El futuro imperial
contrainsurgente ya está en marcha: es el de la construcción del brazo armado
que reclama el modelo de acumulación por desposesión del neoliberalismo y el
capitalismo periférico, y que hace de los excluidos de América Central y el
Caribe, la región más desigual del mundo, el blanco de sus políticas de
represión, contención del descontento social y criminalización de la protesta
de movimientos sociales, comunidades y pueblos indígenas.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
La represión contra los indígenas en Panamá ilustra las prácticas de la nueva "contrainsurgencia". |
A finales del año
anterior, el Consejo Nacional de Inteligencia (CNI) de los Estados Unidos
presentó su informe Tendencias Globales
2030: mundos alternativos, un análisis de prospectiva estratégica en el que
distintos especialistas proyectan escenarios y posibles rumbos de los
acontecimientos en el mundo, desde la óptica de los intereses de la potencia
norteamericana.
Según los distintos
despachos de noticias, el documento presta especial atención a cuatro grandes
temas: la difusión del poder global (la construcción de la multipolaridad) y el
cambio en las condiciones de gobernanza que hasta ahora había regido las
relaciones internacionales (marcado por el ascenso de China); la recuperación económica en un supuesto fin
de la crisis capitalista y mejores condiciones de bienestar individual; el
crecimiento de la población mundial (que alcanzaría los 8.300 millones de
personas) y una mayor –y acaso insostenible- demanda de agua, alimentos y
energía.
Tratándose de un
ejercicio de cartografía política e ideológica de los otros, este tipo de informes terminan por proyectar, también,
las visiones y apetitos imperiales, y permiten comprender acciones que ya se
encuentran en curso, así como sus objetivos de mediano y largo plazo.
Para el caso de América
Latina, por ejemplo, las perspectivas que presenta el CNI son positivas en
términos generales, aunque al mismo tiempo ingenuas y en nada sorprenden: el
informe describe una situación de estabilidad, crecimiento económico, reducción
de la pobreza y de relaciones en apariencia armoniosas con los Estados Unidos,
con un liderazgo importante de Brasil, pero los especialista del CNI omiten
toda referencia a la compleja estructura de organizaciones financiadas para promover la desestabilización
de gobiernos en la región (NED, USAID, etc.) y para avanzar, sin escrúpulos y
apelando a todos los recursos, en la imposición de grupos políticos afines a
Washington.
Donde quedan más claros
los vicios coloniales y las prácticas imperialistas que subyacen a estas
proyecciones estratégicas, es en lo relativo a América Central y el Caribe, la
pretendida zona de influencia “natural” de los Estados Unidos, que es vista por
la inteligencia norteamericana como una región frágil, vulnerable, y cuyos
países podrían convertirse en “refugio
tanto a redes criminales mundiales como a redes terroristas e insurgentes
locales” (La Jornada,
11-12-2012).
Se repite aquí el
discurso de los Estados fallidos
construido en los últimos años por ideólogos del Departamento de Estado y
repetido por la clase política centroamericana -y mexicana, inclusive-, para
justificar la guerra contra el narcotráfico y el debilitamiento del Estado de
derecho, en contextos donde, de por sí, las instituciones políticas y
judiciales ya sufren demasiados problemas.
Lo que sí es novedoso
del informe, y de un diagnóstico que los centroamericanos venimos escuchado y
sufriendo desde hace más de un lustro, es la inclusión de una categoría nueva: la insurgencia local, un factor que le
da sentido a los planes y programas estadounidenses con los que, bajo el
engañoso nombre de seguridad nacional, encubren el ejercicio arbitrario de la
extraterritorialidad y se arrogan el derecho de intervención: los leoninos
convenios de patrullaje conjunto de los mares e ingreso de marines a puertos, la instalación de bases militares, el
entrenamiento de tropas de élite en selvas centroamericanas y la militarización
de la seguridad ciudadana.
El futuro imperial
contrainsurgente ya está en marcha: es el de la construcción del brazo armado que reclama el modelo de
acumulación por desposesión del neoliberalismo y el capitalismo periférico, y
que hace de los excluidos de América Central y el Caribe, la región más
desigual del mundo, el blanco de sus políticas de represión, contención del
descontento social y criminalización de la protesta de movimientos sociales,
comunidades y pueblos indígenas.
Para el imperialismo,
los pobres son el nuevo enemigo interno.
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