La presencia de China es
ya determinante en América del Sur, en particular en el área comercial,
mientras las inversiones asiáticas crecen progresivamente. También viene
aumentando la presencia de Rusia, en particular en el área militar. Ambas
influencias no pueden ser indiferentes y marcan prioridades.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
El acercamiento entre China y Rusia también tiene repercusiones en América Latina. |
El renacimiento de la guerra
fría entre Estados Unidos y Rusia, a raíz de la reincorporación de Crimea
al país al que perteneció durante dos siglos, es una buena ocasión para
despojar las relaciones internacionales de ideologías y discursos que suelen
encubrir las verdaderas intenciones de los contendientes.
La defensa del “mundo
libre” que propagó Washington y la simétrica defensa del socialismo que utilizó
Moscú suenan, ahora que ambas son potencias capitalistas y el ropaje
democrático les queda demasiado ajustado y permite adivinar las intenciones
detrás del discurso, como una lucha de carácter geopolítico por la influencia
en el mundo.
Es la virtud que tienen las
grandes crisis y los procesos de transición: muestran realidades que en los
periodos de calma suelen solaparse detrás de argumentos de carácter ideológico,
revestidos las más de las veces de apelaciones retóricas. La condena a muerte
de 529 personas en Egipto y la violencia contra manifestantes, con saldo de
cientos o miles de muertos, sin que ninguna potencia occidental haya elevado el
tono, enseñan que los derechos humanos son desplazados por los intereses
geopolíticos.
José Luis Fiori, profesor
de economía política internacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro
y coordinador del grupo de investigación El poder global y la geopolítica del
capitalismo, recupera en una serie de artículos periodísticos el pensamiento de
Nicholas Spykman (1893-1943), el teórico geopolítico que tuvo mayor influencia
sobre la política exterior de Estados Unidos en el siglo XX.
Spykman consideraba que
los países caribeños, incluyendo Colombia y Venezuela, formaban una zona de
influencia donde “la supremacía de Estados Unidos no puede ser cuestionada”.
Los consideraba “un mar cerrado cuyas llaves pertenecen a Estados Unidos, lo
que significa que quedarán siempre en una posición de absoluta dependencia” ( Valor,
29/1/14).
En opinión de Fiori, esta
percepción explica las 15 bases militares en América Central y el Caribe,
región que jugó un papel decisivo durante la segunda guerra fría bajo la
presidencia de Ronald Reagan. Considera que esta posición de dominación será
muy difícil que se altere, “más allá de las ‘disidencias’ cubana y venezolana”.
Respecto a México, Fiori
cree que “ocupa sólo la posición de enclave militar de Estados Unidos” y que es
el único de los grandes países latinoamericanos donde creció la pobreza, que
supera la mitad de la población.
Spykman consideraba que
en la región sudamericana, más allá de la “zona inmediata” de hegemonía
estadunidense, destacaban los países del cono sur, la región ABC en su lenguaje
(Argentina, Brasil y Chile), quienes “pueden intentar contrabalancear nuestro
poder a través de una acción común”. En este caso, serían una amenaza a la
hegemonía que “tendrá que ser respondida a través de la guerra” ( Valor, 29/1/14).
En suma, en el cono sur
se trata de evitar el nacimiento de alianzas que puedan poner en cuestión el
dominio estadunidense. Según Fiori, “el éxito de la nueva alianza entre Brasil
y Argentina será siempre considerado como una línea roja para los intereses de
Estados Unidos” (Outraspalavras.net, 27/3/14). Por eso, “en este momento todos
los gobiernos de América del Sur representarían una amenaza para los intereses
norteamericanos, que debe ser contenida y derrotada, con la excepción de
Colombia, Perú y Chile” (Valor, 26/2/14).
Eso no quiere decir que
todos los casos tengan igual prioridad, ni siquiera que deban tratarse del
mismo modo. En el caso del terremoto en Haití, en enero de 2010, la reacción
fue inmediata, brutal y militarizada, realizando un gran despliegue en el
Caribe, ocupando zonas clave del país devastado, para impedir cualquier
movimiento contrario en momentos de aguda confusión.
A diferencia de lo
sucedido en otros periodos de la historia regional, cuando los lapsos de
crecimiento económico exitosos de Argentina y Brasil fueron estimulados por
potencias mundiales, Inglaterra en el primer caso, Estados Unidos en el
segundo, ahora estaríamos ante “una revolución en la historia del cono sur”.
Fiori sostiene que el proyecto de construcción de una “zona de coprosperidad” y
de un “bloque de poder sudamericano” (como la Unasur o el Mercosur ampliado)
apuntan en una dirección intolerable para Estados Unidos y de sus aliados en
cada país.
Por eso sostiene que
“Estados Unidos será el principal contrapunto de la política exterior brasileña
dentro del hemisferio occidental durante el siglo XXI”. El problema es que la
posición de Washington es clara, pero no sucede lo mismo con la mayor parte de
los gobiernos “progresistas” de la región.
A mi modo de ver, el
análisis de Fiori es impecable. Cabría agregar, empero, dos elementos
centrales: el factor BRICS y la emergencia de una nueva burguesía ligada al
modelo progresista.
La presencia de China es
ya determinante en América del Sur, en particular en el área comercial,
mientras las inversiones asiáticas crecen progresivamente. También viene
aumentando la presencia de Rusia, en particular en el área militar. Ambas
influencias no pueden ser indiferentes y marcan prioridades. Venezuela es el
país de la región donde se concentran la presencia económica china, la alianza
militar con Rusia y lazos comerciales y políticos con Irán. Es mucho más de lo
que hubieran tolerado Spykman y Henry Kissinger.
La segunda cuestión es mucho más compleja. La emergencia de nuevas burguesías en los países con gobiernos de izquierda y progresistas es un proceso dual, como lo muestran los casos brasileño y venezolano. Pueden ser un factor de poder favorable a un mundo multipolar y trabajar en contra del dominio estadunidense. Pero pueden enfrentarse, a la vez, a los procesos de empoderamiento popular que recortan su margen de acción. Llegado el caso, los nuevos burgueses están dispuestos a aliarse con sus pares para enfrentar juntos a los de abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario