Transitamos la recta final de un convulso proceso preelectoral, que desde las primarias generó un cimbronazo para el oficialismo y el variopinto arco opositor.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Luego de las PASO de aquel año, en que sufrió un revés Macri, al otro día se volvió loco y dejó que el dólar se disparara, luego de haber endeudado al país de manera aberrante con el FMI. Hecho financiero inédito tanto para el organismo internacional como para la larga historia de la deuda externa nacional, cuya discusión es parte de múltiples reuniones.
Argentina quedó arrasada por el gobierno de Macri; devastada, a merced de los fondos buitres, sin ministerios, con una Suprema Corte de Justicia con dos miembros designados por DNU sin pasar por el Congreso, suprimió de un plumazo la ley de medios y quedaron en la calle cientos de periodistas de la agencia Telam y otros medios públicos; realizaron recortes en políticas sociales, sin hospitales y una inflación galopante de la que nadie se hizo cargo, como tampoco de ninguno de los desplantes en los que incurrió. Siempre sus ministros miraron a un costado, desde las desapariciones de personas, los ataques a los mapuches en la Patagonia, el hundimiento del submarino ARA San Juan, la colaboración con los golpistas bolivianos y el alejamiento progresivo de los mecanismos de integración regional, volviendo a la obediencia debida al imperio estadounidense.
De nada se hicieron cargo, ni de la deuda impagable de 44 mil dólares (la que le habrían bastado 5 minutos para arreglarla, como dijo Macri estos días) con vencimientos programados, la consecuente fuga de capitales entre amigos y parientes, el espionaje a troche y moche, los negociados de ambos lados del mostrador (Autopistas del Sol), los parques eólicos, los escándalos de los Panamá papers que derrumbaron a otros gobiernos (tal como ahora los Pandora papers tienen en vilo al chileno Sebastián Piñera), del blanqueo de capitales familiares, la denuncia del hermano menor a través de un periodista, libro llamado precisamente, Hermano, que parece haberse agotado en las librerías, etcétera, etcétera, etcétera.
Juntos por el Cambio, un experimento exitoso, un hecho político construido a través de alianzas y la acción deliberada de los medios hegemónicos, que hizo que un grupo de poderosos de la CABA se extendieran a todo el territorio nacional por obra y gracia de la entrega de las sedes partidarias provinciales realizada por la Unión Cívica Radical UCR, el partido centenario fundado por Leandro N. Além e Hipólito Yrigoyen.
Los intereses del puerto y la Aduana como en toda la historia de la Argentina moderna se impusieron al país federal, a los “13 ranchos” que menospreciaba Mitre y desprecian los nietos de esa casta dominante.
Con las instituciones destruidas, con un inventario incompleto de la devastación dejada por el mejor equipo de los últimos cincuenta años, como se jactaban los macristas, vino la Pandemia, el primer hecho social mundial que cerró a los países, los hogares y las economías funcionaron sólo para lo imprescindible.
La atención de la salud de la población fue la prioridad emergente asumida por organismos internacionales y autoridades nacionales, entre ellas, la de Alberto Fernández, quien descartó desde el vamos el consejo de su antecesor que exponía el contagio de la manada, el sálvese quien pueda, que es su norma de vida.
A partir del Covid 19 la vida global fue otra y los objetivos vitales se centraron en proteger la salud de la población, rearmar la infraestructura sanitaria y los recursos humanos especializados, buscar vacunas y medicamentos para los infectados, mientras se convocaban a todos los responsables políticos y dirigentes sociales a que se involucraran en la tragedia.
Mucho antes del año de las medidas restrictivas aparecieron las vacunas y comenzó el operativo de vacunación siguiendo las recomendaciones de los diversos laboratorios proveedores y los protocolos aconsejados. En ese momento tan esperado, pareciera o parecía que las diferencias ideológicas se superaban en la solidaridad colectiva y colaboración conjunta nacional; idilio que duró lo que canta un gallo. Con las primeras dosis, se hizo presente el negacionismo libertario con ruidosas manifestaciones clamando respeto a los derechos y garantías constitucionales.
Los medios hegemónicos al palo, corearon la desobediencia a borbotones. Tampoco fueron ellos quienes comenzaron a aplaudir a los médicos y enfermeros por su constante y denodada tarea profesional de asistencia y contención, en la que infinidad ellos dejaron sus vidas.
Canalizaron su odio visceral a través de las grietas que mostraba la tragedia colectiva, donde muchos no podían aislarse por el hacinamiento en que vivían o porque carecían de los mínimos servicios esenciales como las cientos de villas de todo el país.
La percepción del tiempo se alteró, el mundo de las terapias intensivas y los respiradores, hicieron que los minutos fueron horas y los días meses. Las imágenes repetidas hasta el cansancio por televisión de hospitales y salas repletos de enfermos y cementerios abarrotados, mostraron una realidad distorsionada mayor que el tiempo transcurrido.
Sin embargo todo fue reciente, varias catástrofes convergieron en una. La virulencia de una, sepultaba a la otra, cosa que animó a la oposición a criticar cada medida e instalarse nuevamente en la opinión pública, como si no hubieran sido responsables de las vergonzantes consecuencias de su gestión.
Así enarbolaron el vacunatorio VIP del exministro de Salud Ginés González García y lo vociferaron a los cuatro vientos, mientras los adinerados partidarios se retiraban a Uruguay o Miami a vacunarse en tours exclusivos. Hecho que ahora, curiosamente ha sido parte del discurso de campaña de muchos candidatos nacionales, cuyo mentor hegemónico, coloca en el centro a la vicepresidenta Cristina Fernández (incluso en su convalecencia) como fuente de todos los males nacionales, sin mencionar la mínima propuesta legislativa a desarrollar ni mucho menos recuerdan su gestión.
Sigamos con las campañas armadas, este año vino la lenta apertura conforme la evolución de la pandemia en los diferentes distritos y las escuelas se transformaron en el nuevo escenario en disputa, a pesar que la virtualidad fue la nueva normalidad instalada por el prolongado recluimiento, en donde maestros y padres compartieron la enseñanza con los alumnos.
La presencialidad fue el nuevo estandarte para salir a la calle, aunque no colocaron la mejoría de los salarios de los maestros a tiempo completo, como tampoco lo hicieron con los del desgastado personal de salud. Ese fue el ariete de “la mala gestión de la pandemia”; ellos que eliminaron el ministerio de Salud y lo redujeron a simple secretaría, cuyo propio titular en el macrismo, el Dr. Adolfo L. Rubinstein admitió el ajuste presupuestario que tuvo que soportar, por no mencionar el abandono del hospital Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires, que la entonces gobernadora Ma. Eugenia Vidal se negó a inaugurar. Harta o previendo mayores críticas, María Eugenia huyó a candidatearse a la CABA. Grosero, burdo, vergonzoso.
Todo eso y mucho más provocó el resultado de las pasadas PASO, donde concurrieron candidatos fantoches a la derecha de la derecha, como Javier Milei alter ego de Sebastián Abascal del español VOX, cuyas odiosas exhortaciones son propias de un comics de terror que enardecen a millennials como si fuera un rockstar. Su frase explosiva de cierre, “donde hay una necesidad, no hay un derecho”, contradiciendo el célebre legado de Eva Perón, del primer justicialismo, ratificó el desquicio desde que se instaló en el ruedo. Los medios de fiesta, como si la gestión legislativa fuera una joda macabra en manos dementes.
Sin embargo, el lento acuerdo social que significa armar un cuerpo legislativo que legisle para recomponer la erosión dejada y un marco regulador que permita un crecimiento sostenido de la economía capaz de soportar con cierta holgura los requerimientos financieros precedentes, se ha ido realizando sin estridencias, intentando frenar las desmedidas ganancias de un sector productivo altamente concentrado voraz, concertando con el movimiento obrero organizado en la CGT – el que justamente en estos días renueva autoridades con una estructura ampliada que ya dio su apoyo al presidente – y los movimientos sociales que, en pandemia, fueron indispensables para sostener a grandes sectores vulnerables.
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