De los temores que esa situación provoca en el mundo entero proviene el crecimiento de una “extrema derecha global” que, al decir de Fernando D’Addario, lleva a que “las fuerzas más reaccionarias” -frente a “una izquierda o centro izquierda acomplejada, a la defensiva, liberalizada”- crezcan en su autoestima y encarnen. De este modo, esa derecha ofrece a los perdedores de la crisis la ilusión de una salida popular alternativa al drama de su empobrecimiento y su marginación.
La diversidad de esos perdedores es muy amplia, y el deterioro de la educación, la información y los servicios culturales a su alcance durante los últimos cuarenta años facilita que en las redes de esa nueva derecha convivan
globalifóbicos, anti musulmanes, euroescépticos, xenófobos, anti derechos de las minorías sexuales, pro LGTB, ultra católicos, cristianos evangelistas, anti establishment, veneradores de la liberalización total de la economía, etc. La tendencia mayoritaria refleja un cambio de paradigma respecto de la extrema derecha clásica: la cuestión racial va perdiendo peso frente a las más diversas formas de la llamada "batalla cultural".[1]
Además de un anticomunismo visceral, un anti conspiracionismo paranoide, una ignorancia orgullosa de sí, los elementos que convergen en esa corriente muestra una singular capacidad para articularse y hacer de las redes sociales su arma de primera opción en esa “batalla cultural” que ha llevado al historiador italiano Steven Forti a considerarlos una "extrema derecha 2.0." Todos, además, “se consideran luchadores anti establishment, representantes de una entidad superior, el Pueblo, oprimido por las élites” que, según los casos “pueden ser financieras o --en la mayoría de los casos-- culturales.”
Sobre el tema se ha pronunciado un grupo de distinguidos intelectuales que podrían ser calificados de centro izquierdistas -desde Chantal Mouffle hasta Álvaro García Linera y Noam Chomsky, entre otros– en un libro titulado Neofascismo. Como es de imaginar, el texto privilegia el tratamiento del caso en el mundo Noratlántico, sin dejar de hacer referencia a los casos de los gobiernos de Polonia y Hungría, y a personajes como Donald Trump y Jair Bolsonaro a este lado de la mar. Aun así, su interés parece indudable para nuestra intelectualidad, tan a menudo atrapada – sin saberlo, y aun sin quererlo – en la disyuntiva entre la civilización y la barbarie que tanto ha influido, influye, en las visiones del mundo dominantes entre nosotros desde mediados del siglo XIX.
Para la académica belga Chantal Mouffle, por ejemplo, enfrentar a esa ultraderecha exige “reconocer la existencia de un núcleo democrático en esas demandas y la posibilidad, a través de un discurso diferente, de articularlas en una dimensión emancipadora". Tal podría ser, quizás, el caso del progresismo latinoamericano, cuyo mayor desafío sigue siendo practicar en el poder lo que predica en sus campañas electorales.
Eso mismo, por otra parte, ha ocurrido hasta ahora con los movimientos de la nueva derecha en nuestra América. Quizá se deba, como lo ha planteado Álvaro García Linera, a que el “retorno conservador” que se inicia en 2014-2015 “no es un neoliberalismo triunfante, bonachón, optimista, como podía ser el de los 90. Es un neoliberalismo rabioso". Por eso mismo, añade, “se presenta solo como defensor de "un mundo en retroceso", y viene a ser " un neoliberalismo cansado, con signos de decrepitud" como los que aquejan a grandes liberalismos de antaño que desembocan en caudillos de provincia, que enarbolan con orgullo su ignorancia, y su codicia, y dan por bueno “el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos.”[2]
Dicho en breve, ese neoliberalismo cansado retorna a sus orígenes para tornarse en oligárquico. Con ello, la única manera de enfrentarlo es volver a plantear, en los términos en que estos tiempos lo exigen, nuestra vieja demanda de una revolución democrática. Esa revolución ya es imprescindible para abrir paso a la creación en nuestras tierras de repúblicas verdaderas, de amplia base social y sólida confianza en sí mismas. Y eso demanda atender a la tarea demandaba Martí al advertir que estos tiempos “no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada […]: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.” [3]
Esta tarea, más urgente que nunca, desborda los marcos de referencia usuales en nuestro medio. No solo se trata ya de ser o parecer socialdemócratas, liberales o populistas de anteayer. Se trata, entre otras cosas de reconocer la diferencia entre “la falsa erudición y la naturaleza”[4], en la atención a los problemas de nuestras sociedades y naciones.
Así lo han venido a hacer a hacer los gobiernos de México, Argentina, Chile, Bolivia y Honduras en la llamada Cumbre de las Américas. Con ello, han dado fe de que
El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.[5]
Con ello nos han facilitado a todos la tarea de reconocernos y ejercernos en lo que hemos venido a ser, para alcanzar lo que deseamos llegar a ser. Cada una de nuestras sociedades ha tenido y tiene fuerzas reaccionarias que se renuevan en el cultivo de la ignorancia y el recurso al autoritarismo. Por lo mismo, reconocerse y ejercerse plantea tareas distintas, pero convergentes, en cada una de ellas.
En Panamá, por ejemplo, el neoliberalismo ha venido a reducirse a un dogma de clases medias bilingües que aspiran a gobernar un pueblo que no conocen. Al propio tiempo, la inopia ideológica de nuestros conservadores es tal, que los lleva al éxtasis el discurso antifeminista de una vocera española de Vox. Aquí, la tarea pasa por enfrentar la resistencia al cambio motivada por el temor a sí mismos de algunos sectores, y por el cálculo interesado de otros. Y será posible hacerlo porque la república establecida por la invasión norteamericana de 1989 está agotada, y en descomposición, al tiempo que se anuncia un renacimiento de nuestras capacidades para re-crear, una vez más, las trincheras de ideas que este momento demanda.
Alto Boquete, Panamá, 9 de junio de 2020
[1] Fernando D’Addario: “Intelectuales advierten sobre el avance de la extrema derecha.” Página 12, 5 de junio de 2022. https://www.pagina12.com.ar/426651-intelectuales-advierten-sobre-el-avance-de-la-extrema-derech
[2] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. VI: 15.
[3] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. VI: 15.
[4] 1975, VI, 17: “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975. VI: 17.
[5] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI: 22.
No hay comentarios:
Publicar un comentario