Pero hay también otra razón para que lo sucedido en Colombia hasta ahora pueda ser caracterizado ya como una verdadera revolución: la elección de Francia Márquez como segunda de a bordo. No se trata solamente de que sea una afrodescendiente, lo cual ya es mucho decir en países como los nuestros que padecen de racismo estructural, sino de su origen de clase, su trayectoria como activista medioambiental y su historia como madre soltera. Recuérdese que por condiciones similares en Honduras fue asesinada Berta Cáceres, y ella misma ha debido huir para resguardar su vida.
Por otra parte, en el contexto de una Colombia punta de lanza del asedio mundial contra Venezuela, el hecho de que el futuro presidente anunciara, muy poco después de su elección, que reabriría la frontera y que normalizaría las relaciones con ese país constituye otra decisión revolucionaria. No ha habido en los últimos 15 años en América Latina ninguna elección en ningún país que no haya estado signada por el fantasma de Venezuela. No ha habido dirigente o candidato progresista o de izquierda al que no se le haya cuestionado su posición respecto a la Revolución Bolivariana, y las fuerzas conservadoras han hecho del chavismo un epíteto denigrante. Así que hacer ese anuncio tiene implicaciones que van mucho más allá del hecho en sí que anuncia, es una afirmación de soberanía, pero también de inequívoca afirmación de que se inicia un proyecto nuevo, distinto del hasta ahora prevaleciente en el país.
Para Centroamérica, con el resultado de esta elección viene a configurarse un mapa de influencias muy importante. En uno de sus extremos, México, y en el otro, esta nueva Colombia. Recuérdese que algunos de los principales proyectos de seguridad hemisférica de los Estados Unidos los implicaron a ambos. Ahí está el Plan Puebla-Panamá, el Plan Colombia y el Proyecto Mesoamérica. En todos ellos, a pesar de la retórica desarrollista, han prevalecido los temas que realmente interesan a los norteamericanos, las migraciones, el tránsito de la droga hacia su territorio y el aseguramiento los estratégicos puntos de conexión interoceánica que existen en el istmo.
Pero la forma como el resultado de la elección colombiana eventualmente incida en la política centroamericana cae en el terreno de la especulación. Ahora no podemos más que advertir que ese país es uno de los agentes importantes de la región del gran Caribe, y que lo que suceda en él tiene repercusiones importantes en ella.
Pero los hechos que se derivan del resultado de esta elección, que hemos catalogados como revolucionarios y que se inscriben en tendencias que cada vez se afirman más en Latinoamérica, sí que tendrán repercusiones en la afirmación de grupos sociales cada vez más visibles en la vida política: las mujeres, los ambientalistas, los defensores de los derechos humanos, los opositores a los megaproyectos transnacionales agrícolas y mineros, los reivindicadores de la especificidad de los pueblos originarios y afro. Colombia ha sido escenario privilegiado de sus luchas y manifestaciones que les ha costado la vida a cientos de estos activistas y el resultado de esta elección los reivindica.
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