En estos días y hasta el 16 de junio tiene lugar en Bonn la Conferencia sobre Cambio Climático, una reunión técnica anual convocada como preparativa de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP27), que se realizará en noviembre de este año en Sharm el Sheikh en Egipto. En estas reuniones se espera debatir sobre las medidas de adaptación y mitigación de la crisis climática y los avances que los países han tenido en los procesos de implementación del Acuerdo parisino.
Lo cierto es que después de Glasgow (COP26) y de otras tantas reuniones e informes de científicos y expertos que sobre el clima se han realizado en los últimos años, nada parece indicar que el objetivo de frenar el calentamiento global por encima de los dos grados centígrados, podrá ser alcanzado. El tercer informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, publicado en abril pasado considera, por un lado, que “en los próximos veinte años experimentaremos un aumento de la temperatura media global de 1.5ºC que no podrá evitarse”, mientras que por otra, responsabiliza a la sociedad de la crisis climática e identifica los tres principales focos emisores de gases contaminantes a la atmósfera: los combustibles fósiles, la industria ganadera y el modelo urbano tradicional predominante en las ciudades. Ya antes este mismo Grupo en otro informe de agosto del 2021, advertía que el desequilibrio climático global era muy severo y que las cosas estaban peor de lo que habían señalado ocho años atrás.
A pesar de que se suele reconocer que el cambio climático es uno de los más grandes retos que en la actualidad enfrenta la humanidad y que es provocado en gran medida por algunas actividades de origen antrópico relacionadas principalmente con la industria de los combustibles fósiles --responsable de más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero-- se sigue careciendo de la voluntad política para identificar con claridad a los verdaderos culpables y combatir de manera decidida las causas reales de la crisis climática. Eso explica el porqué las empresas de extracción, producción y uso de petróleo, carbón y gas, lejos de sentirse amenazadas o condenadas por sus emisiones contaminantes, continúan recibiendo subsidios públicos anuales superiores a los 6 billones de dólares, mientras que falsamente tratan de compensar el ritmo creciente de sus emisiones, con la comercialización de derechos o permisos de emisión en el llamado mercado de carbono de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, donde estas empresas pueden vender los permisos que no utilizaron o comprar permisos adicionales (cuando se exceden en el nivel autorizado de emisiones).
Este lucrativo negocio capitalista que en nada contribuye a reducir significativamente los gases contaminantes en la atmósfera, forma parte de otras iniciativas que los entusiastas de las tecnologías vienen promoviendo, como las peligrosas técnicas de geoingeniería o los alimentos sintéticos cultivados en laboratorio, propuestos por la fundación de Bill Gates, así como por Jeff Bezos y Al Gore. Todo esto va dirigido a rehuir el cuestionamiento del único responsable de la crisis climática: el modo de producción capitalista y su insostenible crecimiento ilimitado. Es por eso que no hay duda alguna que el ritmo del calentamiento global que desde el período industrial no tiene precedentes, seguirá creciendo; lo mismo que el derretimiento de glaciares y cascos polares, una mayor frecuencia de huracanes devastadores, liberación del metano atrapado en el hielo Ártico, lluvias y sequías extremas, olas de calor, acidificación del mar, que entre otros efectos, irán provocando a su vez, hambre, epidemias, extinción de especies, éxodos masivos y territorios sumergidos por el crecimiento del nivel de los océanos.
Cuando solo nos separan pocos meses de la COP 27 y el clima continúa sin mostrar señales evidentes de recuperarse de su agonía, aun después de todas las promesas y compromisos --casi siempre insuficientes-- que se han hecho desde la primera conferencia climática, realizada en Berlín en 1995; resulta cada vez más claro que no es allí donde la humanidad encontrará las soluciones a la emergencia climática. Lo que sí se seguirá encontrando en ese tipo de reunión, serán las iniciativas donde el clima y la naturaleza sean tratadas como negocio y mercancías, las actividades y empresas depredadoras y contaminantes puedan lucrar con las mismas y el sistema capitalista pueda adaptarse sin sufrir cambios significativos importantes, en sus estilos de vida y patrones de producción y consumo. Es decir, soluciones convenientes a los intereses de las naciones que históricamente y en la actualidad, son las que producen las mayores emisiones de gases contaminantes. Por eso, si queremos realmente enfrentar la crisis climática, mucho mejor le iría a la humanidad darle el crédito suficiente a las propuestas que provienen de las cumbres sociales del clima y de las organizaciones que se autoconvocan y movilizan en torno a ellas y para las cuales un modelo de sociedad más justo, solidario y sostenible es posible.
No hay duda alguna que el sistema climático mundial le es imperativo una transición energética, donde la prioridad la tenga el aprovechamiento de fuentes de energía renovables. No permitamos que grupos como el G20, el Foro de Davos o empresas como Exxon, Repsol, Google, Nestlé, Bayer, Amazon y Walmart, entre otras, nos quieran engañar con su propaganda de “cero emisiones netas” o que serán “neutrales en carbono” de aquí al año 2050. Si terminamos creyendo en ese discurso, habremos renunciado para siempre en salvar al clima y por ende, al planeta Tierra.
2 comentarios:
Excelente artículo, ojalá llegue y nos ayude a salvar nuestro bello planeta y los seres que viven en él
Gracias por la publicación, necesitamos mas personas como usted haciendo conciencia de la importancia que tiene cuidar nuestro planeta.
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