Para el futuro de la
CELAC, el legado de José Martí –el que expuso en sus escritos y el que templó con su sangre y su propia
vida- es un arsenal de ideas y lecciones políticas que no pierden vigencia.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Santiago de Chile será la sede de la primera Cumbre de la CELAC |
Cuba se apresta a
recibir en Santiago de Chile, este 28 de enero, la presidencia de la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Esta designación y las enormes
responsabilidades que entraña no podían recaer en mejores manos: por un lado,
por la compleja coyuntura político-económica que vive nuestra región y el
mundo, que plantea retos y desafíos a la nueva integración que solo pueden ser
abordados desde un auténtico compromiso nuestramericano;
y por otro lado, por una feliz coincidencia que resulta auspiciosa, ya que la
dirección de los empeños integracionistas de la CELAC se delega a Cuba
precisamente el día del 160 aniversario
del natalicio de José Martí.
Si la inclusión de Cuba
en la CELAC y su designación en la primera troika
–junto a Chile y Costa Rica- ya suponía el fin del aislamiento impuesto a la
isla por el panamericanismo que sirve a los intereses de los Estados Unidos, el
hecho de que Cuba esté ahora al frente de la Comunidad, y hasta el año 2014,
constituye un pleno reconocimiento de su lugar en el conjunto de las naciones
latinoamericanas y caribeñas. Más aún, en nuestra perspectiva, se trata de un
acto de justicia a su más de medio siglo de lucha por la independencia, la
autodeterminación y la posibilidad de ensayar rumbos alternativos, y por su
persistente resistencia en ese Caribe que el intelectual dominicano Juan Bosch
llamó, con acierto, la frontera imperial.
Para el futuro de la
CELAC, el legado de José Martí –el que expuso en sus escritos y el que templó con su sangre y su propia
vida- es un arsenal de ideas y lecciones políticas que no pierden vigencia y
que, por ejemplo, en el ensayo Nuestra
América de 1891, alcanza el punto culminante de sistematización de su
pensamiento y sus experiencias. Allí escribió Martí: “Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del
equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca, los siglos
perdidos. (…) Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene
de sí (…). El desdén del vecino formidable [los Estados Unidos], que no la conoce, es el peligro mayor de
nuestra América”[1].
Y frente a ese desdén,
que incuba los peores vicios humanos y desata los apetidos imperiales, creía
Martí que no había otra alternativa sino la marcha unida de los pueblos
latinoamericanos, “en cuadro apretado,
como la plata en las raíces de los Andes”.
No dudamos que la
diplomacia cubana nutrirá sus actuaciones del espíritu y el ideario martiano,
porque en buena medida ya están presentes en los principios fundadores de la
CELAC, que en la Declaración de Caracas del 2011
se expresan en el reconocimiento de a diversidad cultural e identitaria de
América Latina y el Caribe, en la reivindicación del “derecho a la existencia, preservación y
convivencia de todas las culturas, razas y etnias que habitan en los países de
la región, así como el carácter multicultural de nuestros pueblos, y
plurinacional de algunos de nuestros países”, así como “el derecho que tiene
cada nación de construir en paz y libremente su propio sistema político y
económico”, y tambié “el respeto al Derecho Internacional, la solución pacífica
de controversias, la prohibición del uso y de la amenaza del uso de la fuerza,
el respeto a la autodeterminación, el respeto a la soberanía, el respeto a la
integridad territorial, la no injerencia en los asuntos internos de cada país,
la protección y promoción de todos los derechos humanos y de la democracia”.
Por lo pronto, y en el
marco de la primera Cumbre de la CELAC y la Unión Europea en Santiago de Chile,
el canciller Bruno Rodríguez ya dio muestras inequívocas de la dignidad y el
talante de lo que será la gestión cubana al frente del organismo
latinoamericano. En declaraciones
a la cadena TeleSur, defendió la necesidad de construir “un mundo
multipolar, que no deje espacios a las políticas unilaterales”; remarcó el
hecho de que, en virtud de los procesos políticos de la última década, “no
somos ya una colonia de los Estados Unidos”; y además, envió un mensaje a los
países europeos que impulsan una alianza estratégica birregional: “si Europa
mirara a América Latina y el Caribe como un socio igualitario sin aquellos
dejos coloniales tiene una oportunidad de establecer una relación fuerte”.
Ojalá que esta actitud
firme, digna, de búsqueda del equilibrio
del mundo en las relaciones internacionales, y sobre todo, comprometida con
el deber histórico de lograr la unidad de
nuestra América, sea el signo distintivo del nuevo liderazgo de la
CELAC.
REFERENCIA
[1] Martí, José (1891). “Nuestra América”, en Hart Dávalos,
Armando (editor) (2000). José Martí y el
equilibrio del mundo. México DF: Fondo de Cultura Económica. Pp. 210-211..
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