Los recientes hechos de violencia en el estado de Guerrero, son sólo
una más de las múltiples expresiones represivas del Estado, que temeroso de la
organización popular recurre a la fuerza para imponer su voluntad y mantener su
dominio. No hemos cumplido los cinco meses de la desaparición de los 43
estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y la nota sangrienta, vuelve a ocupar
nuestras plumas e indignar nuestros corazones.
Cristóbal León Campos / Especial
para Con Nuestra América
Desde Yucatán, México.
Hace ya más de siglo y medio de que Carlos Marx escribió una de sus
más celebres obras intitulada “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, en la
cual, analizó la revolución francesa de 1848-1851 y desarrolló de forma más
acabada los principios fundamentales del materialismo histórico; la teoría de
la lucha de clases y de la revolución proletaria; la doctrina del Estado y de
la dictadura proletaria. En esta obra, Marx decretó de manera categórica y
trascendente para todo su pensamiento posterior, el hecho fundamental de que el
proletariado tiene como condición inevitable para su desarrollo pleno que
destruir la maquinaria con que funciona el Estado burgués.
En la misma obra, planteó una de sus frases más célebres: “La historia
se repite dos veces. La primera como tragedia, la segunda como farsa”. Ejemplo
de su lectura crítica de Hegel, dos palabras resaltan en estos momentos de la
frase en forma particular: tragedia y farsa.
Para nadie en México son ajenas las trágicas condiciones en que
millones de personas viven a diario; la extrema pobreza, el analfabetismo, la
discriminación y racismo, junto a la explotación laboral, laceran toda
posibilidad de desarrollo de las clases desposeídas, no es un secreto, que
literalmente cientos de personas son despedidos y arrojados a la extrema
pobreza por un sistema que en su naturaleza lleva tatuado como sello distintivo
la frase “inhumano”.
La farsa en que han convertido nuestra realidad a través de los medios
de comunicación, que cómplices de los poderos reducen nuestras vidas a simples
personajes de telenovela, donde se nos dicta como sentencia bíblica el papel y
el rol que cada uno de nosotros debe jugar en el concierto social, únicamente
dependiendo de clase a la que pertenezcamos. Los moldes perfectamente
confeccionados deben ser rellenados por los individuos de manera acrítica,
salirse de los esquemas establecidos, es sin duda, una ofensa mayor que el
órgano regulador del poder: el Estado, debe detener a toda costa, siendo la
violencia el modo más brutal y más recurrido en la historia. Así lo fue la
Inquisición, así lo es hoy, la criminalización de la protesta social y de la
organización de los de abajo para defender sus derechos y luchar por mejores
condiciones de vida.
Los recientes hechos de violencia en el estado de Guerrero, son sólo
una más de las múltiples expresiones represivas del Estado, que temeroso de la
organización popular recurre a la fuerza para imponer su voluntad y mantener su
dominio. No hemos cumplido los cinco meses de la desaparición de los 43
estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y la nota sangrienta, vuelve a ocupar
nuestras plumas e indignar nuestros corazones.
La represión sobre los maestros de Guerrero, el asesinato de Claudio
Castillo Peña, maestro jubilado, que falleció la madrugada de hoy (25 de
febrero), a causa de la golpiza propinada por la policía federal, son
nuevamente la reaparición de la tragedia como farsa de la que Marx habló. NO
hay que taparse los ojos, lavarse las manos ni golpearse el pecho. Esto nos es
más que un crimen de Estado, una represión sistemáticamente planeada, que se
acompaña de las mentiras transmitidas en prensa, radio, televisión e internet.
No bajen sus puños los luchadores de “perfomance” ni los intelectuales “puros”.
Guerrero es la llaga trágica de la farsa real de nuestro México, es la
expresión de la injusticia consumada en violencia, es el dolor de una nación
que en horario estelar ve masacrar sus derechos y sueños y se acuesta soñando
con poseer materialmente lo que en nada satisface su más sublime necesidad
humana. Guerrero es en suma, nuestra historia patria negada, es Ayotzinapa,
Tlatelolco, Oaxaca, Atenco, Aguas Blancas, Chiapas, y muchos pero muchos más.
La violencia de Estado, es el baile que los cerdos celebran
deliberadamente, es su banquete donde sedientos de impunidad, juegan con las
vidas como si arrojaran el cubilete esperando ver quién gana.
Desde esta tribuna exigimos castigo a los culpables de asesinato y
reclamemos la liberación inmediata de los detenidos. Guerrero como todo México
está en pie, sostenido por quienes construimos esta sociedad y la hacemos
avanzar, invertir el orden de cosas como planteara Marx en el “El Dieciocho
Brumario”, es en sí, el inicio del fin de la farsa y la tragedia.
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