La
Revolución Ciudadana ha sido y es la respuesta a dos siglos de brutal y mísera
dominación oligárquica, de marginación política a los pobres, indígenas, negros
y mestizos. Y el triunfo arrasador de Alianza PAIS en las elecciones del domingo 17 es el
anuncio del nuevo Ecuador que renace de las cenizas del pasado.
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo
Han pasado 183
años desde que se fundó la República del Ecuador. Y han hecho falta todos esos
años para que el pueblo ecuatoriano rompa con la estructura de poder
oligárquico y se adueñe finalmente de su destino.
Cuando se
fundó el Estado, en 1830, nuestra nación poseía un enorme territorio, que iba
hasta más abajo del Amazonas y hasta el lejano Brasil, y tenía apenas un medio
millón de habitantes. Ahora tenemos un pequeño territorio, estamos lejos del
Amazonas y del Brasil, y poseemos una población de casi quince millones de
habitantes.
En lo
político, la primera Constitución consagró un sistema político del que eran
expresamente marginados los analfabetos, los pobres y los trabajadores en
relación de dependencia. Para ser ciudadano se requería tener propiedad,
profesión o industria. Para ser diputado se requería tener una propiedad raíz
de 4 mil pesos, y para ser Presidente o Vicepresidente, una propiedad de 30 mil
pesos.
Así, la
República del Ecuador fue desde sus inicios un proyecto de Estado oligárquico,
en el cual unas pocas familias de la aristocracia criolla (que detentaban ya
una suma de poder económico, influencia social y superioridad cultural)
aspiraban a controlar y manejar monopólicamente el poder político, con
exclusión del resto de la sociedad.
Más tarde, el
régimen de García Moreno suprimió la exigencia de tener propiedad para ser
ciudadano, mas impuso como primera condición la de ser católico. Empero, la
exigencia de saber leer y escribir mantuvo a la mayoría de ecuatorianos al
margen de la vida electoral. Y dio lugar a que ciertos terratenientes enseñasen
a sus peones a “dibujar su nombre”, para llevarlos en fila a votar por sus
candidatos.
Esa
marginación terminó solo en 1979, cuando la nueva Constitución, aprobada en
referéndum, otorgó el voto facultativo a los analfabetos. Ella también creó un
nuevo sistema de partidos políticos, sobre la base de principios doctrinarios y
programa de acción. Pero el sistema se corrompió bajo el influjo del poder
oligárquico y advino la tristemente célebre “partidocracia”, que implantó el
neoliberalismo y rifó la soberanía nacional.
Por todo eso,
la Revolución Ciudadana ha sido y es la respuesta a dos siglos de brutal y
mísera dominación oligárquica, de marginación política a los pobres, indígenas,
negros y mestizos. Y el triunfo arrasador de Alianza PAIS en las elecciones del domingo 17 es el
anuncio del nuevo Ecuador que renace de las cenizas del pasado, que asume una
plena conciencia de su destino, que levanta su faz ilusionada ante los ojos del
mundo.
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