El virus infectó todo, se introdujo en cuerpos y mentes. Después, como era de prever infectó el alma y de allí se adueñó del lenguaje. Las nuevas palabras son parte de la nueva realidad que quieren definir o, tal vez desterrar viejas fórmulas para reavivar el odio clasista y excluyente.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Los voceros cambian y hasta explican el maridaje del neologismo para enganchar a la gilada, como diría algún chabón canyengue, distraído en la ventana frente a la calle vacía.
El truco es viejo, tan viejo como las zancadillas y los guiños cómplices que la oligarquía conserva hizo cada vez que llevaba agua a su molino. Cargó las tintas patricias y enarboló un nacionalismo decimonónico cuando los anarquistas bajaban de los barcos, engrosaban filas en las fábricas y peleaban por un mejor salario y condiciones dignas de trabajo. La solución fue deportarlos por alterar el orden y difundir ideas contrarias al interés nacional.
Al principio, la papeleta de conchabo sirvió de reclutamiento de milicos de frontera. Carne de cañón frente a la indiada insurrecta a la que luego arrasaron con los cañones Krupp y los fusiles Remington pagados por la Sociedad Rural para ampliar la frontera agropecuaria.
Allí, Leopoldo Lugones, sacó de las pulperías el poema gauchesco Martín Fierro, lo instaló en el podio de la sociedad y difundió en las aulas como símbolo de la argentinidad.
Asimilado el gaucho ya domesticado como peón de campo, fue esclavizado dentro de ese esquema productivo hasta que una revolución lo rescató con su estatuto laboral específico.
Igual piedad mostró el socialismo elitista que siempre los miró por sobre el hombro y adoptó un reformismo dócil al orden conservador como correlato de La vuelta de Martín Fierro.
Los dueños de la palabra denostaron a la “chusma ultramarina” tanto como al mestizaje o a los afroamericanos, la carne de cañón de tantas guerras intestinas.
Los “cabecitas negras” conformaron el “aluvión zoológico” de ese fenómeno llamado peronismo, cuyos seguidores eran “incorregibles” para Borges.
Su espontáneo cariño de salón se volcaba en los grafiti Viva el cáncer cuando Eva Perón estaba enferma y si eso no alcanzaba, inundaban las radios con la publicidad del jabón Radical que, “evita la mugre”.
También bautizaron de “revolución libertadora” al golpe que derrocó al presidente Perón en 1955. Había que derrocar al “tirano”. Impusieron una dictadura para devastar lo realizado durante dos gobiernos democráticos. Todas las palabras que hacían referencia al gobierno surgido de las urnas en 1946 fueron prohibidas y proscripta toda actividad política de sus dirigentes. Imposible nombrar a Perón o al Peronismo.
De allí que la autora de la carta publicada la semana pasada: “La democracia está en peligro”[1], la científica Claudia Pitta, haya juntado infección con dictadura para denostar las medidas adoptadas por el gobierno para disminuir los efectos de la pandemia.
Ella asegura la gravedad de lo dicho y a la vez, como lo coloca en el texto “el gobierno encontró en la 'infectadura' un eficaz relato legitimado en expertos, seguramente acostumbrados a lidiar con situaciones de laboratorio y ratones de experimentación, pero ignorantes de las consecuencias sociales de sus decisiones. La democracia está en peligro. Posiblemente como no lo estuvo desde 1983”.
Contó con la adhesión del filósofo Juan Santiago Kovadloff, el pensador José Sebreli, el actor Luis Brandoni, el escritor Federico Andahazzi, y el ex ministro de Cultura de la ciudad, Darío Lopérfido, entre otros.
La grave acusación de la doctora Pitta, investigadora del Conicet y votante de Cambiemos, en algún momento requirió la atención de Alberto Fernández antes de asumir, quien le aseguró que la iba a defender, como a todos los investigadores.
No hace falta aclarar que el actual presidente Fernández, es profesor de la facultad de derecho de la UBA, conoce el tema y además, ha dado amplia participación en su gobierno a los investigadores, siendo ellos sus principales asesores sobre la pandemia y sus múltiples consecuencias.
Como era de esperar la respuesta no tardó en llegar. Otro documento en repudio fue firmado por Jorge Aliaga, Adrián Paenza, Alberto Kornblihtt, Valeria Levi e Irina Izaguirre, entre otros reconocidos investigadores, que remarcaron la importancia de tener “responsabilidad política, civil y periodística” en las respuestas ante la pandemia. El documento reunía en la noche del domingo cerca de 15 mil adhesiones.
Es ampliamente conocida la responsabilidad de las actuales autoridades al enfrentar la pandemia y poner la salud de los habitantes por sobre la economía, como también la pesada herencia del gobierno anterior que hasta había relegado el ministerio de salud a una secretaría y abandonado instalaciones hospitalarias.
Pero más allá de ello, si hay algo en que nadie puede hacerse el distraído es justamente en la mentira instalada desde el primer momento por Mauricio Macri, mucho menos podría ser ignorado por una persona de la ciencia acostumbrada a pensar y observar la realidad con sentido crítico. Y, un gobierno que endeudó al país en el 95% del PBI por 100 años, dejó una pobreza del 40% y la inflación más alta en dos décadas, amén del desmantelamiento del Estado y permitió la fuga de capitales, vamos… es algo que va más allá de una pandemia y las estrategias inéditas para que este fenómeno mundial, no se extienda.
Porque si algo tuvo en el núcleo del gobierno de los ricos meritocráticos fue la instalación de un relato perverso tendiente a colonizar la subjetividad colectiva; hecho inentendible cuando los pobres, las mayores víctimas de coronavirus en este momento, le dieron el voto.
Esa dirigencia instalada ahora en la vereda de enfrente, intenta la crítica con la misma saña acostumbrada. Vuelven a declarar su republicanismo, transparencia, su apego a las instituciones democráticas y su defensa a la libertad, cuando hasta diciembre hicieron todo lo contrario.
Dueños de las empresas, la mega prensa y la corporación jurídica a su favor intentan defender la economía cuando todos los países se han venido a pique.
Justamente ellos, beneficiados con la última dictadura, la invocan en un gobierno democrático, instalando términos que faltan el respeto a la sociedad en su conjunto que ha aceptado recluirse como la mejor manera de evitar la pandemia.
De allí que es oportuno citar al nobel argelino Albert Camus, autor de La Peste: todas las desgracias de los hombres provienen de no hablar claro.
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