sábado, 5 de diciembre de 2009

Numancia

Cuba es nuestra Numancia.
Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica
Poco antes del inicio del primer milenio de nuestra era existió una pequeña población en España, cercana a la actual ciudad de Soria, que se llamó Numancia. Eran los tiempos en los que el Imperio Romano hacía valer su dictum sobre buena parte de la actual Europa y la misma Hispania. Pocos eran los que osaban poner un límite al poder del Imperio.
Numancia, sin embargo, lo hizo.
Los escarceos con las huestes romanas se iniciaron en el año 153 antes de nuestra era, cuando los numantinos, solidarios, dieron asilo a habitantes de la ciudad de Segeda que huían de los desmanes de las escuadras romanas. La respuesta imperial fue brutal pero ineficaz y, a la postre, salió derrotada frente a las murallas de la ciudad.
Veinte años duró el asedio que se le impuso a los numantinos y todo fue en vano.
Unos años antes, en la costa norte africana una ciudad fenicia, Cartago, había sido borrada de la faz de la tierra tras caer derrotada por Escipión, desde entonces llamado El Africano. Dice la leyenda que los ejércitos romanos pasaron el arado sobre las cenizas que quedaron de la ciudad destruida, como símbolo de la fuerza romana sobre quienes osaban oponérseles.
Escipión, convertido en uno de los más eficaces y renombrados generales romanos, fue nombrado por el Senado para darle una lección a Numancia.
Llega Escipión al lugar de los hechos, traza su estrategia y cerca la ciudad con murallas, fosos, empalizadas y elefantes, verdaderas torres móviles guerreras, y más de 60.000 soldados.
Trece meses dura el asedio y, al final, los numantinos se inmolaron antes de caer derrotados ante la superioridad bélica del invasor.
Cuba es nuestra Numancia.

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