Los enfrentamientos en el estado Apure se arrecian. De un lado el Estado venezolano, que actúa a través de la FANB y los cuerpos policiales, y del otro, los grupos armados colombianos que operan a ambos lados de la frontera.
Leopoldo Puchi / El Universal
“MÁXIMA PRESIÓN”
En otra época, la presencia armada de la guerrilla colombiana se limitaba al uso de esas zonas sobre todo como santuario. Mientras esto fue así, durante el siglo XX y el siglo XXI, el Estado venezolano, en razón de encontrarse envuelto en una disputa territorial con Bogotá, nunca tomó partido abierto en contra de los irregulares, sino que actuó con discreción calculada y apostó a las negociaciones de paz.
El otro hecho nuevo, todavía más relevante, consiste en que esos grupos armados han comenzado a ser acoplados como vectores de la estrategia diseñada para el cambio de gobierno de Venezuela, en el marco de la “máxima presión”, ya que resulta conveniente que el foco del narcotráfico genere una situación caótica que conduzca al agotamiento y a la desestabilización del Estado.
INVISIBLES
Una suerte de “Contra” esperpéntica, inducida por enmarañados hilos invisibles y disponible a partir del submundo de los grupos delictivos extendidos en todo el territorio nacional, que por medios indirectos terminan siendo instrumentos de fines políticos.
Esta presión del caos se suma al vector de profundidad de la estrategia, el de las sanciones, que, al obstruir las exportaciones de petróleo y otras materias primas, limita el acceso a divisas para la importación de insumos industriales y de bienes terminados de alimentación y medicamentos.
NEW YORK TIMES
En un reportaje reciente del New York Times con el titular “Grupos terroristas se instalan en Venezuela mientras crece la anarquía”, se señala: “Criminales e insurgentes manejan extensas zonas del territorio de un país en el caos”. Con solo leer esta narrativa, se entiende la utilidad funcional del vector del caos para apuntalar una estrategia de cambio de gobierno basada en una intervención extranjera.
De manera que la decisión de la FANB de enfrentar la situación, no solo cumple la tarea de someter a los grupos delictivos, sino también la de contener el uso estratégico que se les puede dar a la caotización de la sociedad venezolana.
GUERRA
Venezuela ha tenido que pasar de una cierta tolerancia, asumida por décadas y por gobiernos de distinto signo, a una nueva situación de guerra en la que están comprometidas las fuerzas armadas. Su preparación y equipamiento no es precario, pero obviamente no han tenido la experiencia reciente de combates reales, cruentos, en los que efectivos pierden la vida. Es la sangre, sudor y lágrimas de todo conflicto armado, algo distinto a los períodos de dura preparación, entrenamientos rigurosos y desfiles disciplinados.
Es una nueva realidad para Venezuela y para la FANB, y no se avizora como algo de resolución a corto plazo, sino como un hecho duradero, por la naturaleza escurridiza de la acción militar tipo guerrillera y porque su accionar se ha articulado con el conflicto entre Washington y Caracas.
IMPORTACIÓN
No se trata de un enfrentamiento cualquiera, con bandas criminales débiles, sino de grupos sólidamente implantados, constituidos en los tiempos de la tolerancia, que cuentan con la base financiera del narcotráfico, y que actúan con las modalidades criminales de los narcos de México y Colombia.
Son grupos bien equipados, con recursos obtenidos al facilitar que bandas delictivas de Estados Unidos importen grandes cantidades de droga, lo que genera inmensos dividendos que alimentan el circuito de producción y exportación.
SATELITE
No se puede pensar que el gobierno estadounidense declinará fácilmente en su objetivo de insertar a Venezuela en su dispositivo geoestratégico, pero es necesario que se propicie una redefinición de esos objetivos y se avance en una negociación, que pudiera culminar en convenios de cooperación que no impliquen que Venezuela sea un satélite de la órbita estadounidense. Un horizonte difícil, pero no imposible de alcanzar.
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