativas, relegando a los sectores culturales, relegado a los sectores indígenas y campesinos; y en la mayoría de las veces las mujeres han sido relegadas a un segundo plano de atención. Han existido políticas; pero estas no han sido de un alcance integral, y han sido impuestas desde arriba sin tomar en cuenta las necesidades verdaderas de los habitantes.
Muchas veces el Estado dice: construyamos esta carretera, centros comerciales, este edificio; pero ¿es eso lo que verdaderamente necesita la gente? ¿No será que necesitan salud, puertos, parques, programas para levantar la autoestima, combatir en forma efectiva la violencia, etc.?
Lo otro es lo que podríamos llamar la fragilidad económica de los estados y la falta de maduración de un proyecto de nación incluyente. A esto se une la falta de educación, que no lleva a la población a tener un espíritu crítico. La escuela debe de ser un reducto de crítica a la cultura dominante.
Si solamente los alumnos se están preparando para que obedezcan al educador, no se está haciendo nada, pues no se está trabajando en formar un individuo crítico. Jesús Martín Barbero, sociólogo argentino, en su estudio titulado “Tipología Cultural” lo refuerza. Esta vinculación entre cultura y desarrollo está en el tipo de vinculación que se le da al ciudadano, se trata de una educación descentralizada y que incluya la cultura de las diferentes comunidades y regiones.
En este caso es necesario desligarse de todos aquellos conceptos tradicionales de cultura que muchas veces han mediatizado el fenómeno… En este caso, para salir del impase en lo referente a definiciones, es necesario que el Estado genere políticas culturales respetuosas e integradoras de las diferentes manifestaciones que ofrecen las comunidades y grupos culturales que conforman la sociedad nacional.
Lo que vemos es que en la práctica lo que ha hecho el Estado es crear una diferenciación cultural —caso Guatemala y nuestro país— y sobre eso es precisamente que el Estado ejerce su dominación cultural.
Lo que vemos es que la forma de dominación estatal ejerce un racismo cultural basado en la tipologización de las culturas por el solo hecho que está dominado por una etnia (sea criolla o blanca) La cuestión es que los estados se han desnacionalizado en el ámbito cultural porque sus referentes no están en lo interno, ya sea la cultura indígena o campesina, sino que aún toman como eje Europa, los Estados Unidos y hasta México. Es necesario dinamizar y valorar lo nuestro que, sin lugar a dudas tiene mucho que ofrecernos.
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