El nacimiento de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en la Cumbre de 2010,
ha provocado un giro histórico en la integración regional. Es que la entidad se
ha asentado sobre el sueño de la unidad y el sentido de identidad
latinoamericana, arraigados, cada vez con mayor firmeza, entre los pueblos, a
pesar de los fraccionamientos entre países y las regionalizaciones
oligárquicas.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
A raíz de la independencia, fuerzas externas, pero ante todo oligarquías
regionales internas, fraccionaron la América Latina en una veintena de países,
frustrando las ideas de unidad, que solo se concretaron, de manera efímera, en
la Confederación Perú-Boliviana (1837-1839), la Confederación Centroamericana
(1842-1845) y la República de Colombia
(1819-1830), soñada por Simón Bolívar.
Las oligarquías dominantes prefirieron los Estados aislados a los
Estados integrados, así como la vinculación económica con Europa en el siglo
XIX y con los EEUU en el XX. El renovado interés por la “unidad” continental
llegó de la mano de la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas
(1890-1902) y de la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas
(1902-1910), que fueron las antecesoras de la Unión Panamericana (UP,
1910-1948). Todas estas instituciones surgieron bajo el interés norteamericano
por el “libre comercio” en el continente, que favorecía la expansión de sus
empresas, en la época de consolidación del imperialismo. La sede institucional
radicó en los EEUU y el presidente de la UP era el Secretario de Estado
norteamericano.
En 1948, la Organización de Estados Americanos (OEA) sustituyó a la UP y
su sede continuó en los EEUU. Pero la entidad fue, en mucho, un instrumento
continental de la “guerra fría”, bajo el supuesto de defender los regímenes
“democráticos” e impedir el “comunismo”.
Sin embargo, solo con la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
(ALALC, 1960), en plena vigencia del “desarrollismo”, arrancó un programa
concreto de integración económica de la región, que también era del interés de
EEUU, pues podía ofrecer mercado y, sobre todo, inversiones de capital.
Siguieron luego otras instituciones regionales, como Pacto Andino (1969),
sustituido en 1996 por la CAN, SELA (1975), ALADI (1980) y MERCOSUR (1991).
Predominó el enfoque del “libre” comercio y la integración pensada casi
exclusivamente bajo la óptica de los intereses empresariales, que en cada país
buscaban oportunidades competitivas y buenas ganancias.
El nacimiento de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) en la Cumbre de 2010, ha provocado un giro histórico en la integración
regional. Es que la entidad se ha asentado sobre el sueño de la unidad y el
sentido de identidad latinoamericana, arraigados, cada vez con mayor firmeza,
entre los pueblos, a pesar de los fraccionamientos entre países y las
regionalizaciones oligárquicas; afirma a América Latina como un bloque
geopolítico mundial, sin la tutela de los EEUU y, además, excluyendo
precisamente a este país y a Canadá; y, sobre todo, privilegia las soluciones
sociales para los pueblos y no la integración meramente empresarial y
comercial.
Ecuador, que acaba de recibir la Secretaría Pro Témpora en la reciente reunión de la CELAC en Costa Rica (28-29 enero, 2015), tiene ahora el desafío de proponer las políticas concretas con las cuales la entidad deberá afrontar su mayor propósito planteado, que es el de erradicar la pobreza extrema en los próximos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario