Algo cambió las dos últimas semanas. Las encuestadoras empezaron a mostrar un repunte significativo de Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga, quien tiene unos rasgos bastante particulares, por decir lo menos. Obtuvo el segundo lugar y pasó a la segunda vuelta.
En menos de tres semanas, se decidirá quién gobernará a Colombia. Bien pronto, incluso antes de que se conocieran los resultados definitivos, la extrema derecha y su candidato le expresaron su respaldo al personaje. Su objetivo central: todos contra Petro, derrotarlo a como dé lugar. Pero es claro que los jefes no manejan rebaños.
En este punto, conviene hacer algunas consideraciones sobre el resultado.
Primero, Gustavo Petro y Francia Márquez obtuvieron la votación más alta, con poco más de 8,5 millones. Es la mayor votación en la historia de algún candidato presidencial en primera vuelta. Es la primera vez en Colombia que un candidato progresista con unas propuestas concretas de transformación social,gana las elecciones presidenciales. Y eso no es poca cosa.
Segundo, el proyecto de la extrema derecha, liderado por Uribe y Duque, recibió un golpe contundente. Su candidato quedó en tercer lugar y salió de la contienda. De nada valieron todas sus artimañas para tratar de garantizar su triunfo. Fue también la derrota de todos los partidos de la coalición del gobierno que respaldaron al candidato.
Literalmente, Duque puso el Estado al servicio de su candidatura. La suspensión inconstitucional de la Ley de garantías le facilitó enormes recursos para comprar votos. La Fiscalía, Procuraduría, Defensoría del Pueblo, Contraloría se dedicaron a hacerle campaña.
Además, el presidente mismo, sus ministros y las elites económicas se centraron en responder y tergiversar todos los planteamientos de Petro. En un hecho insólito, el General Zapateiro, comandante general del Ejército y cercano al paramilitarismo, intervino en forma amenazante en su contra y Duque le dio todo su respaldo.
El fracasado proyecto político del gobierno de Duque, causante del estallido social, fue el gran derrotado.
Tercero, la campaña del ingeniero Rodolfo Hernández se centró en la lucha contra la corrupción, con frases vacías, superficiales, un lenguaje ordinario y soez y un estilo confrontacional.
Pero él mismo fue imputado ante la Fiscalía por un grave hecho de corrupción, en el que los indicios del delito son muy claros. Tiene 37 procesos disciplinarios en la Procuraduría, por su comportamiento agresivo, pendenciero e incluso por amenazas de muerte.
El ingeniero no tiene programa de gobierno ni propuestas concretas frente a nada. Su escaso conocimiento del país y de los asuntos del Estado es notorio. Por eso no asistió a los debates presidenciales ni salió a las plazas públicas. No habla de la paz ni de la crisis. Hizo su campaña por redes sociales bien manejadas.
Es un multimillonario exitoso, que hizo su enorme fortuna con el negocio de las hipotecas, aprovechándose de los sectores más empobrecidos, endeudándolos de por vida y/o despojándolos de su vivienda. Habla de la necesidad de mantener a la gente en la pobreza para incrementar el negocio. Su lenguaje sobre los sectores populares muestra su carácter: Habla de “hombrecitos” con los cuales construyó su fortuna.
Manifestó ser seguidor del “gran pensador alemán”, Adolfo Hitler. Es misógino y se expresa en términos soeces y denigrantes de la mujer y su papel en la sociedad. No debe estar en política sino en la casa, señaló. Ha reconocido su amistad y aprecio hacia Álvaro Uribe, aunque también hay videos que los muestran enfrentados, con él con el lenguaje y estilo soez que ambos manejan. La comparación con Trump es acertada: millonarios exitosos, que arremeten contra las elites políticas y el establecimiento.
Cuarto, a pesar de las dificultades, es necesario que más allá del Pacto Histórico, las fuerzas democráticas del país, hagamos un esfuerzo enorme para atraer a todos los sectores que no comulgan con la extrema derecha y las prácticas fascistas. Hay que motivar a nuevos votantes.
El diálogo con los empresarios para explicarles el alcance del programa de justicia social y estabilidad económica debe intensificarse.
Por supuesto que hay que hacer correctivos. Sectores minoritarios del Pacto siguen actuando como catones, limitando el ingreso de algunos. Así no hay triunfo posible.
Deben mejorarse las estructuras burocráticas que muchas veces entraban la concreción de las políticas. Los senadores y senadoras electos deben asumir mayores responsabilidades. Francia puede cumplir un papel crucial en las regiones más rezagadas del país.
Por último, es necesario entender que esta batalla es definitiva y el mensaje debe ser contundente. Hay que explicar las medidas concretas para atender la crisis humanitaria y social, mandar mensajes específicos para cada región. Así empezaremos el cambio real, que es lo que está en juego. Vamos entonces con toda.
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