Al momento, con Rafael Correa
haciendo campaña en las calles, las encuestas preelectorales anuncian un
arrasador triunfo del Presidente y su movimiento Alianza PAIS: las más
optimistas indican que sería reelecto con más del 60 por ciento de los votos; y
las más pesimistas, que lograría una votación del 49 por ciento.
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo
En Ecuador asistimos al
ocaso político de la derecha. Como en los atardeceres andinos, todavía brillan
brevemente, entre las nubes de occidente, las últimas luces de una época que
fenece, pero el perfil oscuro de las montañas anuncia la llegada definitiva del
ocaso.
El atardecer de la
derecha no solo está marcado por las sombras que la opacan cada vez más, sino
también por las lamentaciones de sus devotos y plumíferos. Estos, que hasta ayer
atacaban, ironizaban o se burlaban de las gentes y asuntos de la Revolución
Ciudadana, ahora parecen haberse instalado en el Muro de los Lamentos.
Algunos reaccionan con
indignación ante la fatuidad o debilidad política de sus candidatos, a los que
acusan de no tener carisma, de montar estrategias sin creatividad y de carecer
de ofertas electorales atractivas. Otros hablan de que existe una campaña
aburrida, donde reinan la apatía, el sopor y la somnolencia, ante la
constatación del próximo triunfo de Rafael Correa. Y ensayan un último revuelo
teórico para afirmar que el país vive una peligrosa despolitización, una
política vaciada de contenido y una democracia devaluada por la personalización
del poder.
Por suerte para el
país, esa visión sombría y desencantada de la derecha no se corresponde con la
realidad, donde la vida social bulle y la acción política inunda de color y
alegría las calles y plazas del Ecuador. Y uno de los elementos más motivadores
de esta campaña ha sido la decisión del presidente Correa de encargar el mando
al vicepresidente Moreno, arremangarse la camisa y salir a las calles a
competir con sus opositores.
Atrás quedaron las
cadenas sabatinas, los traslados en helicóptero y la parafernalia propia de
toda movilización presidencial. Ahora Correa ha vuelto a transitar por las
calles y caminos del país como cualquier ciudadano, sin más beneficio que el
afecto y reconocimiento de sus conciudadanos, que se arremolinan a su alrededor
para verlo y escucharlo.
El resultado ha sido
demoledor para sus opositores, que buscaban mostrarlo como un monarca
absolutista, encerrado en el Palacio de Carondelet y manejando una tenebrosa
campaña mediática. Al momento, con Correa haciendo campaña en las calles, las
encuestas preelectorales anuncian un arrasador triunfo del Presidente y su
movimiento Alianza PAIS: las más optimistas indican que sería reelecto con más
del 60 por ciento de los votos; y las más pesimistas, que lograría una votación
del 49 por ciento.
Esa es la realidad que
ha apabullado a la derecha y la ha sumido en un mar de lamentaciones, a la vez
que ha estimulado la alegría popular.
Todo muestra que Correa
será reelecto en una sola vuelta y seguirá liderando la Revolución Ciudadana.
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