Ha dicho Biden en las Naciones Unidas que no quiere una “nueva Guerra Fría”, esta vez con China, pero todo lo que hacen los Estados Unidos parece ir en una dirección contraria.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Algo similar ha sucedido con su política hacia China. Si por las vísperas se saca el día, lo dicho por el presidente norteamericano en la ONU no tiene sustento en lo que hace, y todo parece que se encamina a apretar más las clavijas de una política agresiva eminentemente confrontativa.
El último episodio del que han dado cuenta es el affaire relativo al robo del negocio de los submarinos que irían para Australia a Francia, que ha puesto en peligro incluso la estabilidad de la OTAN, que ha sido piedra de toque de la política exterior norteamericana desde el inicio de la (Primera) Guerra Fría a inicios de la segunda mitad del siglo XX.
Establecer un nuevo eje sobre el cual balancear su política exterior en Europa, esta vez con Reino Unido en solitario, es un viraje de 180⁰ de cuyas consecuencias nos iremos enterando en los próximos años. Este nuevo rumbo seguramente da cuenta de las nuevas condiciones en las que se mueve la cambiante configuración del mundo contemporáneo, en la cual Europa viene perdiendo protagonismo, especialmente, pero también paradójicamente, por haberse comportado como perrito faldero de la política exterior norteamericana.
Esta posición seguidista, de la que Europa ha tratado en los últimos tiempos de distanciarse dados los bandazos de la política norteamericana, puesta en evidencia sobre todo en la administración Trump, ya había entrado en crisis por la cerrada oposición de los EEUU al gasoducto que llevará combustible desde Rusia a través del Báltico, pero ha eclosionado con los hechos acaecidos en Afganistán, en donde los EEUU han salido corriendo, y no han tenido ni siquiera la delicadeza de poner en autos de la hecatombe que se aproximaba a quienes se habían embarcado en la aventura a instancias suyas.
El negocio de los submarinos tiene que ver con la necesidad que ve Washington de poner una entente a China en el Mar de la China, teniendo a Australia como uno de sus aliados (coyunturalmente) incondicionales. Al mismo tiempo, en un concierto de coincidencias, en ese mismo contexto el presidente norteamericano se reúne con los jefes de gobierno de Japón, Australia e India, dizque para discutir problemas vinculados a la pandemia.
Mientras tanto, China refuerza sus puestos militares avanzados en su campaña de reclamaciones territoriales sobre cruciales rutas navieras, y avanza con proyectos económicos, productivos y comerciales en América Latina y otras partes del mundo, impulsando su ya famosa Ruta de la Seda.
El hasta ahora imparable avance de China es visto con angustia por unos EEUU sumidos en una crisis de decadencia imperial sobre la que ya bastantes ideólogos del establishment han llamado la atención, incluyendo a gurús como Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski. Como China no dejará de crecer, y los Estados Unidos no dejarán de apelar, como es su costumbre, pero, también, cada vez más su casi única posibilidad, a la fuerza, seguramente eso que se nos augura y que ya empieza a perfilarse con claridad, la de una nueva Guerra Fría, será una realidad en el corto plazo (si no lo es ya).
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