Detrás de Hernández, que es solamente una “figurilla” (parafraseando a Jules Fucick), se encuentra Álvaro Uribe Vélez, el arquitecto y conductor de la derecha neofascista colombiana.
Carlos Figueroa Ibarra / Para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El domingo 19 de junio, escribo estas líneas unos días antes de esa fecha, el hombre que reivindica el poder de la palabra dicha y escrita se enfrentará a Rodolfo Hernández, un candidato que además de inepto y volátil, representa la herencia del fascista José Millán Astray. El mismo Millan Astray que ha pasado a la historia, porque en la Universidad de Salamanca le espetó a Miguel de Unamuno “¡Muera la inteligencia, viva la muerte!”. El entonces Rector de dicha universidad, le respondió “Venceréis, pero no convenceréis”. La valiente respuesta le costó a Unamuno la defenestración de su cargo en la Universidad de Salamanca y probablemente su asesinato semanas después, en diciembre de 1936.
En el discurso referido, Gustavo Petro evidencia la paradoja de que mientras en Europa se asesinaba a la palabra dicha y escrita, se incendiaban libros, en Colombia se hacían ferias de libros. Y recuerda la famosa frase de Heinrich Heine “Quien comienza quemando libros, termina quemando hombres”. Petro pronunció en 2014 ese premonitorio discurso antifascista, en la inauguración dela Feria del Libro de Bogotá. Premonitorio, porque el domingo 19 de junio, él y Francia Márquez, enfrentarán a un personaje representativo de la oleada neofascista que hoy nuevamente recorre al mundo.
De manera eufemística, prensa y analistas benevolentes con el candidato de las derechas colombianas, lo tildan de “populista de derecha”. Acaso usen ese apelativo que ha sido vaciado de contenido por el neoliberalismo, porque resulta que Hernández le ha plagiado a Andrés Manuel López Obrador varias de sus frases icónicas “No miento, no robo, no traiciono”, “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”. Además de las promesas de que hará conferencias diarias por la mañana, de que convertirá El Palacio de Nariño en un museo y hacer de la lucha contra la corrupción elemento central de su campaña.
Rodolfo Hernández acaso tenga más parecido con la personalidad imperativa de Nayib Bukele. Tras su comportamiento pintoresco, se encuentra una personalidad autoritaria, violenta (es recordado cómo abofeteó a un concejal cuando era alcalde de Bucaramanga), neofascista (“Adolfo Hitler fue un gran pensador”), misógina (“El ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”), racista y xenófoba (“Las migrantes venezolanas sólo sirven para parir chinitos –niños- pobres”), aporofóbica y usurera (“Imagínese quince años un hombrecito pagándome intereses, eso es una delicia”). Su discurso contra la corrupción esconde que él mismo ha sido involucrado en escándalos de corrupción.
Detrás de Hernández, que es solamente una “figurilla” (parafraseando a Jules Fucick), se encuentra Álvaro Uribe Vélez, el arquitecto y conductor de la derecha neofascista colombiana. Cuando esta columna termine de circular, sus lectore/as probablemente ya sepan qué fue lo que prevaleció en Colombia: el poder de la palabra dicha y escrita o la muerte de la inteligencia.
5 comentarios:
Muy interesante. Gracias
Muy interesante y esclarecedor en este momento de definiciones.
...Gabo..,huyo del incendio...uste Figueroa, le quiere llamar cobarde a Gabo?...no mecheingles!
"el poder de la palabra" dicha, escrita y de la oculta, le faltó, a Figueroa!
Ojalá Sr. Figueroa, hoy podamos celebrar con nuestros hermanos colombianos el triunfo de la palabra y de la inteligencia y el tributo a Gaitán y García Márquez, y a l@s miles de ese sufrido pueblo que dieron su vida por la justicia y la dignidad.
Desde las islas Canarias, España, de corazón.
Espero a ver qué pasa. O son pajas
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