¿Cuándo alcanza una sociedad el límite de su capacidad para el desarrollo de nuevas fuerzas productivas? ¿Cómo maduran las condiciones para el surgimiento de esas “nuevas y más elevadas relaciones de producción”? Y ¿cómo identifica la humanidad sus objetivos en cada fase de su historia, y el momento de gestación de las condiciones materiales que permiten plantearlos?
Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá
“con los pueblos sucede como con lo demás de la naturaleza, donde todo lo necesario se crea a la hora oportuna, de lo mismo que se le opone y contradice.”
José Martí[1]
Allí, por ejemplo, Marx aborda la estructura de lo social a partir de que en “la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.” Enseguida, añade que el conjunto de esas relaciones de producción constituye “la estructura económica de la sociedad”, sobre la cual se levanta “la superestructura jurídica y política, y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.” Desde esa perspectiva, el modo de producción de la vida material “condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general”, de lo cual resulta que no es la conciencia del hombre la que determina su ser “sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”
A partir de esa caracterización general de la formación de lo social como estructura, Marx pasa a exponer el proceso de su transformación, desarrollo y muerte a lo largo del tiempo. Ese proceso, dice, se sintetiza en que
Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social.
Así, al cambiar la base económica “se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”. Por ello, al estudiar esas transformaciones “hay que distinguir siempre entre los cambios materiales y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.”
A esto siguen dos observaciones de especial interés para estos tiempos. La primera advierte que ninguna formación social desaparece “antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad antigua.“ Y la segunda añade que, por eso, “la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque […] estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización.”
Estas dos observaciones son particularmente intrigantes. ¿Cuándo alcanza una sociedad el límite de su capacidad para el desarrollo de nuevas fuerzas productivas? ¿Cómo maduran las condiciones para el surgimiento de esas “nuevas y más elevadas relaciones de producción”? Y ¿cómo identifica la humanidad sus objetivos en cada fase de su historia, y el momento de gestación de las condiciones materiales que permiten plantearlos?
Estas preguntas no son poca cosa en un momento de incertidumbre como el que atraviesa el sistema mundial.[3]Las fuerzas productivas nunca han estado tan socializadas, como nunca lo ha estado la apropiación privada del producto social. Y aun así, nos encontramos sujetos a aquella circunstancia en la que, como el propio Marx lo dijera siete años antes, en 1852, en la cual los hombres “hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado.”[4]
Y en verdad, hay un límite en la capacidad del pasado para orientarnos en la construcción del futuro, que solo nosotros podemos reconocer y rebasar. El riesgo es grande, pero no puede ser evitado: la sociedad que tenemos, en efecto, ha creado posibilidades inéditas para la solución de los antagonismos de los grupos sociales entre sí y con su entorno natural, y para comprobar así hasta qué punto es cierto que con esta formación social “se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.”
Alto Boquete, Panamá, 5 de febrero de 2021
[1] “Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868, en Hardman Hall, Nueva York. 10 de octubre de 1890.” Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. IV: 252 – 253.
[2] http://www.marxists.org/
[3] Al respecto, por ejemplo: Katz, Claudio (2021) “E.E.U.U.: ¿Ocaso, supremacía o transnacionalización?”
/ https://www.alainet.org/es/
[4] El 18 Brumario de Luis Bonaparte. C. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, páginas 404 a 498. https://www.marxists.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario