Adalberto Santana / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
En la frontera sur de los Estados Unidos, ahí en su límite fronterizo con México, donde convergen del lado texano Del Río y Ciudad Acuña en el estado mexicano de Coahuila, se acumulan miles de migrantes haitianos (hombres, mujeres y niños). Algunas estimaciones hablan de más de 14 mil ciudadanos caribeños. Es el drama de la migración del país más pobre de América Latina y el Caribe. El que ha sufrido en los últimos tiempos el magnicidio de su presidente, la violencia de las bandas delincuenciales y de los fenómenos naturales como los terremotos como el de 2010 y el más reciente del 14 agosto de 2021, pero también de tormentas y huracanes en este mismo año, los que finalmente desembocan en desastres sociales. A la par de todo ello, los migrantes son reprimidos por los rangerstexanos que nos recuerdan en el drama de sus imágenes, la era de la esclavitud en el sur de los estados de la tristemente “Cofederate State of America” (“Estados Confederados de América”) que existió de 1861 a 1865. La cual su rasgo más notable era ser una asoación de gobiernos esclavistas. Pero la policía migratoria mexicana Instituto Nacional de Migración (INM) no se queda muy atrás. El instinto segregacionista y represivo de los agentes migratorios que tienen fama de corruptos y por sus nexos con el crimen organizado. Especialmente con las redes de la trata de seres humanos que operan en la economía sumergida donde fluyen grandes ríos de dinero, productos del mercantilismo de la mafia migratoria (“coyotes o polleros”), ponen al gobierno de la llamada Cuarta Transformación (4T) en un predicamiento.
Haciendose eco en defensa de los migrantes haitianos y de otros países latinoamericanos y del mundo que buscar transitar por territorio mexicano rumbo a los EU, los Diputados del Parlamento Europeo, especialmente los eurodiputados de la Izquierda Europea y del Grupo de los Verdes han reclamado por el cambio de la política migratoria mexicana que “comenzó con una política migratoria de puertas abiertas y de garantías para la regularización para las personas que ingresaban, principlamente, por la frontera sur”, pero que cambio “a partir de la presión económica ejercida por el gobierno de Estados Unidos en junio de 2019” (La Jornada, 24/sept./21).
Política que en las palabras del discurso represivo del Jefe del INM, Francisco Garduño Yañez, ha manifestado en un claro tono anti derechos humanos y con total desparpajado digno de los políticos de la ultraderecha mexicana y mundial, ha manifestado sobre la pregunta de que si ¿México no es un país de fronteras abriertas?, ha respondido: “-NO, nunca lo ha sido, y no hay país con fronteras abiertas, todos tienen condición migratoria. Válgase el ejemplo, que no es similar, pero hasta en el cielo hay control migratorio, respondió” . Y al preguntarle: -¿Ni por cuestión humanitaria?, llegó a responder: “-NO, hay una condición para poder entrar al país” (La Jornada, 23/sept./21).
Así, las reiteradas imágenes de los migrantes haitianos, centroamericanos y de otras partes del mundo por suelo estadounidense y mexicano, cuando son golpeados por los rangers texanos o por los agentes migratorios de la 4T, hacen todavía más crudo el drama migratorio de los pueblos más vulnerables de nuestra América. Lo testimonian los mismos migrantes como Claudia quien acompañada de su pequeño hijo de cuatro años, denunciaba: “-Regresar a Haití es condenarnos a muerte; no hay seguridad, en ningún lado, no hay comida, ni trabajo, ni atención médica. Queremos quedarnos en México y llegar a Estados Unidos para trabajar; no queremos hacerle daño a nadie” (ibid). Asimismo, Médicos Sin Fronteras han denunciado en un comunicado sobre el drama haitiano tanto en la frontera norte y sur de México, que “… es insostenible y de una vulnerabilidad extrema debido al fracaso de las políticas de asilo y las continuas deportaciones. En ese sentido, consideramos lamentable la decisión de retornar a la fuerza a cientos de personas en vuelos directos a Haití, de donde vienen huyendo debido a la crisis que afecta desde hace décadas al país” (ibid). Esa organización también ha sufrido el hostigamiento de los agentes migratorios mexicanos.
En diversos países latinoamericanos, ya sea en el norte de Sudamérica y por Centroamérica, el éxodo de esos ciudadanos haitianos que proceden de Chile, Argentina y Basil busca seguir subiendo al norte. Se estima que en Colombia se ubican unos 19 mil migrantes. En lo que va del año entre Colombia y Panamá, por la selva del Darien han cruzado más de 50 personas en lo que va de 2021. La migración irregular o exilio económico y social, es un fenómeno político que sigue siendo una constante en la realidad de gran parte de los países de nuestra América. Hoy en día los migrantes de esas enormes caravanas son los más vulnerables de nuestros pueblos, carecen de empleo, vivienda, atención médica y sufren hambre y pobreza. Pero también son los más expuestos a la corrupción de las autoridades migratorias y su perversa asociación con la delincuencia organizada. Es uno de los drama más impactantes de nuestra América, a la cual la derecha latinoamericana no le interesa ni le preocupa en lo más mínimo. Para la izquierda oficial, parece que le es un tema marginal. Sin embargo, para las organizaciones de la sociedad social realmente comprometidas con los más vulnerables y para las comunidades religiosas que apoyan a los migrantes en su diáspora, se ha convertido es un deber moral y humano digno de elogiar pero también de apoyar y soliarizarse con los más humildes: primero los pobres, que hoy son los migrantes haitianos.
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