Estábamos en la campaña de la segunda
vuelta en Brasil, en 2010, cuando nos fulminó la noticia de la muerte de
Néstor. Lula corrió a representarnos a todos nosotros, cuando todos nuestros
corazones se volcaban hacia Néstor, hacia todos los argentinos, hacia Cristina
en particular.
Emir Sader
/ Página12
Sabíamos todo lo que Néstor representaba,
cómo junto a Hugo Chávez y Lula, había sido fundamental para lanzar el proceso
de integración regional y cerrar el paso al ALCA. Sabíamos cómo Néstor había
sido fundamental en el rescate de Argentina de la peor crisis de su historia.
Este aniversario de la muerte de Néstor [27
de octubre] nos lleva a aquel momento y a la forma en que Lula afrontó una
situación similar a la que afronta ahora la Argentina. Ante el nuevo desafío
electoral que se abría en aquellos días para nosotros, Lula nos sorprendió de
nuevo. Nos dijo: “Siempre es mejor ganar en segunda vuelta, porque la
contraposición de planteamientos es más clara, y de esta manera el presidente
es elegido con más apoyo”.
En ese momento, sus palabras nos parecieron
nada más que un consuelo, una racionalización por nuestra incapacidad para
triunfar en 2002, en 2006, en 2010 –y, ahora, más recientemente, en 2014–. Pero
después nos hemos convencido de que hay una lógica política importante en esos
planteamientos. En la primera vuelta –en Brasil, en Argentina, o en otros
países– hay una proliferación de candidatos, de planteamientos, que dificultan
la comprensión de los grandes dilemas propuestos a nuestras sociedades.
La segunda vuelta fue fundamental para el
triunfo de Lula en 2006 y de Dilma en 2010 y en 2014. Los dilemas centrales de
nuestras sociedades se estructuran alrededor de la superación o no del
neoliberalismo. No por casualidad los países de la región que han decidido la
superación de ese modelo –privilegiando las políticas sociales, la integración
regional, el rescate del rol del Estado– han avanzado en el combate a la pobreza
y a la miseria, en la defensa de la soberanía nacional y de la autoestima de la
gente. Con los países que mantienen el modelo centrado en los ajustes fiscales,
en la centralidad del mercado, en el libre comercio, pasó lo contrario.
En la segunda vuelta las alternativas
económicas y el rol de las políticas sociales se vuelven centrales en el debate
entre dos candidatos y de sus planteamientos. En general los candidatos de la
derecha tratan de esconder los fundamentos de su propuesta económica diciendo incluso
que van a mantener los avances sociales logrados por los gobiernos
progresistas. Es fundamental explicitar en los debates de segunda vuelta la
contradicción entre esa promesa y los fundamentos de su propuesta económica.
A pesar de prometer que mantendrían las
políticas sociales de los gobiernos del PT, en Brasil, los candidatos
neoliberales hacían afirmaciones tales como: “La economía no crece porque el
salario mínimo es muy alto”, (sic), “de los bancos públicos no va a quedar casi
nada” (como si las políticas sociales pudieran ser implementadas por bancos
privados). Eran las contradicciones de los candidatos de la derecha cuando
expresaban sus verdaderas intenciones.
Además, en la segunda vuelta siempre se han
podido realizar grandes actos y movilizaciones de artistas, intelectuales,
movimientos sociales, fuerzas de izquierda en general. Y siempre tomando como
eje las dos grandes opciones de nuestras sociedades: avanzar en la superación
del neoliberalismo, o el retroceso brutal en lo económico, en lo político, en
lo social y en lo cultural, con la represión correspondiente.
En la experiencia brasileña, las campañas
en segunda vuelta han sido decisivas para las victorias electorales, para
evitar los retrocesos y para avanzar en la profundización de los procesos de
construcción de sociedades más justas, más solidarias, más humanas.
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