La globalización de las comunicaciones
concentradas y transnacionalizadas otorga algunos de sus rasgos característicos
a nuestra época, y ha permitido el surgimiento de grandes emporios
comunicacionales que concentran poder, y que hacen uso de él en función de
intereses de gobiernos y corporaciones centrales en el capitalismo
contemporáneo.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Los medios de comunicación de las
grandes empresas mediáticas siguen las mismas estrategias discursivas en toda
América Latina. Lo hacen porque saben que, como dice Giovanni Sartori, “las noticias televisivas influyen de un modo
decisivo en las prioridades atribuidas por las personas a los problemas
nacionales y en las consideraciones según las cuales valoran a los dirigentes
políticos”.
En el contexto globalizado, los países
centrales no sólo manejan los medios de comunicación, muchas veces convertidos
en “el mensaje”, sino también los soportes tecnológicos. Para ello, mientras se
somete a los países periféricos a recetas de ajuste y desinversión, de ausencia
del Estado, en los países desarrollados se invierten grandes porcentajes de los
productos brutos nacionales en educación de recursos humanos y desarrollo de
ciencia y tecnología.
La globalización de las comunicaciones
concentradas y transnacionalizadas otorga algunos de sus rasgos característicos
a nuestra época, y ha permitido el surgimiento de grandes emporios
comunicacionales que concentran poder, y que hacen uso de él en función de
intereses de gobiernos y corporaciones centrales en el capitalismo
contemporáneo.
No es extraño, entonces, que apliquen
estrategias comunes en muchas partes. La primera de estas estrategias es
desinformar sobre lo que va en contra de los intereses corporativos que
defienden, lo que equivale a ocultar, borrar, hacer como que algo no existe.
Como contraparte, ofrecen al lector promedio contenidos livianos, chismes,
pornografía disfrazada.
En este sentido no mienten, omiten.
Dirigen la atención del lector hacia la esquina opuesta en donde suceden las
cosas que no quieren que se conozcan y transforman en objeto de comentario,
discusión y análisis esa agenda liviana que ofrecen. El resto, queda opacado,
en segundo o tercer plano o, del todo, inexistente.
La segunda estrategia es mentir
abiertamente, y luego, si es necesario, rectificar, cuando ya la bola se ha ido
cuesta abajo y se ha transformado en una avalancha. Mienten abiertamente o de
forma sesgada, pero mienten; difunden fotografías que atribuyen a ciertos
hechos cuando, en realidad, pertenecen a realidades, lugares y situaciones
distintas. Se ha comprobado fehacientemente en múltiples oportunidades y, en
América Latina, el caso paradigmático en este sentido es lo que ha publicado la
prensa venezolana. Hace un año, mostraron fotografías de la represión a
manifestaciones de la Primavera Árabe como si hubieran sido tomadas en Caracas.
Pero esto no sucede solo en nuestro
patio. En Ucrania, el gobierno de Poroshenko mostró fotografías de tanques
rusos traspasando la frontera para reforzar a los insurgentes de Donetsk. Las
fotos resultaron ser del conflicto en Georgia en el 2008.
En América Latina, diarios y estaciones
de televisión se han transformado en articuladoras de la oposición de todo lo
que huela a anti-neoliberalismo, que es este, el neoliberalismo, en última
instancia, el modelo que defienden.
En Costa Rica, por ejemplo, eso es lo
que está pasando en estos días. El diario La
Nación pone la agenda del país al señalar los problemas que considera
relevantes de la agenda nacional, se ocupa de promover una agenda frívola que
desvía la atención de los problemas centrales, y descredita a quienes considera
peligrosos por representar a fuerzas sociales que pueden poner en peligro sus
privilegios.
Cuando se realizó, en días pasado, la
Cumbre de la CELAC, nunca dio a conocer los planes y proyectos que esta tiene
sino que se ocupó de poner, en el centro de la atención de todos los
costarricenses, dimes y diretes en torno a Daniel Ortega, como si eso hubiera
sido el aspecto central de la reunión. Es decir que ocultó y desvió la
atención.
Eso pueden hacerlo porque la posesión de
los medios de comunicación está concentrado. Ponen el grito al cielo cuando
alguien sugiere que, en democracia, debería haber un balance para que más
grupos sociales puedan expresarse.
Aún son muy fuertes, pero llegará el tiempo
de las reformas en ese sentido. Es más, ya ese tiempo ha empezado a llegar en
algunas partes de América Latina, como Ecuador y Argentina, por ejemplo, y
bastante escarnio han hecho con ellos por las leyes progresistas, democráticas,
de avanzada, que han logrado aprobar.
Transitamos un nuevo tiempo también en ese sentido.
Transitamos un nuevo tiempo también en ese sentido.
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