La historia es un ir y venir. En momentos avanzamos, en otros retrocedemos. En la actualidad, vivimos una experiencia histórica enriquecedora con el auge del progresismo en nuestra Abya Yala. Este concepto de progresismo está asociado a potenciar los derechos económicos, sociales y culturales con un discurso soberanista y anti-imperialista. Los gobiernos de este tipo también, al menos en lo formal, plasmaron en sus constituciones, como fue el caso de Ecuador, Bolivia y Venezuela, el derecho de la Pachamama. Todos estos puntos implican un cambio con respecto a los gobiernos neoliberales, como es el caso de Panamá, que opta por una relación de servidumbre con los Estados Unidos y esto lo reforzará aún más con la victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez en Colombia.
Pese a todas las limitaciones de los gobiernos progresistas, lo cierto es la apertura al necesario pluralismo para que nuestras democracias sean la expresión de las formas ideológicas de nuestros pueblos. Luego de una tendencia neoliberal, la balanza empieza a tener un contrapeso; por ejemplo, vimos el encaramiento de los gobiernos de México y Argentina en particular, a la posición imperialista de Estados Unidos de excluir de la última Cumbre de las Américas a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Atestiguamos la unidad antimperialista ante sus absurdas imposiciones. En un ámbito más amplio, estamos aconteciendo y lo vemos con mayor claridad con la victoria de Petro, la hipótesis del sociólogo panameño Marco Gandásegui h, sobre la crisis de hegemonía de Estados Unidos, la cual se expresa en formas de dominación más concretas en lo que va quedando de su patio trasero.
Este progresismo, pese a todas sus limitaciones, se parece más a su pueblo que los gobiernos neoliberales: la mayoría hombres, blancos y empresarios, etc…. Incluso, hasta en esos detalles las cosas están cambiando y este progresismo de nuestra Abya Yala se va pareciendo más a su propio pueblo. Tiene un factor determinante en su contra, si falla en su cometido de ser alternativo, la historia lo condenará. En términos históricos estamos en ese proceso y es muy temprano para sacar conclusiones. A lo sumo podríamos tener algunos juicios de valor. Pero este ciclo progresista ya empieza a arrojar las evidencias empíricas necesarias para una evaluación objetiva. Por ejemplo, si la desigualdad se desinfló en estos países y la relación con la naturaleza es distinta. Si esto se mantiene igual, entonces el progresismo ya no sería una alternativa, sino parte del problema. Ahora bien, tengamos en cuenta que, estos gobiernos tienen todo en contra, desde los organismos internacionales, instituciones fetichizadas, una falsa conciencia y el imperio con sus dinámicas de dominación.
Los triunfos del progresismo en nuestra Abya Yala nos advierten otro factor, la visibilidad de la extrema derecha. No sólo se trata de gobiernos neoliberales, sino de extremismos dispuestos a todo con tal de no perder el poder; a golpes de estados e incluso de involucionar en algunos derechos y bloquear las conquistas de otros. El antagonismo sacó a flote a la extrema derecha que empieza a quitarse su careta mostrando su verdadero rostro, aunque todavía falta más. Lo peligroso es que las propuestas de este tipo tienen apoyo popular. Los gobiernos progresistas tienen la obligación de ser distintos en forma y fondo a los neoliberales; optando por lo social sosteniblemente. La agenda de la unidad de nuestros pueblos no puede faltar en sus programas. Como tampoco dejar de soñar con la utopía de “otro mundo posible”, como el lema del Foro Social Mundial.
El progresismo de nuestra Abya Yala no puede reproducir los errores del pasado, como principio tendrá que establecer políticas públicas afirmativas de la vida en comunidad con una metabólica relación con la Pachamama y otras especies y que, el «vivir sabroso» como dice Francia Márquez sea una realidad para Colombia y nuestra Abya Yala. Ahora vienen las elecciones en Brasil y todo parece indicar que ganará Luiz Inácio “Lula” da Silva. Independientemente de ese resultado, con los ya obtenidos en la región es palpable el auge del progresismo. Con Lula, entonces ya estarían los grandes países bajo gobiernos progresistas que tendrán la tarea histórica de seguir conquistando más derechos económicos sociales y culturales y pasar de una relación formal de respeto a la Pachamama a una realización concreta para encarar la crisis civilizatoria producida por esta modernidad capitalista que nos tiene al límite como especie humana. Como también la tarea de la unidad de nuestros pueblos en función de una agenda propia para dar los siguientes pasos en la dirección correcta.
El autor es profesor de filosofía en la Universidad de Panamá
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