“Si hubiéramos ido unidos, mínimo más de diez gobernaciones hubieran acompañado la victoria del Zulia", afirmó el dirigente Manuel Rosales. Además de Zulia, la oposición venezolana se impuso en Cojedes y Nueva Esparta. La participación fue de 42.26%.
Marco Teruggi / Página12
“Les tiendo mis manos a los gobernadores electos de la oposición para reunirnos, hacer planes conjuntos y apoyar a los estados en que han sido electos, es mi llamado que hago (…) esos gobernadores de la oposición que han ganado son gente con experiencia política, sabiduría política y sabrán atender mi invitación”, afirmó el presidente Nicolás Maduro, acompañado de la dirección del chavismo, minutos después de conocerse los resultados electorales.
Los tres estados ganados por la oposición fueron Cojedes, por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Nueva Esparta, por el partido Fuerza Vecinal, y Zulia, región petrolera, particularmente marcada por los desabastecimientos de luz y de agua, por el partido Un Nuevo Tiempo, con Manuel Rosales. “Si hubiéramos ido unidos, mínimo más de diez gobernaciones hubieran acompañado la victoria del Zulia anoche, y también una cantidad importante de alcaldías”, afirmó Rosales, ex gobernador y ex candidato presidencial contra Hugo Chávez en el 2006.
La división opositora fue uno de los elementos que le permitió al chavismo ganar en varios estados. Uno de ellos, Táchira, clave también por ser fronterizo con Colombia, fue recuperado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) a manos de Freddy Bernal, quien cumplió en los últimos cuatro años un rol importante bajo la figura de “protector” del estado, particularmente en el eje fronterizo, zona compleja debida a las dinámicas de contrabando y paramilitarismo. Bernal ganó el domingo con 138.496 votos, contra la ahora ex gobernadora Laidy Gómez que obtuvo 135.05% y el tercero, Fernando Andrade, también opositor, quien obtuvo 54.787 votos.
La situación de unidad del chavismo en el partido, el gobierno y el discurso, en contraposición con la división de la oposición, tanto entre los partidos como en los mensajes, fue un elemento central para comprender el mapa arrojado por las urnas. En términos de votos, el conjunto de oposiciones obtuvo algo más que 4.400.00, y el Psuv alcanzó un poco más de 3.700.000 -cerca de 600.000 votos menos que lo obtenido en las elecciones legislativas del 2020-, pero, por la configuración del escenario electoral y su estrategia, logró una victoria por amplia mayoría.
La participación, por su parte, fue de 42.26%, un número que puede prestarse a diferentes interpretaciones y análisis. Chile, ese mismo domingo, también tuvo elecciones, en este caso presidenciales -quedando José Antonio Kast y Gabriel Boric para la segunda vuelta- y la participación fue de 47.3 %. En Francia, donde ocurrieron elecciones regionales este año, la participación fue del 34%. Es decir, que, en términos comparativos internacionales, la elección venezolana no estuvo marcada por una fuerte abstención, sino dentro de un cuadro que, en varios países, arroja participaciones por debajo del 50%.
Baja participación
En términos nacionales el análisis de la abstención tuvo varias interpretaciones. Por una parte, en términos comparativos con el 2020 la participación subió cerca del 11%, es decir, revirtió la tendencia a la baja. Por otra parte, visto en la línea de elecciones regionales el número mostró la permanencia de una disminución de la participación, ya que en el 2017 fue del 61%, y en 2012 del 53.94%. Este aumento de la abstención puede ser leído como parte de un desgaste político producto de la dinámica de confrontación, y de una situación económica en retroceso desde el 2014 -el PIB cayó cerca del 75%- traducida en la emigración, pérdida salarial, dolarización desigual, en un marco del bloqueo económico llevado delante por Washington.
“Hay que seguir recuperando el voto como derecho, como poder, como ejercicio permanente, como mecanismo, hay muchas tareas por delante para recuperar la motivación por el voto de todos los venezolanos y todas las venezolanas”, afirmó al respecto Maduro en el discurso del domingo en la noche.
La elección fue a su vez un mecanismo de medición de fuerzas dentro de las oposiciones en un contexto de fragmentación que vino profundizándose desde el año 2018, cuando una parte de la oposición se abstuvo ante la elección de Maduro, y otra decidió participar. El resultado resultó negativo para el conjunto debido al mapa de gobernaciones y alcaldías, y, en mayor medida para la oposición reunida en la tarjeta de la MUD, en particular una parte de Acción Democrática, Primero Justicia, y Voluntad Popular, es decir las fuerzas que se presentaron durante estos años en términos discursivos como los actores centrales de la oposición.
Esa disputa interna fue expresada por Rosales, quien afirmó: “la política no se puede ejercer desde las redes sociales, nunca, pero nunca las redes sociales sustituirán al contacto directo con la gente (…) nunca un liderazgo nacerá por decreto”, en un mensaje alusivo a Juan Guaidó. Una de las preguntas emergentes es quiénes tomarán la dirección en filas de las oposiciones en el contexto de un nuevo mal desempeño electoral y una incapacidad de renovación política, expresada en que los tres gobernadores electos resultaron ser políticos de larga data.
Esa misma pregunta tiene su traducción internacional. La Casa Blanca, ante el resultado, envió un mensaje de respaldo a Guaidó este lunes, al informar que habrá representantes del “gobierno interino de Venezuela” en la denominada Cumbre Virtual por la Democracia liderada por Joe Biden en diciembre. Ese apoyo no trae, sin embargo, respuesta clara a qué hará Washington en vista de que Guaidó tiene existencia únicamente virtual dentro del país, y, en un año, el gobierno venezolano logró recuperar el poder Legislativo, conformar un nuevo poder Electoral en acuerdo con la oposición, y ahora logró ganar la mayoría de gobernaciones y alcaldías.
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