La Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC) fue creada en el 2010 e integra a todas las naciones, grandes y pequeñas de Nuestra América. Hacia el final de la década su ímpetu se fue marchitado por el desinterés mostrado por los gobiernos más proclives a orbitar en torno a la política exterior norteamericana, sobre todo en la era Trump. La última presidencia pro-témpore le correspondió a México.
Jaime Delgado Rojas / AUNA-Costa Rica
Ese encuentro y lo realizado en imágenes y textos, son señales alentadoras, pues emanan de los mandatarios de dos grandes naciones de Nuestra América: la más al Norte, con frontera con Estados Unidos y la más austral disputando la soberanía insular con Gran Bretaña. Entre las dos existe un enjambre de tradiciones culturales, sentidos identitarios nacionales y lenguas: el resto de las 18 naciones del continente y las 14 insulares colindantes con las posesiones, aún coloniales, británicas, francesas y holandesas (sin olvidar las norteamericanas). Pero también, porque el encuentro Fernández - López Obrador promete volver a los tiempos de la cooperación y la solidaridad subregional; a los buenos momentos de impulso de organismos e instituciones destacables. México fue escenario de la primera revolución social de la humanidad, en el Siglo XX, y suscribió la primera constitución política en el mundo que delineaba un estado social de derecho avanzado para su época (1917), la que influyó en el resto de los países de América Latina. En Argentina tuvo lugar la primera revuelta estudiantil que llevó a la Reforma universitaria de Córdoba (1918) donde se diseñó un modelo de universidad latinoamericana que aún se exhibe como un aporte de Nuestra América al mundo.
También, con Brasil, fueron las tres economías más desarrolladas de Nuestra América que hicieron posible liderar un Tratado de Libre Comercio, el de Montevideo de 1960, el que fue seguida por la ALADI 20 años después. Este tratado fue un basamento jurídico subregional que abrió espacio para otros organismos (con sentido económico comercial, político y cultural) entre sus partes: el Pacto y la Comunidad Andina, el Mercosur y el ALBA. En esa segunda mitad del Siglo XX recordamos que México no se alineó a las presiones del Norte para sumarse al cerco a la Cuba revolucionaria desde 1959 a la fecha; más bien dio asiento a las deliberaciones sobre armas nucleares que llevaron a la firma del Tratado de Tlatelolco que creó la zona de paz más importante de la región al pactarse, entre todos, la renuncia a la realización, fomento o autorización, directa o indirecta, del ensayo, uso, fabricación, producción, posesión o dominio de toda arma nuclear al sur del Río Grande y el Golfo de México, hasta el Paso Drake entre Argentina, Chile y la Antártida.
Estas relaciones Sur Sur en Nuestra América emanan de retóricas y prácticas políticas y diplomáticas que vienen del Siglo XIX. El Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua, suscrito en el Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826, inspirado por Simón Bolívar, aunque no participaran todas las naciones latinoamericanas, es un patrimonio político y cultural que permea las historias particulares de estas 20 naciones y que han influido en las otras pequeñas repúblicas de reciente emancipación en El Caribe.
La amistad, cooperación y fraternidad en Nuestra América, que llevan más de 200 años, serán el objeto de mis reflexiones en las próximas entregas.
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