Es de esperar que, en este último
domingo de octubre, ese poder invisible que intenta gobernar mentes, moldear
gustos y preferencias y provocar esa miserable indiferencia o desprecio;
que levanta infundios, profiere agravios, suelta venenosos
titulares y macabros comentarios y editoriales de una
privatizada propaganda con el fin de sembrar
descontentos y desesperanzas, no logre su cometido.
José Luis
Callaci / Especial para Con Nuestra América
"En una época de engaño universal, decir la
verdad es un acto revolucionario." George
Orwell
Veremos en esta fecha, qué tanto
pesa en la vida democrática del país el sentido común y la
responsabilidad ciudadana. Un sentido común que a través de una simple
pregunta definió una reelección presidencial: ¿estamos mejor ahora que
antes? Si la respuesta es Sí, entonces resulta obvio a quien se va
a votar. La responsabilidad ciudadana se determina en la medida que la
reflexión pausada, seria, mesurada y la sensatez dominen esa
decisión.
El próximo domingo 25 de octubre tendremos
los argentinos que decidir quiénes serán nuestros futuros gobernantes. Escoger
entre la continuidad de un camino o rumbo propio, con imperfecciones
corregibles, o un mal llamado “cambio” que no es ni más ni menos que el
retorno a políticas que solo problemas le crearon al país.
No se trata de meter en el mismo saco
a los que quieren regresar a un pasado violento y de desmanes financieros
con los que creen en falsas promesas, los desmemoriados o
desagradecidos que muerden manos extendidas. Pero sí el
cuestionar actitudes que consideramos importante cambiar. No existe
en la faz de la tierra gobierno que no sea cuestionable ni proyecto político
que no sea perfectible. Pero en una democracia ser oposición
excluye todo propósito espurio de desestabilizar a un gobierno
democráticamente escogido.
Se pueden cuestionar las formas de
transformar la estructura económica y la liberación de las
dependencias financieras externas, como también la realización de
los amplios y ponderados programas sociales emprendidos por este
gobierno, pero no tratar de ocultar sus grandes beneficios para el desarrollo
del país, el bienestar general y la propia estabilidad política. Se
puede cuestionar la obra pública de infraestructura, en rutas y
caminos, el renovado sistema ferroviario, la recuperación de la línea aérea de
bandera nacional y del estratégico YPF, el vertiginoso desarrollo científico y
tecnológico que hoy circunda el planeta, o lo logrado en memoria, verdad y
justicia, pero no tratar de camuflar sus bondades para el país y sus
habitantes. Es deber pero también obligación hablar con la verdad.
Es de esperar que, en este último
domingo de octubre, ese poder invisible que intenta gobernar mentes, moldear
gustos y preferencias y provocar esa miserable indiferencia o desprecio;
que levanta infundios, profiere agravios, suelta venenosos
titulares y macabros comentarios y editoriales de una
privatizada propaganda con el fin de sembrar
descontentos y desesperanzas, no logre su cometido.
En cuanto a los “expertos economistas”,
agoreros que desde los inicios del cambio de rumbo del país en el
2003, vienen haciendo fatales y hasta apocalípticas “predicciones” solo
nos resta decir que, de todas, no han “pegado” ni siquiera una. En ese ámbito
de opinión nos bastan las afirmaciones contundentes y sostenidas de
connotadas figuras, nacionales y extranjeras como las de Aldo
Ferrer, Paul Krugman o Joseph Stiglitz. Los ajustes son siempre necesarios pero el país va por buen
camino.
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