sábado, 8 de febrero de 2014

Los ataques especulativos

Argentina y Venezuela en particular, pero todas las economías – de América Latina, de los llamados países emergentes y de los otros también– sufren ataques del capital especulativo. Es un rasgo estructural del período neoliberal del capitalismo.

Emir Sader / ALAI

El capital financiero, que había nacido para apoyar la inversión productiva, en este período histórico se ha autonomizado y ha ganado el rol hegemónico en el capitalismo. El sistema bancario no se dedica prioritariamente a financiar las inversiones productivas, a la investigación o incluso al consumo, sino a comprar y a vender papeles, en una actividad estrictamente especulativa.

Es un capital que recibe tratamiento preferencial porque las tasas de interés son más altas que las tasas de ganancia, se gana más en las Bolsas de Valores que financiando al capital productivo. Se paga menos impuestos, porque los gobiernos, necesitados de atraer esos capitales, les favorecen con menor tributación. Y gozan de enorme liquidez, pudiendo desplazarse hacia otras plazas, en caso de que les convenga, por razones financieras y/o políticas.

Disponen, asimismo, de gran capacidad de presión política sobre gobiernos. Ni siquiera necesitan abandonar un país, les basta con amenazar hacerlo, para poder contar con concesiones – como el alza de las tasas de interés, por ejemplo – a su favor. En los años 1990 una empresa norteamericana de asesoría a los capitales especulativos, en un ataque de sinceridad, aconsejó: “Participen de la fiesta, pero quédense cerca de la puerta”.  La “fiesta” eran los procesos de privatización, los juegos de préstamos a tasas de interés muy altas, las compras de empresas quebradas.

En muchos países del continente ya no hay esa fiesta, pero la hegemonía del capital financiero en escala mundial, sigue presionando para canalizar capitales hacia la especulación, en detrimento de las inversiones productivas. Diariamente oímos de las astronómicas cifras de las Bolsas de Valores, que no han producido ni un bien, ni un empleo, y que simplemente han acentuado el proceso de concentración de la renta.

Nuestros países encuentran dificultades para defenderse de esa acción predatoria de los capitales financieros, aún más cuando están actuando a nivel nacional. El Banco del Sur es todavía un proyecto naciente, que no logra articular estrategias de conjunto para la región, que puedan llevarlo a tomar medidas de defensa respecto a esos ataques especulativos. Las propias monedas nacionales son más débiles frente a las maniobras – especialmente del dólar -, que si fuera posible construir una moneda común de la integración regional. El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, dice que su país está dispuesto a abandonar la dolarización, pero no puede volver al sucre, tendría que hacerlo en la perspectiva de una moneda regional.

Esa es la pelea más grande que enfrentan los países que buscan construir alternativas al modelo neoliberal. Un modelo centrado en la hegemonía del capital financiero, en su modalidad especulativa. Una propuesta de que nuestras sociedades sean reducidas a sus mercados, que todo sea mercancía, que todo se venda, que todo se compre, que todo tenga precio, a expensas de los derechos de las personas.

La conformación más amplia y más homogénea del nuevo Mercosur es el espacio privilegiado para que la región pueda tener proyectos de integración de carácter económico, tecnológico, financiero, educacional, de comunicación, entre otros. Para ello es indispensable imponer un nuevo ritmo al MERCOSUR, dejando atrás el período en que corporaciones brasileñas y argentinas simplemente disputaban mercados entre sí. Como decía el ex-Canciller brasileño Celso Amorim –actual Ministro de Defensa -: “No se trata de competir entre industriales de refrigeradoras argentinos y brasileños, sino de construir el refrigerador del Mercosur”.

Al mismo tiempo que la región pueda defenderse en mejores condiciones de las presiones recesivas que llegan del centro del capitalismo e incluso desde el interior de nuestros países, es indispensable que Unasur resuelva, de una vez por todas, el tema de su dirección, para retomar su rol fundamental en América del Sur. En el momento mismo en que la propuesta de la Alianza para el Pacifico pierde su empuje, con la perspectiva más integradora que Michelle Bachelet pretende imprimir a su política exterior en la región, y el debilitamiento de las otras economías de ese proyecto.

Quebrar la hegemonía del capital especulativo es la condición decisiva para que nuestros países puedan retomar un ciclo económico expansivo, ahora bajo proyectos de integración regional más amplios.


- Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileño, es coordinador del Laboratório de Políticas Públicas da Universidade Estadual do Rio de Janeiro (UERJ).

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