La disyuntiva hoy es construir una historia de la Patria Grande o una veintena de historias chicas relatadas en manualitos incomprensibles.
Carla Wainsztok / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
(Ilustración: detalle del mural "Grito de los excluidos", de Pavel Egüez)
Pensar hoy en nacional y latinoamericano es una tarea que hemos heredado de los viejos y queridos maestros. Entiendo por viejos maestros, no sólo a Bolívar, San Martín, a Jauretche, Martí, Mariátegui, por sólo nombrar a algunos de los autores que hemos de convocar en este trabajo, principalmente porque son guías para las prácticas de liberación de nuestros pueblos.
“Los líderes, ensayistas o intelectuales que calaron hondamente en el registro político cultural latinoamericano, fueron verdaderos intérpretes; capaces de sintetizar, con mayor o menor envergadura, los deseos, identidades y reivindicaciones; los lineamientos a menudo complejos y contradictorios de contenidos en el modo de percibir el mundo de las mayorías” (Argumedo, 1992: 175).
Denunciar la opresión ominosa es comenzar a transitar la tarea de una América Latina venturosa.
“Cuando las grandes naciones tienden sus brazos de conquista sobre los pueblos indefensos, siempre declaran que sólo aspiran a favorecer el desarrollo de las comarcas codiciadas” (Ugarte: 1996, 29). Sin embargo, sabemos bien y demasiado que significa civilizar, democratizar, visitar y conquistar El problema se suscita cuando -al hablar de ilustración, modernidad y razón-, se confunden, la “universalidad abstracta con la mundialidad concreta hegemonizada por Europa como centro” (Dussel, 2003:48) o por los Estados Unidos.
La expoliación en Nuestra América es doble: explotación económica y colonización cultural o pedagógica. Nos han privado, nos quieren seguir privando, de nuestras cuentas (recursos naturales, estratégicos) y de nuestros cuentos (relatos identitarios). Por ello “se impone una especie de arqueo continental, un recuento de las riquezas enajenadas (con sus posibilidades de rescate), un inventario de cuanto escapó a las compañías extrañas, un balance, en fin, de lo que todavía nos pertenece o puede volver a nosotros. Porque en todos los órdenes, en todos los capítulos, en todos los engranajes, han de ser gradualmente reemplazados en el porvenir de los organismos ajenos por fuerzas propias que aseguren a la nación la solidez a que tiene derecho” (Ugarte: 1996, 173) y a América Latina.
Por eso aquí estamos los Pueblos, combatiendo con la mejor de nuestras armas: “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras” (Martí: 1980; 19)
Y es que, como afirmaba Jauretche, debemos aprender a ver y a pensar en nacional y latinoamericano, sabiendo que la tarea consiste en “formar conciencia… Por eso hablo de las napas profundas, trabajo que pasa inadvertido para un pragmatismo que computa resultados a la vista sin indagar cómo el napa de las aguas subterráneas afloró y por qué (…) Aprendamos del adversario, de esa oligarquía y de ese coloniaje que han organizado la superestructura cultural del país y han dispuesto de ella, como la más eficaz arma de su arsenal” (Jauretche, en Galasso, 2005: 539) LEA EL ARTÍCULO COMPLETO AQUÍ...
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