La enseñanza de la historia en los países capitalistas latinoamericanos
sigue teniendo un currículo colonizado: la ausencia de nuestra esencia es
evidente, la permanencia de los resabios coloniales en la enseñanza se refleja
en la mira puesta en occidente como eje del saber.
Cristóbal
León Campos / Para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México
El planteamiento de Retamar no respondía únicamente a las transformaciones pedagógicas que en el seno de la Revolución cubana se presentarían; de manera general, él sabía que para la emancipación definitiva era y es necesario el replanteamiento del sistema educativo y cultural de nuestras naciones.
¿Cuándo hablaremos de la historia de nuestra
América en las aulas escolares del continente? Esta pregunta pareciera en parte
seguir esperando respuesta, pues si bien, Cuba y otras naciones como la
Venezuela Bolivariana han afrontado replanteamiento de nuestra historia y su
utilidad para las identidades locales y regionales, y también como elemento
aglutinador en la tan necesaria unidad e integración latinoamericana,
reconociendo que en coyunturas históricas diversos proyectos libertarios han asumido esta tarea vital, es de
reconocerse que en el terreno de la educación, la memoria, la identidad y la
cultura como un todo, sigue faltando mucho por andar para revertir los años de
colonialismo interno y externo que aún oprime a nuestros pueblos.
La enseñanza de la historia en los países
capitalistas latinoamericanos sigue teniendo un currículo colonizado: la
ausencia de nuestra esencia es evidente, la permanencia de los resabios
coloniales en la enseñanza se refleja en la mira puesta en occidente como eje
del saber. El proceso descolonizador requiere de la producción de saberes
propios, no se trata de negar lo universal, se trata de hacer universal los
saberes originarios, se requiere tomar las ideas y expresar las nuestras, “Ni
calco, ni copia” como dijera José Carlos Mariátegui, la filosofía es creación
propia de Nuestra América, es su ser el alma enunciada con palabras. Leopoldo
Zea, de quien escribiera Retamar y a cuya cruzada se sumó sin duda con su obra
intelectual, trabajó durante décadas para integrar un conjunto de reflexiones
que dieron forma a lo que hoy reconocemos como filosofía latinoamericana en
términos académicos, sus esfuerzos se encaminaron a la articulación de los
saberes, las ideas y los proyectos de unidad, integración, identidad e historia
que expresan la cultura y la cotidianeidad en los países latinoamericanos, Zea
-como reconociera Retamar- es impulsor de la lucha por el reconocimiento de
nuestra filosofía como una corriente más de la filosofía universal.
Otra sería nuestra realidad si en las escuelas básicas se leyeran de manera permanente
la Carta de Jamaica de Simón Bolívar; el ensayo Nuestra América de José Martí;
los Siete ensayos de interpretación de la
realidad peruana de José Carlos Mariátegui; El socialismo y el hombre en Cuba de Ernesto Che Guevara; y Caliban de Roberto Fernández Retamar,
entre otras fundamentales obras, junto a nuestras historias libertarias y a las
aportaciones fundamentales realizadas por infinidad de mujeres aún hoy
invisibilizadas. Falta mucho camino, pero sí es posible superar el colonialismo
cultural todavía imperante.
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