Sin un consenso mínimo entre las fuerzas políticas en que se reparte el poder en Argentina, será imposible satisfacer las postergadas necesidades de la población, sobre todo de la clase media baja que hace lo imposible para sobrevivir cada día.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Las lecturas y el consecuente relato muestran dos caras de la tragedia argentina de los últimos tiempos, y la urgente necesidad de que la clase política supere sus caprichos y delirios e intente transitar hacia un diálogo que haga posible la gobernabilidad de los próximos años.
Sin un consenso mínimo entre las fuerzas políticas en que se reparte el poder en Argentina, será imposible satisfacer las postergadas necesidades de la población, sobre todo de la clase media baja que hace lo imposible para sobrevivir cada día.
La convocatoria realizada por las grandes centrales sindicales, CGT y CTA y los movimientos sociales a la Plaza de Mayo el pasado miércoles 17 de noviembre, Día de la Militancia, fue justamente una convocatoria a los militantes a redoblar esfuerzos de acá en adelante.
Cabe recordar que ese día, se conmemoraron 49 años del retorno del General Perón a la Argentina, luego de 18 años de exilio; período en que se trató de borrar de la faz de la tierra al peronismo, como se lo ha seguido desde ese mismo día en Ezeiza, luego con la dictadura, Menem, la Alianza y Macri hasta estos días.
La derecha renueva todo el tiempo su odio a las reivindicaciones obreras y los derechos sociales, que ha generado una resiliencia crónica que ha permitido que caigamos y nos levantemos cada vez que ha hecho pie el neoliberalismo voraz con diverso ropaje.
De allí, la gran convocatoria a la unidad para dar la imagen que siempre tuvo el movimiento nacional y popular, una gran pluralidad de ideas unidas a la voluntad política de transformación. Transformación que estuvo desde el primer momento en boca del único orador del acto, el presidente Alberto Fernández, que en un tono tranquilo, pero firme y decidido intentó exponer las líneas centrales de su mandato hasta 2023.
Haciendo una lectura fina de los resultados de cada distrito electoral, hubo mejores resultados del FdT que para la oposición, aunque cabe reconocer – como sucede en tiempos tan convulsos como el que va dejando la pandemia – un resurgimiento de la izquierda y la extrema derecha, las que, como viene sucediendo en esta recuperada democracia, apagan sus estridencias una vez que se someten al ritmo natural del ámbito legislativo, cuyos tiempos y procedimientos, doman a los más díscolos. Allí las bravuconadas y exabruptos se diluyen y dejan de manifiesto el trabajo o desidia de cada legislador.
Es entonces cuando trasciende el dicho: no hay que arrojar piedras en el recinto de cristal porque puede hacerse trizas y, aunque los nuevos protagonistas apunten a derrumbar las instituciones de la democracia, sus cimientos siguen siendo sólidos, cada vez más fortalecidos en estos casi cuarenta años, tal vez por la propia persistencia de una sociedad dispuesta a defenderla.
Por más loco que se presente un Milei, corre el riesgo de transitar del ridículo al olvido, como le ha sucedido al expresidente, de cuya presencia y participación, sus replegados acólitos prescinden tanto que prefiere volver a recluirse en Europa.
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