Nos alegra la
emergencia de la Celac y la denuncia que
Ecuador y otros países han hecho del TIAR, un organismo para nosotros
inútil y perverso, que no fue capaz de impedir guerras de despojo ni la
agresión inglesa en las Malvinas.
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo (Ecuador)
Hasta hace cincuenta
años, a los niños latinoamericanos nos hacían cantar en las escuelas el célebre
Himno Panamericano, que comenzaba: “Un canto de amistad,/ de buena vecindad,/
unidos nos tendrá eternamente…”. Y luego mencionaba el nombre de todos los
países del continente, para concluir diciendo que todos ellos “son hermanos
soberanos de la libertad,/ son hermanos que unidos siempre vencerán”.
Cada lunes entonábamos
ese canto con ingenuidad infantil, bajo el estímulo de unos maestros simplones,
que no sabían que ese himno, impuesto por el Ministerio de Educación, actuaba
como un lavado de cerebro masivo diseñado en
Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría.
Y es que sus
inspiradores querían hacernos creer en babosadas como la ‘hermandad
continental’ y la ‘buena vecindad’ con
EE.UU., que en la práctica eran negadas por la política económica y
militar de la potencia del norte. Por eso encargaron la elaboración de la letra
de ese himno a Rodolfo Aníbal Sciammarella, un popular escritor argentino que
hizo también las letras de ‘Salud, dinero y amor’ y ‘Besos brujos’.
Entre tanto, EE.UU.
llenaba de bases militares el continente, comenzando por las colonias
británicas, siguiendo con países latinoamericanos, como Brasil, Ecuador,
Nicaragua y Guatemala, y agregando sus posesiones coloniales de Puerto Rico,
Guantánamo (Cuba), la Zona del Canal (Panamá) y las Islas Vírgenes.
También desataron una
abierta guerra ideológica contra los que consideraban sus enemigos. Por presión
suya, los partidos comunistas fueron perseguidos y puestos fuera de la ley en
muchos países del área, mientras que los gobiernos nacionalistas y populistas,
tolerados de mala gana en años anteriores, fueron combatidos y desestabilizados
por iniciativa y con apoyo de Estados
Unidos. Getulio Vargas fue derrocado en Brasil, en 1945. Gualberto Villarroel
fue derrocado y asesinado en Bolivia, en 1946, en un motín preparado por la
embajada norteamericana. Y en enero de 1946 fue publicado el Libro Azul del
Departamento de Estado, que acusaba de fascista al coronel Juan Domingo Perón,
líder nacionalista argentino y candidato a la presidencia de su país.
Finalmente, a partir de
1947, EE.UU. se lanzó a consagrar el sistema de dominación política y militar
que habían ido desarrollando en el continente. En septiembre de 1947 fue
suscrito el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), pacto
militar que nos hizo apéndices de ese sistema estratégico anticomunista.
Y en mayo de 1948 se
suscribió la Carta de la OEA, organismo destinado al control político de
nuestros países por parte de Estados
Unidos.
Por eso nos alegra la emergencia de la Celac y la denuncia que Ecuador y otros países han hecho del TIAR, un organismo para nosotros inútil y perverso, que no fue capaz de impedir guerras de despojo ni la agresión inglesa en las Malvinas.
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