Washington y los medios de comunicación
pintan a Estados Unidos en la vanguardia de la lucha contra el narcotráfico, el
lavado de dinero proveniente de las drogas y la corrupción política. La imagen
es de limpias manos blancas luchando contra el "dinero sucio"
proveniente del Tercer Mundo (o de los países ex comunistas). La verdad es
exactamente la opuesta.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El empresario hondureño Yankel Rosenthal. |
La noticia de la semana en Centroamérica
fue que uno de los empresarios más poderosos de Honduras, Yankel Rosenthal,
presidente de uno de los equipos de futbol de más cartel en ese país, el
Marathón; exasesor del presidente Juan Orlando Hernández; sobrino de Jaime
Rolando Rosenthal Oliva (quien encabeza el Grupo Continental, un vasto
conglomerado de negocios que van desde un banco hasta una empacadora de carne,
cuatro veces precandidato presidencial), fue arrestado en el aeropuerto de
Miami acusado, junto con su tío Jaime y su primo Yani Benjamín Rosenthal, de
operar una de las más importantes redes de dinero para el narcotráfico en
Centroamérica.
Los tres miembros de la familia
Rosenthal fueron designados narcotraficantes el martes 7 de octubre pasado por
el Departamento de Estado de los Estados Unidos, y siete de sus negocios
señalados de haber sido utilizados para proveer “de lavado de dinero y otros
servicios para apoyar las actividades del narcotráfico internacional de múltiples traficantes de drogas de
Centroamérica y sus organizaciones criminales”.
Es decir, los Estados Unidos le dejaron
ir la caballería a los Rosenthal y, como se sabe, de sus ataques no hay indio
que se salve.
Los Estados Unidos han incrementado su
presencia en acciones como esta, referente a las Rosenthal, en los últimos
meses en Centroamérica y el Caribe. Se ha especulado mucho, no sin fundamento,
sobre su papel en el proceso que, en Guatemala, desembocó en la renuncia del
presidente Otto Pérez Molina y la vicepresidenta Roxana Baldetti, hoy en la
cárcel.
Asimismo, si se pone atención, se verá
que otros dos escándalos en los que el lavado de dinero y la corrupción son la
causa de persecución internacional, tienen implicados a personajes
centroamericanos y caribeños: el destapado entre altas autoridades de la FIFA,
en el que se ven involucrados un costarricense, un nicaragüense y un barbadeño,
y el del expresidente de la Asamblea General de la ONU, John Ashe.
Al respecto, deseamos hacer la siguiente
reflexión con dos aristas que nos parecen importantes.
Primera: Thomas Shannon, Consejero del
Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, fue invitado por la
organización Casa de América de Madrid, España, para dictar una conferencia
sobre la política estadounidense para Centroamérica, de la que emergieron
declaraciones reveladoras del papel estratégico que Washington le asigna al
control del istmo, en función de sus necesidades de dominación
hemisférica. Por un lado, Shannon recordó los dos pilares sobre
los cuáles los Estados Unidos se proyectan hoy en la región centroamericana: la
seguridad nacional, el desarrollo económico –vía tratado de libre comercio y
ahora con la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte-, y las
migraciones.
No obstante,
los propósitos reales se inscriben en el campo de la geopolítica, y en
concreto, persiguen el reforzamiento del dominio estadounidense y
el resguardo de su frontera sur : “Decidimos acercar a
Centroamérica de la misma forma que decidimos acercar a Colombia cuando
estábamos construyendo el Plan Colombia”, reconoció el diplomático en su exposición,
aludiendo –con un referente poco afortunado, dada la experiencia del caso
colombiano- a entendimientos y acuerdos con las dirigencias políticas y
gobiernos de cada país en materia de seguridad.
Por otro
lado, el funcionario definió a Centroamérica como una de las cinco prioridades
de política exterior de la Casa Blanca, a la par de Irán, Rusia, China y el
ejército del Estado Islámico. Esto, que a primera vista podría parecer un
absurdo, fue explicado por Shannon en términos de la importancia de la región
como puente que conecta, de manera estratégica, el norte y el sur de América,
así como el Pacífico y el Atlántico. “Estamos entrando en una etapa en
la que usamos nuestra presencia histórica para construir un nuevo tipo de
Centroamérica, comprometida con la democracia, la economía de mercado y la
integración regional”, y agregó que se está forjando también una nueva
forma de entender a una Norteamérica “que no termina en el río Grande,
sino que incluye a México y Centroamérica. El istmo ya no es un istmo, sino
parte de un mercado integrado, un sistema de seguridad integrado, dentro de un
proceso político con un compromiso fuerte con la democracia”
Segunda: como bien indica James Petras,
Estados Unidos sería “un imperio financiado con dinero sucio”, basando sus
apreciaciones en que por lo menos la mitad del lavado de dinero que se da en el
mundo lo realizan bancos y financieras norteamericanas. La suma del lavado y
los flujos de dinero sucio cubrirían parte del déficit comercial de Estados
Unidos que alcanza a cientos de miles de millones de dólares al año. Sin el
"dinero sucio", nos dice Petras, la balanza de pagos de la economía
norteamericana sería absolutamente insostenible; los niveles de vida caerían;
el dólar se debilitaría; la inversión y disponibilidad de capital de préstamo
se reducirían; y Washington no sería capaz de sostener su imperio global.
Washington y los medios de comunicación
pintan a Estados Unidos en la vanguardia de la lucha contra el narcotráfico, el
lavado de dinero proveniente de las drogas y la corrupción política. La imagen
es de limpias manos blancas luchando contra el "dinero sucio"
proveniente del Tercer Mundo (o de los países ex comunistas). La verdad es
exactamente la opuesta. Los bancos de Estados Unidos han desarrollado un bien
elaborado sistema de políticas para transferir fondos a Estados Unidos para
invertir esos fondos en negocios lícitos o en bonos del gobierno norteamericano
y, de este modo, legitimarlos.
Como se sabe, una de las mayores fuentes
de empobrecimiento y crisis en Africa, Asia, América Latina, Rusia y los otros
países de la ex URSS y Europa del Este, es el saqueo de la economía y el hecho
de que cientos de miles de millones de dólares son transferidos fuera de los
países a través del correspondiente sistema bancario y del sistema de
"banca privada" ligados a los principales bancos en Europa y Estados
Unidos.
De nuestros dos puntos anteriores,
podemos deducir: 1) que Centroamérica se encuentra en la mira de la política
exterior norteamericana; 2) que los Estados Unidos de América, no siendo ningún
agente de manos limpias, debe haber considerado que sus congéneres
centroamericanos y caribeños se han transformado en un obstáculo para el
desarrollo de sus intereses en la región, lo que los ha puesto en la mira de su
sistema judicial y su política exterior; 3) que esas contradicciones han
llevado al defenestramiento “espectacular” de políticos y funcionarios
centroamericanos y caribeños y para ello han utilizado distintos medios, desde
el apoyo de amplias movilizaciones sociales, hasta la captura de los
sospechosos cuando se encuentran en espacios jurisdiccionales que se lo
permiten.
Esta situación podría tener, entre otras
las siguientes consecuencias: 1) que los grupos progresistas centroamericanos
podrían encontrar, temporal y parcialmente, un aliado en algunas de las
acciones anticorrupción que adelanten los Estados Unidos, pero deben tener
siempre total claridad que los intereses que ambos defienden son distintos, y
que solo por razones coyunturales se puede aprovechar las situaciones que
eventualmente e puedan crear y 2) estos mismo grupos progresistas deben tener
claro también que los Estados Unidos, y los grupos dominantes centroamericanos
que se sumen a estos hechos y procesos, lo que buscan en última instancia es
consolidar su sistema de dominación, por lo que la agenda ciudadana y popular
debe construirse de forma independiente y lúcida, de tal forma que no se
encuentre a remolque de la de los grupos dominantes y los Estados Unidos.
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