Los policías del pensamiento llegan a comisario por el acto de arrojo de a todos señalarnos. Planchan el uniforme y lustran con orgullo sus botones sintiéndolos trofeos confiscados en sueños a la avaricia del “oro judío”.
Carlos María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
Los policías del pensamiento formados sacan pecho cuando pasan revista Cirilo de Alejandría, Simón de Montfort, Fulgencio Batista, Augusto Pinochet y el censor vernáculo Miguel Paulino Tato.
Su corazón en sístole detesta a los demócratas y en diástole a los comunistas. Darwin, Freud, el Papa Francisco, el feminismo y la ecología le disparan arritmias.
Rezan a un Dios con látigo y tienen capellanes preconciliares del mismísimo Trento para rezar responsos a los miembros Ku Klux Klan, los S.S., la policía secreta de Oliveira Salazar, los “Contras” de Nicaragua y los militares, civiles y eclesiásticos que violaron los derechos humanos en la Argentina.
Prontos al carpetazo, los más avispados de esa tropa gritan a los cuatro vientos saber de buena fuente que el Reverendo Luther King era un agente soviético y un hipócrita Pablo Neruda porque mientras hablaba de sus paisanos pobres alababa el suntuoso caldillo de congrio.
Por supuesto no creen que el mundo gire y el argumento es que desde hace siglos ellos no se han movido de su sitio.
¡Cuidado! Están de consigna en la puerta de nuestros “gobiernos populistas” y no para escoltar a sus autoridades.
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