No existe nada que se llame Catalunya o España, no
son personas ni seres vivos, como mucho espectros. No sufren los recortes
hospitalarios ni la subida de las matrículas universitarias. Hay catalanes que
sí y catalanes que no, españoles que sí y españoles que no, obreros que sí y
burgueses que nunca. No existen las naciones como sujetos políticos, existen
las personas y las clases.
Jon E. Illescas (Jon Juanma) / Especial para Con Nuestra América
Desde la
Comunidad Valenciana, España
Ayer [domingo 27 de setiembre] en Catalunya, pese a la guerra de banderas catalanas
y españolas, en realidad perdió el único grupo que no ondeaba ninguna tela ni
que se atreve siquiera a sacarla. Ganó una clase, la burguesa, y perdió otra,
la trabajadora. Ganaron los recortadores y perdieron los recortados. Ganó la
hegemonía capitalista pese a los diversos disfraces nacionales que adopta (¡le
encanta travestirse!). Curiosamente, poco después que Junqueras, Mas y Romeva
acabaran su previsible discurso y se oyera una canción en català, sonó el mismo
flujo de pop americano sintetizado que bailan los jóvenes catalanes o
murcianos, gallegos o castellanos, en las discotecas financiadas por capitales
de todo el mundo. Todos, independentistas catalanes y nacionalistas españoles, bailaron al mismo ritmo de la hegemonía burguesa.
Es mucho más fácil interiorizar que “la culpa es de
los españoles” o que “la culpa es de los catalanes” que unir a ambos en la
misma sintonía y señalar que el problema reside en el capitalismo y sus
ejecutores (Mas, Rajoy, la Troika, etc.). Esto demuestra que la Ley Universal
del Mínimo Esfuerzo (LUME) también gobierna en la lógica política de los
gobernados/dominados. Para que el primer mensaje triunfe, sólo hay que estar
jodido con algo y echarle la culpa a alguien bien delimitado (“los españoles”,
“los catalanes” o, mejor aún, “España” y “Catalunya”). Para entender que el
capitalismo nos oprime a todos hace falta estudiar, entender la lógica del
sistema y saber que se puede substituir por otro superior.
Los únicos que se atrevieron a desmarcarse
(parcialmente) de la guerra de banderas durante la campaña fueron Catalunya Sí
que es Pot. Sin embargo, no izaron su propia tela. ¿Alguien se percató de
alguna bandera roja que unificara a todo el género humano independientemente
del lugar de nacimiento? Es más (que no Mas), su propio nombre (“Catalunya sí
que es Pot”) indica su hipoteca con la ideología burguesa: “Catalunya”.
¿Alguien se imagina una unión de la izquierda en todo el Estado para diciembre
que se llamara “España sí se puede”? Sonaría demasiado “facha”. Y tanto en un
caso como en otro, efectivamente lo son (o lo serían). No existe nada que se
llame Catalunya o España, no son personas ni seres vivos, como mucho espectros.
No sufren los recortes hospitalarios ni la subida de las matrículas
universitarias. Hay catalanes que sí y catalanes que no, españoles que sí y
españoles que no, obreros que sí y burgueses que nunca. No existen las naciones
como sujetos políticos, existen las personas y las clases. Los límites
nacionales han sido tradicionalmente impuestos a punta de espada o de tanques
por los conquistadores, las diferentes clases dominantes cuando se reparten los
territorios, etc. Las naciones sirven para dividir a la clase trabajadora en
diferentes establos donde las burguesía mundiales nos sacan hasta la última
gota de leche, donde nos explotan para obtener sus beneficios (que luego invierten
muy “nacionalmente” llevándoselos a algún paraíso fiscal). Sin embargo, luego
muchos de los explotados, bailan al son de las banderas de los establos. ¿Puede
haber algo más absurdo, más primario, en estos tiempos de mundialización de los
goces y los padeceres?
Lo cierto es que desde el inicio de los tiempos el homo
sapiens necesita símbolos que le ayuden a generar una identidad. Que, más
allá de su materialidad cruda, les enraícen como “sujetos” a un conjunto mayor,
les hagan sentir parte de una comunidad. Sin embargo, pese a que vivimos en un
mundo más interconectado que nunca, menos “nacional” y más mundialmente
interdependiente, donde todos consumimos los mismos productos culturales, donde
catalanes, españoles, griegos y alemanes bailamos las mismas canciones
internacionales y vemos las mismas series o películas, las banderas, en parte,
parecen ondear más fuerte que nunca.
Del 27S podemos aprender que las mayorías bailarán
al son de los símbolos de sus burguesías porque son ellas las que controlan los
medios de comunicación y el resto de industrias de la conciencia. Los
activistas sociales y militantes somos minoría, pese a todos los cientos de
recortes, pese a todo el dolor y el sufrimiento generados a millones. Seguimos
siendo minoría. Hemos sido socializados desde niños por sus industrias de la
conciencia para ser ciudadanos pasivos. Eso no se rompe de la noche a la
mañana. La propaganda política no dura quince días durante las elecciones, dura
todo el resto del año. La oligarquía mediática de la clase capitalista controla
nuestros sueños y anhelos, nuestras esperanzas, porque la mayoría de la gente
consume acríticamente su flujo cultural e ideológico (sus informativos, sus
programas de entretenimiento, sus películas, sus canciones, en definitiva, su
cultura).
Sin nuestros propios medios y nuestra propia
industria cultural socialista jamás podremos disputar la hegemonía. Y así las
burguesías nos enfrentarán a placer mientras nos explotan en cada uno de sus
establos “nacionales”. Ya lo hicieron en dos guerras mundiales y serían
perfectamente capaces de hacerlo en una tercera. Las mayorías de izquierda
dependen de los medios burgueses en exceso. Se creen, por ejemplo, que un canal
como La Sexta, propiedad de Planeta, de la familia capitalista Lara, es “de
izquierdas” porque en algunos programas se escuchen a los nuestros. Pensemos en
algo. ¿Cuándo Podemos consiguió las máximas expectativas de voto y cuándo
comenzó su caída libre? ¿Coincidió con el tiempo que más aparecía en los medios
masivos y cuando dejó de hacerlo? ¿Por qué dejamos que sean ellos los que
controlen quiénes de los nuestros son mediáticos y los temas en torno a
los cuales girarán nuestros debates con los amigos en la calle, en el trabajo,
en el bar, etc.? ¿Por qué dejamos que controlen nuestra agenda política? La
izquierda agonizante, la que todavía no quiere besar las banderas de los dueños
de los establos, la que sueña con una humanidad emancipada, necesita crear sus
propios medios y su industria cultural para generar sus propios símbolos,
nuestra propia conciencia internacionalista y hacerla masiva entre la mayoría
de la población que hoy por hoy no irá a una manifestación ni pisará una
asamblea. Necesitamos llegar/ilusionar a los que actualmente jamás se apuntarán
a un partido político, a un sindicato o a una asociación de acción
contrahegemónica. Es decir, a la inmensa mayoría.
Sin la unión de toda la izquierda contrahegemónica
para construir nuestros medios unificados, nuestra propia industria cultural,
sólo consumiremos hegemonía burguesa y pensaremos como ellos quieren que
pensemos. Necesitamos nuestra cultura solidaria, racional a la par que cálida,
rebelde a la par que humana: nuestra cultura socialista. Si por el contrario,
hemos de seguir luchando en sus medios, ellos controlarán el mensaje y los
minutos que saldrán nuestros responsables. Si no construimos nuestra industria
cultural contrahegemónica jamás conseguiremos la hegemonía en la sociedad,
seremos minoría para siempre y cada vez más, los pocos que quedemos, estaremos
más colonizados mentalmente. No podemos luchar contra los medios masivos tanto offline
(radio, TV, etc.) como online (Internet) desde una multitud de pequeñas
páginas de información alternativa en Internet. O desde asambleas de cientos de
personas cuando los telediarios son vistos por millones a los que les lavan el
cerebro. No podemos luchar contra un ejército de aviones, tanques y drones con
tirachinas. Necesitamos seducir a las mayorías y aumentar la formación de
nuestros activistas y militantes. Pero precisamos hacerlo con seducción, con
canales poderosos que lleguen a más gente y con objetivos que ilusionen.
Necesitamos nuestra televisión, nuestros telediarios y nuestras propias
canciones. Pero además necesitamos que cambien el discurso, que se haga más valiente.
Movilizar a la gente para evitar los recortes no ilusiona a nadie. Ya llevamos
años de recortes y se están normalizando por cansancio. Al final a las acciones
a la calle acuden (algunos) de los afectados y los militantes de siempre. No se
amplía el círculo. Por eso no hay mejor defensa que un buen ataque. Por eso,
debemos hablar de la emancipación del género humano y la lucha por el
socialismo internacional. No hay gestión humana en el capitalismo (obsérvese a
Syriza en Grecia). Necesitamos apuntar como objetivo un mundo donde todos
vivamos juntos valorando nuestras diferencias como un tesoro, donde la riqueza
se redistribuya, donde reduzcamos la jornada laboral gracias al progreso
tecnológico y donde se garantice el pleno empleo porque las empresas serán de
nuestra propiedad. Eso sí son sueños por los que vale la pena movilizarse, sí
dan ganas de luchar. El socialismo mundial es techo, pan, salud, cultura y
libertad. Bajo ese objetivo político cabemos todos, catalanes y españoles, pero
también estadounidenses, chinos y sirios. ¿Alguien se atreverá de una vez a
volver a izar esa bandera?
* Jon Juanma es el pseudónimo
de Jon E. Illescas Martínez. El autor es Licenciado en Bellas Artes y Doctor en
Sociología y Comunicación. Blog: http://jonjuanma.blogspot.com.es/.
** El artículo fue finalizado
el 28 de septiembre de 2015.
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