Brasil es la mayor nación neolatina del mundo. Tenemos todo para ser también la mayor civilización de los trópicos, no imperial, sino solidaria con todas las naciones, porque Brasil incorporó en sí a representantes de 60 pueblos que vinieron aquí. Nuestro desafío es mostrar que Brasil puede ser, de hecho, un pedazo de paraíso que no se perdió.
Leonardo Boff / Servicios Koinonia
1. El pueblo brasilero se habituó a «enfrentar la vida» y a conseguir todo en «la lucha», es decir, superando dificultades y con mucho trabajo. ¿Por qué no iba a «enfrentarse» también al reto último de hacer los cambios necesarios para crear relaciones más igualitarias y acabar con la corrupción?
2. El pueblo brasilero todavía no ha acabado de nacer. Lo que heredamos fue la Empresa-Brasil, con una elite esclavizadora y una masa de desposeídos. Pero del seno de esta masa, nacieron líderes y movimientos sociales con conciencia y organización. ¿Su sueño? Reinventar Brasil. El proceso empezó a partir de abajo y es ya imparable.
3. A pesar de la pobreza y de la marginación, los pobres inventaron caminos de supervivencia. Para superar realidad negativa, el Estado y los políticos necesitan escuchar y valorar lo que el pueblo ya sabe y ha inventado. Sólo entonces habremos superado la división élites-pueblo y seremos una nación una y compleja.
4. El brasilero tiene un compromiso con la esperanza. Es la última que muere. Por eso, está seguro de que Dios escribe derecho con renglones torcidos. La esperanza es el secreto de su optimismo, le permite relativizar los dramas, danzar en su carnaval, ser hincha de su equipo de futbol, y mantener encendida la utopía de que la vida es bella y mañana puede ser mejor.
5. El miedo es inherente a la vida porque «vivir es peligroso» y conlleva siempre riesgos. Estos nos obligan a cambiar y refuerzan la esperanza. Lo que el pueblo, no las elites, desea más es cambiar para que la felicidad y el amor no sean tan difíciles.
6. Lo opuesto al miedo no es el valor. Es la fe en que las cosas pueden ser diferentes y que, organizados, podemos avanzar. Brasil ha demostrado que no es sólo bueno en carnaval y futbol, también es bueno en agricultura, en arquitectura, en música y en su inagotable alegría de vivir.
7. El pueblo brasilero es religioso y místico. Más que pensar en Dios, siente a Dios en su vida cotidiana, lo cual se revela en las expresiones: «gracias a Dios», «Dios se lo pague», «queda con Dios». Dios no es un problema para él, sino la solución a sus problemas. Se siente amparado por santos y santas y por espíritus buenos y orixás que anclan su vida en medio del sufrimiento.
8. Una de las características de la cultura brasilera es la alegría y el sentido del humor, que ayudan a aliviar las contradicciones sociales. Esa alegría nace de la convicción de que la vida vale más que cualquier cosa. Por eso debe ser celebrada con fiesta y ante del fracaso, mantener el humor. El efecto es la levedad y el entusiasmo que tantos admiran en nosotros.
9. Una unión que todavía tenemos pendiente en Brasil es la del saber académico con el saber popular. El saber popular nace de la experiencia sufrida, de las mil maneras de sobrevivir con pocos recursos. El saber académico nace del estudio, bebiendo de muchas fuentes. Cuando esos dos saberes se unan, seremos invencibles.
10. El cuidado pertenece a la esencia de toda la vida. Sin el cuidado, la vida enferma y muere. Con cuidado se la protege y dura más. El reto es hoy entender la política como cuidado de Brasil, de su gente, de su naturaleza, de la educación, de la salud, de la justicia. Ese cuidado es la prueba de que amamos a nuestro país.
11. Una de las marcas del pueblo brasilero es su capacidad de relacionarse con todo el mundo, de sumar, juntar, sincretizar y sintetizar. Por eso, no es intolerante ni dogmático. Le gusta y acoge bien a los extranjeros. Estos son valores fundamentales para una globalización de rostro humano. Estamos demostrando que es posible y la estamos construyendo.
12. Brasil es la mayor nación neolatina del mundo. Tenemos todo para ser también la mayor civilización de los trópicos, no imperial, sino solidaria con todas las naciones, porque Brasil incorporó en sí a representantes de 60 pueblos que vinieron aquí. Nuestro desafío es mostrar que Brasil puede ser, de hecho, un pedazo de paraíso que no se perdió.
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