Los que realmente deben estar felices, satisfechos, con el inminente triunfo de la derecha en España, son los grandes capitales, los de los bancos, los de las instituciones financieras que especulan en las bolsas de Madrid, de Londres, de Nueva York, porque ellos los únicos que, estando tras bambalinas, nunca pierden.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Se le acabó el tiempo al PSOE en España, y el próximo domingo ganarán “los populares”, mismos que de populares solo tienen el nombre porque se trata de la derecha más recalcitrante, con dejos y matices franquistas, que no dudarán en impulsar no solo lo que las recetas neoliberales del FMI y de los organismos comunitarios europeos le dicte, sino otras más, siendo como son más papistas que el Papa.
El argumento será que debe evitarse caer en la situación de Grecia, de Portugal, de Irlanda, de Italia y, quién sabe, también puede ser que de Francia, y para ello hay que ajustarse los cinturones, renunciar a conquistas sociales que no han sido dádiva de nadie, sino resultado de la lucha política de muchos años.
Caerá el peso de la crisis sobre la población y le echarán el muerto al PSOE cuando, después de unos meses, la economía siga sin levantar cabeza y siga siendo abrumador el número de parados. Dirán que fueron las políticas miopes de Rodríguez Zapatero, y que ahora todos deben apechugar a costas de los errores cometidos por sus rivales políticos.
Pero la verdad es que así hubiera sido el PSOE o los mismos populares los que hubieran estado en el poder, las circunstancias habrían sido las mismas, porque no se trata de una crisis española sino de una crisis sistémica que va mucho más allá de ella, que la envuelve y la arrastra pero que no nace y no morirá en España, y que tardará mucho tiempo en ir cediendo.
Claro que esto no se le dice a los electores españoles y muchos de ellos, la mayoría, votará por el Partido Popular con la esperanza de que las cosas mejoren para ellos. Si levantaran la cabeza un poco, sin embargo, y vieran más allá de la Plaza de Cibeles, verían que se trata de una vana ilusión, de un espejismo, de una falta de visión de lo que está pasando en el mundo. No se trata, pues, de que estén en el poder los socialistas o los populares porque, al fin de cuentas, ambos gestionarán la crisis de manera muy parecida, sino de la salida que los grupos dominantes de este mundo globalizado le están dando a la misma: una salida que lo único que ofrece es dar más de lo mismo, profundizar el modelo y las políticas responsables de lo que está pasando. En otras palabras, huir hacia adelante sin variar el rumbo.
Sería para reírse si no fuera porque esta estrategia arrastra a todos a la debacle y el cataclismo. Ya los latinoamericanos sufrimos en carne propia los efectos devastadores de estas “soluciones” fondomonetaristas y hemos ido saliendo adelante, poco a poco, debido precisamente a que nos hemos ido apartando de ellas. Y donde esto no ha sucedido, están aún pagando las consecuencias, como en Chile, por ejemplo, paraíso de los Chicago Boys, ejemplo siempre invocado por los neoliberales de toda laya que hoy se encuentra sumido en un estado de efervescencia social al que no se le vislumbra salida.
Así que, como corderitos, irán los españoles agitando banderas el próximo domingo a sacar al PSOE del poder y a poner al Partido Popular, y después, ya en la noche, cuando se sepan los resultados, se abrazarán los ganadores y verterán lágrimas de alegría; y Rajoy dirá que gobernará para todos los españoles pero todo eso no es más que una gran mentira: los que realmente deben estar felices, satisfechos, son los grandes capitales, los de los bancos, los de las instituciones financieras que especulan en las bolsas de Madrid, de Londres, de Nueva York, porque ellos los únicos que, estando tras bambalinas, nunca pierden, y menos aún con estos cambios de gobernantes que no gobiernan sino administran las políticas que solo a ellos favorecen.
Afortunadamente para los grandes capitales, para los organismos financieros internacionales y comunitarios, para los gobernantes derechistas de Francia y Alemania, en España se votará este domingo de acuerdo a lo estipulado en el libreto, es decir, eligiendo más de los mismo pero peor. No hubo, pues, necesidad de provocar una crisis política como en Grecia o en Italia, en donde ni siquiera hubo elecciones ni consultas sino que, directamente, sin muchos rodeos se sustituyó a Papandréu y a Berlusconi.
Y después, que no nos vengan a dar lecciones de democracia en América Latina.
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