Es auspicioso que haya
quedado claro que todos los gobiernos de la región, al margen de sus
posiciones, se encuentran representados en Celac.
Roberto Follari / El Telégrafo (Ecuador)
Y esta vez en La
Habana, símbolo mayor de las revoluciones de segunda independencia en la
región. Nada menos. Reunión con presencia de México, ensanchando con fuerza la
representatividad del organismo multilateral. El mismo México, que jamás rompió
con La Habana en la era de la Guerra Fría y el peor momento del bloqueo. Esa
maravillosa tradición mexicana de independencia en política exterior, que vino
a arruinar desastrosamente Castañeda hijo, aquella vez que pidió a Fidel que se
volviera rápido a la isla.
Pero no es el clima
ahora para los Castañedas hijos, para los Montaner, los Vargas Llosa, los
Grondona, los Bayly, los Openheimer, esos múltiples voceros oficiosos del
imperio que por años han sembrado su voz antipopular y pro estadounidense en
Latinoamérica.
Hay ahora otros aires, y nuestros pueblos tienen gobiernos que
los representan y defienden, al menos en muchos de los casos. La Celac es ejemplar fruto de esas políticas de
autonomía latinoamericana. Por eso, la presencia del secretario general de la
OEA esta vez fue elocuente; implica reconocer a la Celac como organización
efectivamente representativa. Y si bien es cierto que la OEA, bajo la
coordinación de Insulza, ha hecho un papel de cierta dignidad, también lo es
que se trata de una organización ‘panamericana’, de aquellas que Estados Unidos plantearon cuando la lucha
contra el bloque soviético, para que nuestros países operaran como pretendidos
peones del ajedrez geopolítico y militar del Norte.
De modo que la Celac
reunida en Cuba es un acontecimiento motivador y simbólico. También lo es que
haya sido ocasión para condenar los procesos de espionaje que Estados Unidos
sostiene de manera ilegal y encubierta en la región, a la vez que en todo el
resto del planeta (incluidos sus propios ciudadanos en su propio territorio). Y
es auspicioso que haya quedado claro que todos los gobiernos de la región, al
margen de sus posiciones, se encuentran representados en Celac.
Porque ese es el salto
cualitativo logrado.
Ojalá no ocurra, pero quizá un día el mapa político latinoamericano pueda volver a tener dominancia de gobiernos proclives a las políticas neoliberales del Norte. Pero para entonces, esos gobiernos decidirán desde sí mismos y sus intereses, no por las presiones directas que se ejercen en organismos como la OEA. Y, ciertamente, si algún día hay ese tipo de gobiernos será porque ganó en las urnas, no ya por golpes de Estado y procesos desestabilizadores que -como el que la derecha financiero/mediática promueve hoy en la Argentina- motivan el rechazo e incluso la intervención solidaria de la Celac, como ocurrió en su momento para los casos de Ecuador y de Bolivia.
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