Queda por ver si este nuevo episodio mejora o, al contrario, deteriora las precarias condiciones para que se dé un proceso de negociación para la paz en Colombia.
Guillaume Long / El Telégrafo (Ecuador)
La operación Sodoma y la muerte del “Mono Jojoy” y de su séquito más cercano tendrán sin duda consecuencias políticas importantes.
En primer lugar, se confirma la tendencia de un presidente Santos cada vez más fuerte y con cada vez mayor legitimidad en cuanto a “seguridad democrática” se refiere. El miedo de Álvaro Uribe de que Santos pudiera expropiarle su monopolio sobre el conservadurismo seguritista tenía asidero. Santos demuestra que no hace falta que esté Uribe en el poder para que se sigan dando golpes militares a las FARC. Santos consolida, entonces, la noción de que él es el gran artífice de las operaciones Fénix, Jaque y Sodoma.
En segundo lugar, resulta evidente que la muerte de Víctor Julio Suárez Rojas, alias “Jorge Briceño Suárez”, o “Mono Jojoy”, apodo que habría adquirido debido a su capacidad para burlar cercos militares y escabullirse en la selva (reproduciendo la destreza de un gusano selvático conocido como el “mojojoy”), es un golpe importante a la guerrilla. El “Mono Jojoy” venía encabezando, desde hace años, el ala militar del secretariado de las FARC. Era, además, conocido como un miembro del “ala dura”, contrariamente a Raúl Reyes, generalmente percibido como más proclive a una salida negociada al conflicto. Verdadero némesis de varios gobiernos colombianos y el hombre más buscado de la organización, Briceño era el “terrorista” que todos amaban odiar. Su gruesa figura, boina negra y largos bigotes sobrepasando la comisura de los labios, constituían uno de los rostros más conocidos y temidos de las FARC. En este sentido, nadie puede negar el importante golpe de efecto logrado por el Gobierno colombiano.
Por otro lado, no es menos cierto que el “Mono Jojoy” parecía jugar un papel cada vez menos protagónico en el seno de la organización. Muchos hablaban de serios problemas de salud y circulaba el rumor de una diabetes avanzada. Además, el nuevo líder de las FARC, Alfonso Cano, no parecía tener cercanía con Briceño, por lo que muchos especularon (como suele ser en el caso de las FARC) que el “Mono Jojoy” había sido aislado dentro de la organización. Quizás por este motivo, su muerte tenga efectos menos visibles en la estructura interna de las FARC. La organización, además, ha tenido una notoria capacidad de reciclarse, ascendiendo a nuevos cuadros en el lugar que ocuparon los caídos.
Queda por ver si este nuevo episodio mejora o, al contrario, deteriora las precarias condiciones para que se dé un proceso de negociación. Varios políticos, incluyendo la incansable luchadora por la paz, la senadora Piedad Córdoba, pero también el ex presidente Ernesto Samper, recibieron la noticia de la muerte de Briceño con un llamado al diálogo entre las partes. Muchos han observado que este último golpe a las FARC no significaba ni la muerte de la organización ni el fin de un conflicto que tiene aún mucho potencial para eternizarse.
El Gobierno, por su lado, puede haber necesitado un golpe político de esta naturaleza para contemplar sentarse a negociar con las FARC. Al mismo tiempo, también se corre el riesgo de que este tipo de gobierno sucumba ante la gran tentación de seguir en esta misma lógica militar; de pasar de la operación Sodoma a la operación Gomorra, y así sucesivamente, en contra de otros líderes guerrilleros.
En el corto plazo, las FARC responderán con más belicismo. Pero en el mediano y largo plazo, la muerte del “Mono Jojoy” podría contribuir a fortalecer el ala menos intransigente del grupo, lo que –dejándonos llevar momentáneamente por una pizca de optimismo (a veces necesario)– podría abrir las puertas a una urgente salida negociada al conflicto.
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