Un año más se nos ha
ido y nos preparamos ahora para vivir el 2013. Como suele suceder cuando se
inicia un año nuevo, es tiempo para
hacer lista de propósitos y balance de lo logrado y lo que no se pudo hacer. Es
tiempo para constatar que la vida es breve por muy larga que haya sido.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Con razón Óscar
Niemeyer, el genio de la arquitectura
contemporánea recientemente muerto a los casi
105 años, en el homenaje que recibió cuando llegó a la centuria dijo: “Cuando miro hacia atrás, veo que no
hice concesiones y que seguí el buen camino. Eso es lo que da una cierta
tranquilidad… Lo que vale es la vida entera, cada minuto también. Y creo que
pasé bien por ella”.
Hay vidas como las de
Niemeyer que son verdaderamente afortunadas. Son extensas e intensas,
prolíficas no sólo porque la lotería biológica les ha dado longevidad, sino
porque han aprovechado cada uno de los
minutos de su existencia. A los más de
100 años, Óscar Niemeyer continuaba trabajando en su modesto estudio en
Copacabana, Río de Janeiro. Por el contrario hay vidas que largas o cortas son
vegetativas, simplemente contemplativas
del desgranarse de los días y de las noches. Y hay vidas que son efímeras y al mismo tiempo luminosas. Como las estrellas fugaces que a veces por
casualidad contemplamos, cuando en la noche vemos el firmamento.
Pienso en el músico vasco Juan Crisóstomo
Arriaga, llamado con razón el “Mozart vasco”, autor de una luminosa obra
musical y muerto en 1926 cuando tenía
apenas 20 años de edad. En el mismo
Mozart, sin el cual sería impensable la música de concierto, muerto en 1791
cuando apenas tenía 35 años durante los cuales compuso más de 600 obras
sinfónicas y de concierto, que hoy tienen una vasta popularidad incluso en el
gran público. Imposible dejar de evocar a Franz Schubert, autor de una extensa obra musical y muerto en 1828
a los escasos 31 años de edad. Y en el plano del pensamiento político hay que
mencionar a Antonio Gramsci, muerto en 1937 a los 46 años, de los cuales los
últimos once los pasó en las garras de
las prisiones del fascismo italiano. Gramsci es hoy reconocido como el autor
marxista más reconocido del siglo XX. En América latina, José Carlos
Mariátegui, fallecido en 1930 a los 35 años de edad y que quien es hoy uno de
los autores marxistas más influyentes en
las ciencias sociales. Como homenaje no
puedo dejar de mencionar a mis maestros, René Zavaleta Mercado, muerto a los 48
años y a Agustín Cueva, fallecido a los 55. Hoy ambos son autores
indispensables para la sociología latinoamericana.
Alguna vez leí que Aristóteles era conciente de la brevedad
de la vida y de la necesidad de aprovecharla en cada instante para conocer lo
más posible el universo. Por ello trataba de dormir el menor tiempo posible y de esa manera, convertir la vigilia en la ventana de la conciencia
para poder conocer el mundo lo más posible. Y
recuerdo a mi también mentor, el gran historiador Severo Martínez
Peláez, alguna vez diciéndome en mis años de juventud, que deploraba el
malgasto de vida de todos aquellos que eran adictos a las bebidas alcohólicas y
estupefacientes. Para él, esto era una manera de perder las plenas facultades
mentales para poder asomarse a la ventana por la que apenas podíamos atisbar el
infinito. Esa ventana es estrecha y es finita y en efecto como me decía mi maestro,
hay que aprovecharla al máximo mientras dure.
Les deseo a todos los
lectores y lectoras de esta columna un año feliz y una larga e intensa vida.
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