Las dos perspectivas sobre las relaciones norte-sur en el continente americano, fueron expresadas claramente por el presidente Nicolás Maduro en la Sexta Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC).
Carlos Figueroa Ibarra / Para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La cumbre se realizó en un clima en el que no pocos de sus participantes han estado sosteniendo la inviabilidad de la OEA como organismo internacional para el continente americano, dado su histórico papel de expresión de los intereses estadounidenses. En los últimos tiempos su rol en el golpe de estado en Bolivia de 2019 ha incrementado el rechazo a la OEA de parte de un grupo de países latinoamericanos. Este bloque se ha planteado el reto de consolidar a la CELAC como principal foro de unidad regional en el marco del respeto a la diversidad política e ideológica, sin exclusiones y sin intervenciones en los asuntos internos de otros países. Tal fue la postura expresada por Bolivia, Perú, Venezuela, México y Cuba.
La otra postura tuvo su principal exponente en Uruguay a través del presidente Lacalle: defendió a la OEA y expresó que participar en la CELAC no excluye la participación en una institución que tiene 73 años de antigüedad. Esta postura es defendida por Colombia quien envió como delegada a la cumbre a la viceministra de Trabajo en abierto desaire al conclave. Las intervenciones de los presidentes de Paraguay y Uruguay y una comunicación de Colombia consignando a Venezuela como una dictadura, revelan la práctica de intolerancia y exclusión característica de la OEA y ajena al espíritu de la CELAC. De igual manera el ataque explícito del presidente Lacalle contra los tres focos antiimperialistas de la región: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Además de los países mencionados, otros dos más estarían en esta postura: Brasil y Chile.
Acaso esa correlación de fuerzas impidió que la Cumbre definiera su postura con respecto al futuro de la OEA, pero varias de sus conclusiones son misiles al comportamiento de lo que alguna vez Fidel Castro llamó “el ministerio de colonias de los yanquis”: condena al bloqueo a Cuba; el uso de territorios de los países para lanzar agresiones violentas o de otro tipo contra terceros países; el uso de medidas coercitivas contra determinados países de la región. En suma la Sexta Cumbre de la CELAC evidenció que el monroísmo de la OEA genera descontento en la región. Que ha resurgido con fuerza el anhelo de un nuevo tipo de relaciones de Latinoamérica y el Caribe con respecto a Washington y que como dijo el canciller mexicano Ebrard, ese tema queda pendiente.
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