Entrevista con Jaime León Sepúlveda, defensor de
derechos humanos, sobre la situación del conflicto armado en Colombia: “Todavía
no se sienten los efectos del diálogo de La Habana en la base”.
Sergio
Ferrari / Especial para Con Nuestra América
Desde Ginebra, Suiza
Jaime León, defensor de los derechos humanos en Colombia. |
Colombia parece vivir hoy una relativa esquizofrenia
política. Mientras en La Habana sigue avanzando el diálogo para la paz entre
los emisarios del Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias), en el país mismo, a la base, no se sienten todavía
efectos directos de ese proceso en marcha. E incluso espacios
políticos-institucionales –como el Gobierno progresista de la capital Bogotá-
son atacados por fuerzas conservadoras. Una realidad contradictoria, tal como
los describe en esta entrevista durante
su visita a Europa, Jaime León Sepúlveda, fundador y coordinador de la
Corporación Claretiana Norman Pérez Bello. Quien a pesar de su juventud, es una reconocida personalidad
colombiana en la defensa de los derechos humanos en su visión más amplia e
integral. Su trabajo va desde el acompañamiento a comunidades desplazadas hasta
la defensa de pueblos indígenas amenazados de la región del Orinoco, pasando por su compromiso por la
defensa del medioambiente y la soberanía alimentaria campesina. Hace parte del
comité del Movimiento Nacional de Víctimas de
Crímenes de Estado (MOVICE), de la Coordinación colombiana
Colombia-Europa-Estados Unidos e integra el programa de cooperación solidario
de la ONG suiza E-CHANGER en Colombia.
P: ¿A
qué se dedica la Corporación Claretiana que usted dirige?
Jaime
León Sepúlveda: En Bogotá, a la acogida y el acompañamiento a personas
desplazadas víctimas de la violencia.
Fuera de
la capital, apoyamos estrechamente a
comunidades campesinas e indígenas con el objetivo de proteger su derecho a la
tierra y el arraigo a su territorio. Con una visión integral: protección de la
vida y sus derechos en general; defensa del ambiente; desarrollo socio
económico, valores y cultura. Los colegas de la Corporación estamos presentes
en el terreno, compartimos parte de la vida cotidiana de esas comunidades.
Así
mismo, nos batimos por la recuperación de la memoria individual y colectiva de
los que han contribuido con su compromiso de paz y justicia y fueron golpeados
por la violencia. Es una tarea difícil, muchas veces dolorosa. Implica en
ocasiones exhumaciones de restos, inhumaciones de cuerpos, atención psicosocial
a comunidades y personas golpeadas; sistematización de testimonios y experiencias.
Para
poder hacer todo eso es esencial estar interrelacionados; apoyar y recibir apoyo de otras
organizaciones sociales, de iglesia y del movimiento social en general. Somos
parte del movimiento nacional de víctimas, de movimientos por la paz, de Mesas
de derechos humanos regionales, congreso de los pueblos. Sin olvidar nuestra
estrecha relación con organizaciones e iniciativas de incidencia internacional como la Coordinación
Colombia-Europa y ONG suizas en particular.
“Lo más importante, soñar con la paz”
P: ¿En
qué medida las negociaciones que se realizan desde octubre del 2012 en La Habana, Cuba, entre el Gobierno del presidente Juan Manuel
Santos y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), repercuten en
vuestro trabajo de defensa de los Derechos Humanos?
J.L.S.: Lo más importante es que refuerza nuestro
sueño de paz. Se ve como una
posibilidad. Es relevante que dos de los actores del conflicto estén
dialogando. Nos da esperanza y por eso defendemos el proceso de negociación
aunque no participemos directamente. Dado
las fuertes hostilidades y combates que a diario se libran entre los
actores y contra la población, seguimos viendo la paz tan cerca y tan lejos…
P: ¿Pero
en vuestro trabajo cotidiano, se ve ya una cierta mejoría ligada a la dinámica
negociadora de La Habana? ¿Tiene repercusiones directas?
J.L.S: En realidad no. En 2013 protegimos a más de 40 personas en altísimo
riesgo. Que significa para nosotros, un incremento de un 60% con respecto a
atención del 2012.
En las
ciudades se persigue ahora a las personas que llegaron huyendo del interior y
que empiezan a ejercer un liderazgo y a exigir sus derechos.
En el
campo los combates se han focalizado más en lugares donde se presume que están
altos mandos de las guerrillas de las FARC- EP y el ELN, agrediendo a la
población civil en aras de dar de baja o capturar a los combatientes rebeldes.
De igual
manera, los grupos paramilitares ahora llamados Bandas Criminales (BACRIM) están haciendo controles en poblados
y ciudades y generan víctimas. Los asesinatos y amenazas a líderes de procesos
de restitución de tierras están vigentes.
Por otra
parte, la cada vez más significativa inversión nacional e internacional en
sectores económicos como la minería, sin
ningún respeto por el medio ambiente, crece de la mano de este conflicto que no
cesa y que genera nuevas posibilidades económicas para sectores de gran poder.
Sin olvidar, para completar este cuadro, la inoperancia de la justicia y la
impunidad.
Las distintas visiones sobre el diálogo
P: Este
cuadro político no parece muy alentador, ¿cuál es la expectativa real sobre una
salida política negociada del conflicto, en la base, en el ciudadano de la
calle sea del campo o de la ciudad?
J.L.S:
Realmente es muy variada.
Hay que
recordar que desde 1982 todos los intentos de paz negociada se frustraron. Con
el consiguiente incremento de la violencia, la pobreza y la desigualdad. Y eso
marca mucho.
Ahora la
gente percibe dos mensajes muy diferentes sobre este nuevo diálogo en marcha.
Por una
parte, se anima el proceso desde sectores académicos, algunos medios y las
iglesias. Lo que produce en la base un cierto optimismo. A pesar que sienten
que el proceso de La Habana es lejano reivindican no obstante las mesas de
debate organizadas en el país por las Naciones Unidas y el Parlamento
colombiano donde algunos dirigentes sociales pueden opinar.
Por otra
parte, hay quienes se apropian de los mensajes guerreristas deseando volver a
un gobierno de mano y palabra dura, sin negociación, como
fue el del presidente Álvaro Uribe.
P: ¿En esa contradictoria credibilidad ciudadana
hacia el proceso de paz que usted describe, cómo impactó la ofensiva de la
ultraderecha para destituir a Gustavo Petro, alcalde de Bogotá, considerado
progresista?
J.L.S:
Tuvo un impacto de desesperanza. Hay importantes sectores ciudadanos que
apuestan a la paz pero tienen miedo que a la hora de alcanzar acuerdos no se
respeten. Y por el contrario se cierren los espacios democráticos –como está
sucediendo a una Bogotá gobernada por fuerzas progresistas- y se vuelva a
repetir la historia de persecución a los que piensan diferente. Como ocurrió con el genocidio político
contra la Unión Patriótica, cinco mil militantes y dirigentes fueron asesinados
por pensar y proponer un país diferente.
Los
desplazados, por otra parte, no ven que se concrete la prometida recuperación
de sus tierras, se van diluyendo en las ciudades y cada vez menos quieren regresar a sus
territorios, a pesar de anhelar la paz, y sin saber bien cómo podría ser
realmente una nación sin conflicto armado, pero cada vez más desigual y con
menos oportunidades.
Riegos
y satisfacciones de un defensor de DDHH
P: ¿Qué
significa ser un DEFENSOR de derechos humanos en Colombia?
J.L.S:
Lo que me apasiona es el contacto, el intercambio con las poblaciones, comunidades y personas
que han sido afectadas o van a ser afectadas de una u otra manera por el
conflicto. Y que casi siempre son las más humildes y pobres. Un afectado en sus
derechos es una persona herida, dolida, temerosa, a veces rencorosa, que busca
sobrevivir junto a los suyos, su humanidad está muy frágil, lo que nos recuerda
que nosotros mismos también somos vulnerables. Ser un defensor es construir juntos
caminos de justicia y amor humano verdaderos. Tenemos todo para hacerlo: vida y
memoria, un hermoso y rico país y somos muchos y muchas. Ser un defensor de
derechos humanos es un trabajo dedicado, con humanismo y fraternidad,
disciplinado, protegiéndonos, colaborando con otras organizaciones y personas.
Los
riesgos son bastantes aunque con disciplina y juicio uno encuentra los medios
para protegerse y proteger el trabajo y su familia. Algunas veces hemos sufrido
amenazas pero afortunadamente en tanto organización de la iglesia hemos podido
continuar.
P: ¿Se puede hablar de satisfacciones en un
trabajo tan desafiante?
J.L.S:
¡Sí y son muchas! Por ejemplo, ver
tranquilos en nuestros espacios protegidos a las personas perseguidas. Quienes
agradecen poder comer y dormir tranquilos, sentir que la vida no es correr y
tener siempre miedo. O ayudar a
recuperar la tierra u otra tierra a familias campesinas y ver que se
sienten bien, cultivando y en su medio. Incluso, poder recuperar cuerpos de
personas asesinadas o desaparecidas, sabiendo que ayuda a superar la terrible
tristeza de sus familiares. Y
definitivamente ver a los jóvenes, niños y niñas jugar, aprender y
compartir en nuestros espacios formativos y lúdicos llamados “Artiando mis derechos” y “Remendar
nuestra Historia Tejer la Esperanza”, es muy esperanzador, allí sentimos que vale la pena nuestra brega
diaria.
P: ¿Qué
expectativas tiene de este viaje europeo? ¿Qué significa hoy la
solidaridad internacional para los defensores de derechos humanos colombianos?
J.L.S:
Espero poder compartir las alegrías y las tristezas de nuestro pueblo humilde y
perseguido. Encontrar personas sensibles, receptivas a nuestro testimonio,
achicando distancias y aunando fuerzas para una Colombia y un mundo mejor. Espero
conocer cómo viven los amigos y amigas suizas y europeas que han trabajado con
nosotros en Colombia. Para entenderles mejor, conocer su forma de vida, el
funcionamiento de las instituciones y el gobierno y poder luego compartir estas experiencias a
mis compatriotas.
Mi
organismo y yo hemos sido afortunados de conocer a personas solidarias que,
como decimos en Colombia, fueron a ayudarnos en cuerpo y alma. Actitud que nos
enriqueció muchísimo. A pesar que somos conscientes que la propia crisis
europea afecta la cooperación activa. Es importante sentir la presencia de la
solidaridad europea. Sin olvidar, por ejemplo, que Noruega es uno de los países
facilitadores del proceso de paz y son abundantes las organizaciones de la
sociedad civil Suiza activas y presentes para consolidar el trabajo de la
construcción de la paz desde la base en mi país.
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