No
fue Zabludovsky un prócer del periodismo mexicano como lo fueron Julio Scherer,
Miguel Ángel Granados Chapa o Vicente Leñero. O como ahora lo es Carmen
Aristégui. Su mérito será el haberse reinventado y tratar de compensar en sus
últimos años, el daño que hizo durante
buena parte de su carrera.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
La
madrugada del viernes 3 de julio leí
diversos artículos acerca de la muerte de Jacobo Zabludovsky. Y encontré uno en
el que se le atribuía un discurso estremecedor en el momento en que recibió la
medalla al Mérito Cívico Eduardo Neri, otorgada por la Cámara de Diputados en
abril de 2013. Durante los últimos 45
años vi, escuché y leí a Jacobo
Zabludovsky y pasé de la cólera y del desprecio, a la sorpresa y aún admiración. Pude observar
en su programa “De 1 a 3”, opiniones políticas insólitas en aquel obsecuente
periodista que el día 2 de octubre de 1968 -cuando la Plaza de Tlatelolco
estaba bañada en sangre-, comenzó su programa con un “Hoy fue un día soleado”.
Advertí que le hizo entrevistas profesionales al satanizado Andrés Manuel López
Obrador, como éste lo ha reconocido al
comentar el deceso del periodista. Y el estar fuera de la jaula de oro de
Televisa, se me reveló un personaje de extraordinaria cultura y sensibilidades
insospechadas. No cabe duda que estar dentro de Televisa envilece a quien ha
sido digno fuera de ella y a veces dignifica a quien sale de ella.
No
fue Zabludovsky un prócer del periodismo mexicano como lo fueron Julio Scherer,
Miguel Ángel Granados Chapa o Vicente Leñero. O como ahora lo es Carmen
Aristégui. Su mérito será el haberse reinventado y tratar de compensar en sus
últimos años, el daño que hizo durante
buena parte de su carrera. Por eso, al
leer en medio de la soledad de la madrugada de ese viernes 3 de julio, el artículo que decía que en su discurso de
aceptación, Jacobo Zabludovsky había pedido perdón, me emocioné y escribí una nota que publiqué en redes sociales.
Estimables amigos y lectores me han sacado de mi error. Tal discurso nunca
existió. Fue una ficción de Vicente Leñero en la que valora la transformación
para bien de Zabludovsky. Después de las aclaraciones que he recibido, he visto y escuchado el discurso real de
Zabludovsky ante la Cámara de Diputados en abril de 2013. En él expresa gratitud, hace remembranzas y en algún momento valora
la libertad periodística en el México actua,
contrastándola con el período del
autoritarismo priísta. Y advierte también contra los peligros del monopolio
mediático sin llamarlo así. Con precisión y tibieza, compara la dictadura
mediática del México del priáto con la dictadura mediática del México
neoliberal. Nada más.
Hay
momentos en que la ficción se convierte en realidad. Esto ha sucedido con
el discurso del perdón de Zabludovsky.
En el momento de su muerte, no solamente el artículo que propició mi error
reprodujo como verdad lo que era una ficción. Fueron bastantes las notas que
dijeron que Zabludovsky había pedido
perdón. Es como si sus redactores, al igual que yo, hubiesen querido oír una disculpa en labios de quien fuera el
detestable vocero del régimen autoritario mexicano. No lo hizo. Pero durante los últimos años de Zabludovsky, su programa de radio fue decente e
independiente.
Más
vale tarde que nunca.
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