Como ya se sabe de sobra, las vacunas contra el virus que produce el COVID-19 han sido acaparadas por un puñado de países del norte global. Algunos tienen tantas que podrían vacunar a toda su población varias veces. ¿Por qué hacen eso si, al fin de cuentas, las vacunas tienen fecha de caducidad y, después de un tiempo, ya no serán efectivas?
Rafael Cuevas Molina/Presidente UNA-Costa Rica
Mientras tanto, en el sur global sucede lo que la OMS ya ha calificado como un escándalo, porque por acá las vacunas llegan a cuentagotas... cuando llegan: menos del 25 %. En América Latina, el más desigual de todos los continentes, hay, sin embargo, grupos sociales que pueden optar por acceder a la vacuna viajando a EE.UU. En torno a esto se ha montado todo negocio que forma parte del proceso de reactivación pos COVID de la economía norteamericana. Se venden paquetes que incluyen transporte al aeropuerto, hoteles, cita para la vacuna, alimentación y, algunos, hasta shopping.
Se ha creado un verdadero corredor en el que ganan las alicaídas (nunca más literalmente dicho) compañías aéreas, los hoteles, los comerciantes de vacunas y un largo etcétera. En Costa Rica, un país pequeño con apenas un poco más de cuatro millones y medio de habitantes, se calcula que a estas alturas ya han viajado entre diez mil y quince mil personas, que habrán erogado en cada viaje (la mayoría de las veces dos per cápita) un promedio de USD 1500. Es decir que no se trata solamente de que mediante estos viajes se colabora con la reactivación económica norteamericana, sino que en nuestros países hay una sangría de recursos que frenan aún más nuestras devastadas economías.
El acaparamiento, entonces, cobra todo su sentido. Se trata de obligar a quienes pueden (ojo: a quienes pueden) a entrar en un proceso con objetivos puramente comerciales. El presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, ingenua o tontamente, ha pedido a Estados Unidos que haga una donación de vacunas al país, pensando que la potencia del norte tomará en cuenta los lazos de amistad que ha dicho que los une históricamente. Pero ya se sabe, Estados Unidos tiene intereses, no amistades, y si llega a soltar algo será por cálculo bien determinado, no por altruismo ninguno, menos cuando está montándose tan aceitadamente el negocio.
En este contexto, es bueno examinar la antípoda de este negocio redondo: Cuba. No solo envió a todo el mundo a la brigada de médicos internacionalistas Henry Reeves, hoy postulada para el Premio Nobel de la Paz, sino que ha podido desarrollar, con industria farmacéutica propia, varias vacunas que posibilitarán que en el mes de septiembre alrededor del 70 % de su población esté vacunada, y no dudamos que pronto implementará planes solidarios para colaborar con todos esos países que han quedado marginados en este proceso, y que hoy son una vez más víctimas del expolio de esa insaciable maquinaria que no tiene otro objetivo que el lucro. De eso, claro, no se ocupa la prensa mundial, mientras ofrece consejos de cómo hacer para viajar ágilmente y sin contratiempos a vacunarse a Estados Unidos y en las estadísticas que publica sobre vacunación y atención a enfermos del virus Cuba nunca aparece.
Mientras tanto, el negocio marcha viento en popa.
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