Algunos
opositores rusos dicen que el secreto de la popularidad de Putin es el petróleo
más la propaganda. Con los precios del primero a la baja, a Putin le quedará
solamente la propaganda y eso tiene corto aliento. Pero acaso la popularidad de
Putin en Rusia tenga una razón adicional. Es un líder frío y firme que ha llevado a Rusia a jugar un papel
central en el multipolarismo que estamos viviendo a nivel mundial.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Un mural del presidente Putin en San Petersburgo. |
En los primeros
días de este mes de octubre de 2015 tuve la oportunidad de estar en la ciudad
de San Petersburgo, Rusia. Asistí como académico al II Foro Rusia Iberoamérica
organizado por la Universidad Estatal de San Petersburgo y particularmente por
los profesores Lazar y Viktor Jefeits del Departamento de Estudios Americanos.
San Petersburgo es impresionante, como
que fue la capital del imperio ruso. Revelan su pasada grandeza imperial, los edificios y trazo arquitectónico en su
centro histórico, el río Neva y sus
diversos afluentes que atravesando la
ciudad hacen evocar una ciudad mezcla de
París y Venecia. El antiguo Palacio de Invierno -hoy el Hermitage-, o el
Palacio del Principe Yusupov (donde fuera asesinado Rasputin), evidencian el
boato del zarismo y de su aristocracia. La ciudad adereza su grandiosidad con
la belleza de las muchachas que caminan
por las calles con aire de elegancia de parisinas eslavas.
Pero acaso lo
que más me impresionó de San Petersburgo, es el culto a Vladimir Putin. El
visitante que difícilmente puede advertirlo a través de la televisión -si no
sabe hablar ruso-, lo puede avizorar en las tiendas y puestos callejeros de
souvenirs, aun en librerías. Putin aparece en camisetas, tazas, matrioshkas,
pequeñas efigies, magnetos para refrigeradoras
y en cualquier otro artículo que
el turista quiera adquirir. Más curioso aún es ver todas esas reproducciones de
la imagen del presidente ruso,
convertidas en una suerte de
símbolo sexual con mirada seductora, usando gafas Ray- Ban para el sol o
apareciendo con el torso desnudo montado sobre un galopante oso. Esta impresión
no es una superficial mirada de turista
si nos atenemos a la última Encuesta Mundial de Valores que, según consigna Roberto
Savio en reciente artículo, nos
indica que en Europa del Este solamente un 24% de la población valora vivir en
democracia y en Rusia, particularmente, el índice de aceptación para Putin es
del 80%.
Algunos
opositores rusos dicen que el secreto de la popularidad de Putin es el petróleo
más la propaganda. Con los precios del primero a la baja, a Putin le quedará
solamente la propaganda y eso tiene corto aliento. Pero acaso la popularidad de
Putin en Rusia tenga una razón adicional. Es un líder frío y firme que ha llevado a Rusia a jugar un papel
central en el multipolarismo que estamos viviendo a nivel mundial.
Desquebrajada la Unión Soviética, Rusia quedó como una potencia de tercer
nivel. Putin ha vuelto a colocar a Rusia como potencia que se enfrenta vis a
vis a los Estados Unidos de América y a Europa Occidental. En los días que
estuve en Rusia, la fuerza aérea rusa empezó el bombardeo devastador contra las posiciones en Siria del llamado
Estado Islámico y blasonó haber destruido en dos días el 40% de la
infraestructura del odioso grupo terrorista.
No es Putin un demócrata.
Su partido Rusia Unida tiene abrumadora mayoría en la Duma. Firme liderazgo,
uso hábil de la renta petrolera, propaganda y agitación del chauvinismo gran
ruso pudieran estar dándonos Putin para largo.
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