Con el ascenso de Joe Biden a la presidencia se espera que Washington redefina sus políticas hacia Venezuela. La estrategia seguida por la administración de Donald Trump para insertar a Venezuela en el dispositivo geoestratégico estadounidense no dio resultados, por lo que es natural que se produzca una revisión.
Leopoldo Puchi / El Universal
OBJETIVOS
En lo referente al objetivo trazado, es difícil pensar que se va a producir un viraje sustancial, en el sentido de que el gobierno estadounidense admita que Venezuela no es parte de su eje geopolítico y que, en ese marco, se lleguen a acuerdos de cooperación amistosos entre los dos países, que no se considerarían el uno al otro como enemigos, lo que bien pudiera ser refrendado por tratados de garantías plenas de seguridad mutua.
El asunto relacionado con el funcionamiento del sistema político venezolano, democracia y derechos humanos corresponde a aspectos colaterales en el diseño de objetivos estratégicos estadounidense y no es la pieza esencial de la pugna curso. Lo que ocurre es que la dimensión interna del conflicto se entremezcla con la dimensión geopolítica, y un cambio de gobierno forzado facilita el alcance de la meta central.
TIEMPOS
Recordemos que el Estado venezolano fue declarado una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad de Estados Unidos cuando este país reconocía a Nicolás Maduro como presidente electo y la Asamblea Nacional no era cuestionada. También se sabe que Washington mantiene buenas relaciones con gobiernos de distinto signo.
A partir de la designación de Venezuela como amenaza, a causa de que se considera que la seguridad de EEUU se vulnera porque las fuerzas militares y los servicios de inteligencia de Venezuela se han separado del dispositivo de seguridad estadounidense, se establecieron distintos métodos de acción para revertir la situación.
Esos métodos de acción pueden ser ejecutados de forma más o menos beligerante. Durante la administración Trump se concretaron con altísima presión y con mucha rudeza. Pero además se fijó un horizonte temporal corto, de meses.
Es probable que para los equipos de Biden, el horizonte temporal sea diferente y la perspectiva sea de un plazo relativamente mayor. Igualmente, en materia de estilos, modos y retórica puede esperarse una diferencia con la era Trump.
MÉTODO
Ahora, sobre los métodos, hechos y actuaciones, el vector de profundidad ha sido el del bloqueo petrolero y financiero por medio de sanciones. Estas acciones no han logrado el objetivo de cambio de gobierno de Venezuela y, al contrario, han creado una lógica de asedio, con su respectiva dinámica defensiva que dificulta todavía más la estrategia de cambio de gobierno.
Sin embargo, todo indica que, aunque no hayan funcionado, las sanciones se mantendrían, quizás con un alivio que, obviamente, no las hará más potentes. De ser así, continuaría una acción inefectiva, al tiempo que se fortalecería la dinámica defensiva que generan las sanciones.
En esta óptica, las sanciones pueden extenderse por un largo período, sin que tenga lugar el efecto buscado de cambio de gobierno. Simplemente se sometería a la población a un incremento de sus dificultades, pero sin otras consecuencias en lo político.
GOBERNADORES
En la dimensión interna del conflicto, algunos actores de oposición optarían por el camino de contribuir a mejorar las condiciones de vida a través de un programa económico de apertura y por una evolución más institucional y plural de la vida política, lo que incluiría la participación en las elecciones de gobernadores y concesiones gubernamentales.
A su vez, otro sector de la oposición pudiera inclinarse por seguir con la misma línea seguida hasta ahora, esperar resultados de la estrategia de sanciones y promover movilizaciones de calle.
En ambos casos, y mientras se considere que las sanciones sólo se levantan si Maduro deja la presidencia antes de 2025, todo apunta hacia la prolongación de una situación parecida a la actual, por un cierto período.
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